Capítulo 8

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Por primera vez en días, Mark durmió con la conciencia tranquila.

Y Jack, todo lo contrario.

Tampoco es que tuviera la naturaleza de dormir mucho o "bien", pero era lo que más quería para por lo menos escapar de sus pensamientos por aquella noche.

Lastimosamente, no ocurrió. Dio tantas vueltas en la cama que básicamente las sábanas terminaron en el piso y la almohada vaya a saber dónde. Las únicas veces —que en total fueron solo dos— en las que logró cerrar los ojos y dejarse llevar, fueron cortadas al soñar con él. En ambas oportunidades, la escena se repitió:

"Era 'el día siguiente' en donde Mark, Félix y yo ibamos al parque. Félix estaba acompañado por Marzia, y ambos se alejaron hacía otra zona, dejándonos solos.

Nos acercamos a un banco solitario. El cielo nublado se me hacía más brillante de lo normal.

Mark llamó al hombre que vendía palomitas y demás cosas. Me preguntó qué quería.

«A ti».

Uhm, creo que un copo de azúcar estaría bien respondí rascándome la cabeza.

Atiné a darle el dinero al señor, pero solo tomó una porción de éste.

'No hace falta, joven. Ya me han dado la otra parte'.

Esa frase ya la había escuchado en otra ocasión. Antes de que pueda preguntarle a qué se refería, Mark ya tenía dos copos de azúcar en sus manos. Me dio uno, sonriendome.

—Gracias —dije, tomándolo y sentándome en el banco. Él hizo lo mismo, colocándose a mi derecha.

Ninguno de los dos hablo, solo observábamos a gente totalmente desconocida pasar por enfrente de nosotros. El copo de nieve sabía a absolutamente nada. No hacía ni frío ni calor.

Apoyé mi mano en el espacio vacío. Sin razón aparente, Mark posó la suya por sobre la mía. Lo miré extrañado, esperando que fuera otra de sus bromas.

Solo sonreía, acariciando mis nudillos como si sus dedos fueran plumas.

Tuve la necesidad incesante de comprobar si sus labios eran así de suaves también".

En ese preciso instante, él despertaba.

La segunda vez que le pasó, se puso de pie. Demasiados sueños por una noche. No le bastaba con atormentarlo despierto, sino que debía seguirlo hasta en su inconsciente. Era de no creer.

Miro el reloj, deseando que no fuera tan temprano a juzgar por la carencia de luz. Eran las 6 am.

Estaría despierto por un buen rato, en soledad.

Mientras respondía algunas preguntas en Tumblr, oyó que finalmente Mark estaba despierto también a juzgar por el ruido de la tostadora funcionando. Salió de la habitación sin pensarlo dos veces.

—Hey, buenos días —saludó el dueño de casa, risueño.

—Buen día —respondió, sentándose con las pocas energías que tenía sobre uno de los bancos altos.

El de pelo rojo le estaba dando la espalda ya que se encontraba haciendo el desayuno sobre la mesada. Se había puesto una camiseta sin mangas que podía usar sin problema dentro de la casa debido a la calefacción. Jack observaba de reojo su cuello y aquellos hombros grandes, queriéndose dar un buen golpe para así salir de su nube. La falta de sueño le hacía esas cosas.

Cuando terminó, tomó dos platos con waffles, colocando uno enfrente del irlandés.

—Ahora solo falta el café —comentó. En ese instante que levantó la mirada, se percató de las inminentes ojeras de Jack—. Oye, ¿tú dormiste?

El de pelo verde negó con la cabeza, sin preocuparse por lo que le vaya a decir.

— ¿Quieres que le diga a Félix que no iremos?

—No —contestó.

Si, ese sueño había sido raro, pero no iba a dejar que manipule sus días, negándole la diversión por la que viajo hasta allí, para pasar tiempo con ellos.

¿Y el no dormir? Bah, lidiaba con eso a menudo. Podía hacerlo como si fuera lo más común del mundo.

—Como tú quieras —dijo Mark, subiendo los hombros con indiferencia—. Solo quiero que sepas que no te cargaré hasta casa si caes desmayado en medio de la montaña rusa.

El irlandés rió ante la predecible broma que de todas maneras le encantaba, dándole un poco de luz a la mañana. 

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