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Capítulo 25

El irlandés les dijo que fueran a la casa de Mark lo más rápido que pudieran.

Después de terminada la llamada, no pasaron más de treinta minutos para que los dos hombres aparecieran por ahí.

—Mark ya nos contó todo —avisó Bob, obviamente después de saludarlo.

—Eso es bueno, nos ahorra tiempo. Entren —Jack les dejó el paso—, hay mucho que planificar.

En la sala de estar, sorpresivamente para ambos, ya se encontraba Félix.

— ¿Él... está al tanto de todo esto? —preguntó Wade.

—Sí. Siéntense —contestó el de cabello verde. Su actitud tan "centrada" se les hacía difícil de procesar. Esto parecía realmente serio.

De esa manera, comenzaron una extensa charla. Primero, Jack les explicó lo hablado previamente con Félix, y la conclusión a la que habían llegado. Los otros dos, por su parte, revelaron que sabían dónde se encontraba Mark.

—Eso nos hará el trabajo más fácil —dijo el sueco con alivio—. Entonces, chicos, ¿ayudarán o no?

—Por supuesto que sí —respondieron al unísono.

—Bueno —se puso de pie, imponente—, pongámonos manos a la obra.

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Días largos. Noches también.

Perdiendo la cuenta del tiempo, siempre hacía lo mismo: levantarse, ducharse (a veces), salir al exterior solo para comprar alimento, volver, encerrarse y mirar televisión de aire.

Era lo más tranquilo que había estado en años. Si no era para ver cómo estaba el clima o llamar a su madre, ni por asomo miraba la pantalla de su teléfono móvil. Lo ignoraba por completo: desde las notificaciones, hasta los mensajes. Era como si no existiera.

Tanta paz lo había dejado solo con sus pensamientos. Había llegado a grandes conclusiones durante aquellos días; se sentía como todo un filósofo de su propia vida.

Cerró muchos capítulos, pero obviamente, otros quedaron abiertos.

Los más difíciles.

Y entre ellos, Jack.

Nunca se lo perdonaría a sí mismo, y de seguro el irlandés tampoco.

Recostado en el sofá, mirando una curiosa mancha en el techo, comenzó a toser por las secuelas de estar muy enfermo anteriormente. Para su suerte, había mejorado mucho, pero aún solía tener catarro de manera inevitable. Estiró el brazo en dirección al piso, en busca del vaso con agua que había dejado ahí para su propia comodidad. Como no lo encontraba, debió girar vagamente su cuello con pereza, encontrando así el objeto buscado pero también, dándose cuenta de que la pantalla de su celular estaba encendida debido a una llamada entrante de un número desconocido.

Pretendía seguir con su pauta de ignorarlo por completo, pero un impulso más allá de su entender quería contestar. Un número que nunca había visto antes era el detonante de la curiosidad, por más extraño que sonara.

Lo observo varios minutos. Aquel que estuviera haciendo la llamada tenía mucha paciencia, porque a pesar de no tener respuesta, insistía una y otra vez. A la quinta oportunidad, Mark tomó el aparato entre sus sudorosas manos, deslizando la barra táctil para atenderlo.

— ¿Hola? —aquella voz que pensaba que nunca más volvería a dirigirse a él endulzó el oído donde tenía apoyado el parlante. Podía escuchar su respiración que parecía agitada, pero siempre era así en realidad—. Hoy —otra voz diferente a la anterior. Era una que le daba repugnancia y de la que también pensó que nunca más oiría—, a las ocho, en el parque del otro día... Nos vemos ahí.