Capítulo 30

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No debieron buscar mucho para hallar a los muchachos, que plácidamente también se estaban alimentando en una mesa a pocos metros del carrusel.

—Volvieron los tortolitos —mencionó Félix, siendo el primero en notar su presencia. La palabra "tortolitos" le salió automáticamente al verlos agarrados mutuamente por la cintura—. Si quieren, los llevo ahora a la casa de Mark —hizo ademán a levantarse, dejando el plato a medio terminar.

—No, no —lo paró el hawaiano—. Terminen de comer y luego iremos.

Asintiendo, el sueco volvió a sentarse. Mark y Jack se les unieron, tomando lugares uno al lado del otro alrededor de la mesa.

Sin darse cuenta, pasaron mucho tiempo hablando, de ningún tema en particular; solo cosas que tenían que ver con lo que hacían y en parte, otras sobre la vida o lo que fuere. Cuando la luna estuvo lo bastante arriba, se percataron de posiblemente las altas horas de la noche en la que se encontraban.

—Diablos, debemos dejar todo limpio antes de irnos —comentó Bob, que siempre se caracterizaba por su tranquilidad pero que ahora, estaba visiblemente nervioso.

—No te preocupes, entre todos podemos encargarnos de esto y marcharnos de aquí —contestó Wade.

La pareja también se envolvió en el trabajo de despejar la zona y dejar las cosas en orden. En poco menos de treinta minutos, parecía que nunca nadie había estado allí; todo tan impecable, como era debido.

Jack se sentía algo mal al ver como sus amigos se encargaban de las cosas más "pesadas" por así decirlo, y él no podía ayudar debido a las ropas que llevaba, por miedo mayormente a arruinarlas. Mark, percatándose de su cara apática, se acercó.

— ¿Todo bien? —preguntó el de pelo rojo.

—S-Sí —respondió dándole vueltas a sus pulgares, claro signo de nervios—. Solo que... me hubiera gustado poder ayudarlos, ya que ellos me ayudaron tanto a mí en organizar todo esto.

—Jack —lo tomó por los hombros. La mirada del irlandés se clavó en sus ojos rasgados—, ellos lo hacen porque son tus amigos y te aprecian, ¿sí? No te sientas así.

El otro suspiro. Su amado le había dicho algo obvio pero muy real —Tienes razón... Debo "dejar de ser tan duro conmigo mismo", ¿verdad? —dijo con una leve sonrisa.

—Totalmente verdad —lo rodeó en un apretado abrazo, lleno a su vez de cariño—. Vamos, los muchachos nos esperan —devolviéndole la sonrisa, depositó un beso en su frente.

Entrelazaron sus manos, y partieron rumbo al coche en marcha ante la atenta pero feliz mirada de sus acompañantes.

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Llegaron a la casa. Mark, tras tantos días de ausencia, se alegraba que el lugar se mantuviera igual que siempre. Esperaba que tal vez Jack, en un afán de enojo tras lo sucedido y su partida, haya destrozado la vivienda, cosa que no ocurrió. Realmente, él no le había mentido cuando le dijo que nunca se había enfadado.

Descendieron del coche, quedando dentro de él Félix, Wade y Bob.

—Nos vemos chicos, buenas noches —dijo Wade entre bostezos. Se le notaba a él y a Bob el cansancio en el rostro.

El irlandés se adelantó a ingresar al interior del cálido hogar. Mark, quedando atrás, tuvo la oportunidad de hablarle al sueco sin que su novio se percate.

—Hey, Félix —lo llamó antes de que se marchara, bajando la voz—. Gracias por... Todo, supongo.

—No debes agradecérmelo —respondió el sueco. Las luces de la calle iluminaron parcialmente su rostro, mostrando una sonrisa—, nos vemos luego.

Se dieron un apretón de manos. El coche arrancó, dejando al hawaiano en la soledad al lado del asfalto.

— ¿Mark? —oyó desde el interior de la casa.

— ¡Ya voy! —contestó el llamado.

Aquel hombrecito tan especial lo esperaba dentro con ansias.

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