Capítulo XXXIII

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- Henry has visto a la señora – cuestionó Terry cuando se hubo levantado.

- Sí, no está en el barco señor... - le avisó Henry un poco preocupado ya que desde donde el se encontraba parado podía ver a la señora.

- ¡Ah no! Pues... ¿en dónde está? – cuestionó él bostezando.

- Ahí...- le señaló un lugar a lo lejos, delante de ellos.

- ¿Qué hace Candy en el mar? – preguntó Terry, aguzando la vista.

- Se sumergió desde muy temprano... con los delfines que surcan estas aguas... - comentó Henry interrumpiéndose al ver el poco amable semblante de Terry.

- ¿Qué has dicho? Pero ese no parece ser un delfín – replicó el castaño.

- Ah no...de hecho ese es el joven Theodore Wilcox, un viejo amigo de la señora – convino a explicarle.

- Henry hágame un favor...cuando llegue la señora me avisa, estaré en mi camarote – le avisó el castaño a Henry, odiando al señor Wilcox.

- Sí señor, lo haré...está furioso – contestó y pensó al mismo tiempo.

Deborah, Septiembre 1814

Hoy ha sido un día muy hermoso, mi padre me ha dicho que mi prometido viene a comer en esta semana, mi madre me ha dado un ultimátum para casarme con un Andley aunque si supiera que Frederich no me es indiferente del todo, después de los días, he comparado a Daniels Grandchester con Frederich, pero de eso a casarme con él hay una gran diferencia y que no ven que casarse con los primos ha hecho estúpidos a los Andley.

- Yo te apoyo Deborah, bueno no a todos – murmuró Terry viendo una fotografía de su esposa.

Sandra, Mayo 1822

Mi hermana se casó finalmente y es la primera vez que el diario de la familia Andley pasa a manos de una hermana a otra, originalmente la hija que se casa lo conserva hasta heredarlo a su hija, pero en esta ocasión Deborah no ha tenido hijas...al menos no aún, sólo me tiene a mí, a su pequeña hermana, así que de ella ha pasado a mis pequeñas manos.

La verdad no sé qué escribir, es complicado saberlo de hecho, aquí hay casi tres siglos de tontas historias de las chicas Andley, aunque siempre me he preguntado por qué se han casado con los Grandchester o algo así. Esta tarde encontré una carta en el forro del diario, interesante...muy interesante, quizás todo esto de leerme todo el diario no sirva para nada...sólo que el gran secreto del diario y las relaciones entre estas familias es que hay una gran atracción y no es nada de magia ni de sucesos que no sabemos cuáles son, sino más bien las mujeres Andley tienen un carácter que se amolda perfectamente a los celos irascibles de los Grandchester, o sea que estos últimos son unos cabeza hueca y siempre nosotras terminamos perdonándolos...lo creo imposible, mi cuñado no es celoso ¿o sí?

Sandra, Mayo 1836

Me ha tocado despedirme de este diario, ahora se lo debo de heredar a mi sobrina, quien iba a decir que ese bodoque iba a encontrar una especie de contrato en el diario...pero eso sí, Archibald Grandchester descubrió el diario que le había dado a Sam en su cumpleaños número 14, curioseando encontró otra carta imposible de leer y no por la escritura sino que está pegada a la cara externa del forro de piel de la última pasta, está pegado o no sé, pero es difícil saber su contenido.

Con esta pista, Terry sacó una navaja de las que Candy usaba de un pequeño maletero ubicado a un lado del camastro del camarote; observando el diario y dándole vuelta a la tapa contraria, comenzó a desprender el forro de tela evidenciando un trozo de papel, húmedo y maltratado, era la carta sin duda. Después de darle muchas vueltas al asunto, colocó una lámpara que proporcionara calor, debilitando la sujeción tanto del forro como la del cuero al forro y afortunadamente comenzó a desprenderse, ese trozo de papel en realidad había estado cubierto por casi tres siglos, había sido tan fácil sacarlo y eso también fue extraño. Como es que la Sandra no hubiese podido sacarlo si aparentemente había sido fácil hacerlo. Terry observó cuidadosamente el papel doblado que había entre sus manos, comenzó a desdoblarlo y por un segundo creyó que ya lo había hecho del todo, sin embargo, en ese instante...una pequeña porción de polvo comenzó a brincas de ésta, haciendo que el castaño la respirara; llegando hasta sus ojos, haciéndolo respingar y segundos después entró en una especie de trance para después quedarse profundamente dormido, soltando la carta que tenía entre sus manos, la cual quedó depositada debajo del camastro en el que el somnoliento castaño se acomodaba.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora