Capítulo XXXIV

320 39 3
                                    


Así lo hicieron por más tiempo del que quisieran, eso sí sin dejar de hacer todas las actividades de la luna de miel, pero Candy se veía ensimismada en la página que se había quedado Terry anteriormente, sin dejar de leer la carta se fue a sentar en la sillita enfrente a su tocador, mirándose a través de este, tomó el cepillo que rescató junto al broche y se le quedó mirando, era bellamente adornado con dos flores, rosas enredadas entre sí. Candy sonrió y dibujó cada pétalo, botón y rama hasta encontrar el filo de una carta dentro de su dorso. Con la uña trato de abrirlo y se sorprendió al lograrlo, tiempo después comenzó a desdoblar la carta y la examino. En una esquina se leía la leyenda carta 2/3.

Candy se sorprendió mucho y comenzó a leerla.

Inglaterra, noviembre 1898

Ambas familias están reunidas y enfrente de este abogado proporcionado por la familia Andley, en presencia de ellos, se firma un convenio de colaboración por parte de la familia Grandchester para la celebración conjunta del negocio familiar, por lo que el señor Jerónimo Andley solicita la firma de tal convenio, donde la familia Grandchester aportará un millón de libras anuales, tal cantidad aumentará paulatinamente; la intromisión de un investigador buceador perteneciente a la familia Grandchester y las inmersiones se realizarán en forma conjunta, es importante aclarar que solamente los padres o tutores podrán heredar los secretos familiares, los cuales serán sellados por un beso, sólo cuando los que hereden el negocio sean varones se sellará el contrato en la confluencia de las cuevas y los escudos familiares se colocarán sobre las manos de ambas personas, con lo que quedarán sellados los contratos en el momento en el que los anteriores sean incapaces de tal cargo.

Después de conocer la decisión, firman al calce de esta carta los miembros del Clan Andley y de la Familia Real Grandchester.

2/3

- ¿Ha pasado algo? – cuestionó Terry al ver a su esposa tan pensativa.

- Encontré otra carta en el dorso del cepillo, pero solo son los acuerdos de todo lo demás, el negocio y eso – le informó Candy a Terry.

- Dos de tres, ¿dónde estará la tercera? – cuestionó Terry sin pensarlo.

- No lo sé, veamos el diario, el cepillo, ¿qué más sacamos junto a estos dos artículos? – preguntó Candy.

- ¡El cofre! – respondió su esposo, sin pensarlo dos veces.

- El cofre Terry, ¡eso es! No lo trajimos con nosotros. Debemos regresar – lo apuró.

- Estás demente, no lo haré, es nuestra luna de miel – declaró Terry creyendo que Candy no estaba pensando en su salud mental.

- Luego nos iremos de viaje – rebatió la rubia sin ponerse a pensar en lo que decía.

- Me niego, llama por radio a George, él abrirá el cofre – propuso Terry.

- Pero... - intentó declarar protesta, pero evidentemente no tuvo más que hacerlo.

- No aceptaré regresar, tómalo o déjalo – Terry estaba disgustado.

- ¡Qué remedio! – bufó Candy, que solo atinó a alzar los hombros.

- Vamos te acompaño – la tomó de la mano y se encaminaron a la cabina central

Así lo hicieron, se dirigieron hacia el radio.

- AG cambio, George, ¿estás ahí? AG cambio, responde George – la rubia habló por el radio, esperando alcanzar a George, antes de que saliera a la mansión.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora