Capítulo XXXI

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Todos en la mansión se encontraban descansando, mientras en la habitación de Candy, Terry que también descansaba de uno más de sus exhaustivos encuentros con Candy y en lo que restauraba su respiración.

- Candy – Terry la llamó.

- Mmmm – contestó sin hacerlo verbalmente.

- ¿Qué piensas? – cuestionó Terry.

- Pues en cosas – contestó ella, tratando de dormir.

- Define cosas, Candy... – le pide el castaño a su novia.

- En lo que leímos en las portadas ocultas del diario, ¿crees en realidad que sea amor? – cuestionó Candy quedándose un tanto pensativa.

- No lo crees tú o ¿sí? – respondió molesto el castaño.

- Sí...no lo sé, sólo estaba divagando – contestó ella al observar el rostro molesto de su novio.

- Aún crees que el hechizo haga que nos amemos o lo que sea ama por ti misma – respondió el deshaciendo el cuerpo de su amada del suyo, alejándose.

- No, te amo con mi propio corazón...Terry – comentó ella y lo volvió a abrazar.

- Entonces, ¿qué te tiene preocupada? – irremediablemente la besó, sólo así se sentiría seguro y a ella la sentiría segura.

- Pues no sé...sólo...tonterías – resolvió ella.

- ¿Cuál tontería dices? – le insistió Terry, quería saber qué pensaba en realidad.

- Pues... me acordé de Anthony – soltó al fin, sintiendo como su novio se tensaba.

- Tu ex novio...ah Candy – Terry se había enojado lo suficiente como para levantarse.

- Terry, no lo digas de esa forma – le advirtió, sabía que si no se controlaba todo podría descubrirse antes de tiempo.

- Pues de qué forma quieres que lo diga, el desabrido ese, seduce rubias... - no pudo controlar su lengua y dijo lo primero que le pasaba por la mente.

- Terry no arruines esta noche y no le llames así a Anthony, que de paso me estás ofendiendo a mí – le exigió respeto, cuando se trataba de Anthony y de Albert, sabía que Terry no se controlaba demasiado.

- ¿Y? ¿Por qué te haces la ofendida? – alzó la voz.

- Porque si le dices desabrido por ser rubio, te recuerdo que la madre de tu hijo también es rubia – le gritó haciendo que también contestara pues sonaba ridículo.

- Candy ¿cómo puedes decir eso? ¿Cuál hijo? De ¿quién es el hijo? – preguntó él.

- ¿De qué hijo me hablas? – preguntó Candy pues con toda esa alteración había perdido el hilo de la conversación, si así se le podía llamar.

- No te hagas Candy...dijiste la madre de tu hijo – enfatizó lo último.

- ¡Ah sí! No lo recuerdo, debes haber escuchado mal – quiso tratar de componerlo, dos días antes de todo esto de la pedida de mano había ido al hospital para hacerse un chequeo y Mary le dio la gran noticia. Estaba embarazada de poco menos de tres meses, tres meses sin cuidados y sin nada, pero ¿cómo pasó? ¿Cuándo?

- Candy – la instó con lo poco paciente que era, tomándole la mano y ella retirándola, estaba enfadada con él aunque finalmente tenía razón, ella en algún momento supo que el haber jugado con los sentimientos de los dos era un error que algún día resarciría.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora