Albert sintió una gran preocupación cuando Dorothy les había informado que Candy no se encontraba en la mansión, lo primero que se le vino a la mente fue contactarla al celular el cual se encontraba apagado, una posibilidad menos; no podía controlar su ansiedad, donde estaría la rubia en esos momentos.
- ¿Dónde estará? – preguntó la señora Elroy para ella misma.
- No lo sé, el celular lo tiene apagado. Lo peor de todo es que hoy tiene que estar en el barco. ¡Tía que buena idea! ¡El barco! Hablaré con George e iremos al yate, cueste lo que cueste. ¡Dorothy, Dorothy, alista el equipaje de Candy! – pidió a la mucama llamándola insistentemente.
- Sí joven William, enseguida – corrió hasta la habitación de la rubia para prepararlo todo.
- ¡Adiós tía abuela, la llamaré más tarde! – salió de la biblioteca yendo por su maleta.
- Sí William, cuídate! ¡Qué niño! ¡Tan precipitado como ella! – la señora Elroy viajó rápido entre los recuerdos y sonrió ante esa aseveración.
Mientras en el embarcadero, Mario y Terry estaban limpiando un poco la arena que el segundo subió al yate de los Andley; el primero había ido a la parte delantera para observar que todo estuviera en orden, logrando ver una linda silueta rubia sobre la mampara.
- Señor Grandchester, ¿lo esperó o lo dejo con la señorita? – infirió Mario haciendo hincapié en que alguien se encontraba a bordo.
- Este... - comenzó a pensar, aunque de pronto cuestionó. ¿Cuál señorita? - preguntó Terrence.
- En la popa está una señorita, sé que los demás llegan hoy en la noche – le informó.
- Espera aquí, voy a ver ¿quién es? ¡Hola! ¿Qué haces aquí? – preguntó tapándole el sol a la rubia y reconociéndola.
- ¡Tomando el sol...! – respondió ladeando un poco el rostro.
- ¿No se supone que estás en la mansión? – cuestionó él un poco preocupado.
- Estaba... – respondió tajante.
- ¿Cuándo llegaste? – preguntaba decidido a saber ¿por qué había llegado tan temprano?
- En la madrugada, dormí en los camastros de la playa – informó cerrando los ojos.
- ¿Pasó algo? – inquirió el castaño.
- No... – respondió escuetamente.
- ¡No pasó nada eh! Entonces ¿por qué tienes ojeras? – rió ante el desconcierto de esas marcas debajo de sus ojos.
- No dormí bien... – respondió ella y volvió a cerrar los ojos.
- Ya veo, ¿puedo preguntar algo? – decidió que era mejor encararla.
- Pregunta... – asintió ella y levantándose cuando él se puso en cuclillas.
- ¿Quién te maltrató tanto los brazos? – le tomó primero uno y después el otro.
- ¡Ah, esto, me lastimé con una pulsera! – respondió ella desinteresadamente ya que sabía de lo que hablaba.
- Sí claro, ¿por qué mientes? – preguntó disgustado y tensando la mandíbula.
- ¿Por qué no? ¡Hey, Terry suéltame... que me duele! – se jaloneó tratando de que la soltase.
- No lo voy hacer hasta que me digas que fue lo que te hizo tu n o v i o – siguió jalándola hasta que la aprisionó contra su cuerpo.
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Un amor que no entiende de pasiones
RomantikESTA HISTORIA COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL SON DE MI TOTAL AUTORIA, NO DE DOMINIO PUBLICO COMO ESTA ESTIPULADO, SI HAY ALGUNA DUDA, PUEDEN CONTACTARME Él, un millonario desde el nacimiento. Ella una hermosa y sencilla doctora. Él un Don Juan ha...