Capítulo XX

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- Te amo Terry – susurro la rubia una vez despierta, cayendo nuevamente en el mundo de los sueños.

Me encontraba en un bosque, caminando como si fuera cualquier prado el que vislumbraba adelante, me era tan conocido, se parecía a aquel donde le había visto por primera vez, el que se encontraba detrás de la mansión, esa tarde hacia frío, aparentemente un ligero viento rondaba los alrededores. Nunca antes había pensado en ello, Anthony... ¿era en realidad el hombre para mí? O solamente me dejé llevar por el enamoramiento, todos mis sentimientos han sido una reverenda tormenta, ayer le conocí, conocí al hombre de mis sueños, dándome cuenta muy tarde que no amaba a mi rubio preferido, dándome cuenta que con tan solo un toque de su mano me produce mil sensaciones que ni siquiera los besos de Anthony me provocan.

Mi lucha interna entre lo correcto o no, está muy dispersa, no resisto que ese nuevo chico me hable, mira que atreverse a decirme que soy la amante del tío William, ¿cómo se atreve pedazo de...? ¡Ash, lo odio! Pero bueno, Albert tiene razón entre el amor y el odio hay un ligero paso y desgraciadamente he caído en él, ahora adoro pelear con ese idiota, pero es el idiota más lindo del mundo, sólo que aún no podemos ni quedarnos porque por cualquier tontería nos peleamos o de a menos hacemos que el otro sienta calores sorpresivos y en completa venganza.

Han pasado varias veces en que tanto él como yo misma me he sentido mal por hacerle pasar las de Caín cuando estoy con Anthony, de las cuales solamente he padecido una y no quiero ni imaginar que estaría haciendo para que de pronto padeciera de calores excesivos y un deseo incontrolable, pero bueno, ahora que lo pienso obtuve lo que quise, en parte, no esperaba que Anthony se quedara recluido en un hospital por sus celos enfermizos, aún no sé si hice bien en delatar mi adoración por Terry, en un principio sólo me gustaba, cuando comenzamos a pelear me encantaba, sigo pensando que soy masoquista, pero desde que me besó la primera vez me convencí de que no era una ilusión, desde ese momento me sentí mal con Anthony, no podía evitar perderme en su azul mirada, mientras el que me abrazaba era mi rubio.

Candy se encontraba alrededor de estos pensamientos repentinos cuando escuchó una voz conocida a lo lejos.

- ¡Libelulita despierta ya! – la movió Albert lentamente.

- Cinco minutos...¿qué haces aquí tan temprano? – preguntó sin abrir los ojos.

- Tenemos que ver que sacamos ayer, Terry tiene rato en el laboratorio – le dijo levantándose para abrir las persianas.

- Luego veo eso, tengo mucho sueño y ¡no me llames Libelulita! – le pidió dándose vuelta al sentir el calor sobre su rostro.

- ¿Por qué no? Si eres igual de inquieta – sonrió y volvió a la cama para levantarla.

- ¡He dicho que no...déjame dormir! – escondió sus manos debajo de su cuerpo.

- ¡Honguito! – le rascó la cabeza.

- Albert, fuera de mi camarote – le ordenó al oír ese sobrenombre sin darse cuenta que ya se había ido.

- ¡Honguito levántate! – le dijo una voz nuevamente.

- ¡Déjame en paz Albert...! - gritó haciéndose un ovillo, después de arrojar la almohada a la puerta.

- ¡Ay... así me tratas honguito! – se quejó el castaño sonriendo.

- Terry ¿qué haces despierto tan temprano? – levantó un párpado viéndolo.

- Pues de hecho me levanté a las nueve, hace seis horas...¡honguito! – le respondió haciéndole burla.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora