Capítulo 2: Leandro

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Merody


La primera vez que vi a Leandro Bustamante no me pareció nada fuera de lo común. Compartíamos la clase de Fotografía y nos mostrábamos indiferentes una con el otro, hasta que noté un día el libro que estaba sobre su mesa. Tenía meses buscándolo para una asignatura pendiente y no había tenido suerte de encontrar el tomo completo, y justo ese chico lo tenía en su poder.

Como Ícaro al Sol me acerqué a él, y cuando su mirada marrón se cruzó con la mía, juro que todo mi cuerpo ardió en llamas.

—¿Qué pasa? —inquiere de manera algo brusca cuando me ve de pie a medio camino de su lugar. 

Parpadeo y aclaro mi garganta y pensamientos.

—Eh, nada en especial. —Le respondo de forma atropellada—. Tu libro —Lo señalo.

—¿Qué hay con él? —Continúa con su recelo, lo que me hace rodar los ojos con fastidio.

—¿Dónde lo conseguiste? —pregunto sentándome en el pupitre frente a él.

—Es de mi madre —responde—. Ella también estudió periodismo.

—Ah, vale. No sabes lo mucho que lo he buscado. —Le comento como quién no quiere la cosa, pero Leandro capta la indirecta —. Tengo una tarea que hacer y pues...

—Pensaste que yo podría prestártelo. —Completa y su sonrisa de listillo me choca, por lo que aunque me ha atrapado, no se lo hago saber.

—¿Eh? ¿Qué? No, claro que no —Levanto mis dos manos y hago gestos de negación. Leandro por supuesto no me cree y se recuesta en su silla con chulería—, lo que pasa es que en ésta universidad la mayoría nos conocemos y noté que ¿eres nuevo, verdad?  —Él asiente—. Bueno, vi el libro sobre tu mesa y me pareció una buena «excusa» para venir a saludarte. 

Sonrío nerviosa cuando Leandro me mira fijamente. 

—¿Cuál es tu especialidad? —pregunto ante su silencio que me estaba empezando a incomodar. 

—Fotografía. —contesta de manera obvia.

—Genial. Algún día debes hacerme una buena foto, ¿eh? —Le codeo en broma y a cambio recibo un gesto de seriedad de su parte.

Este chico es muy extraño.

—Claro, ¿por qué no? —murmura luego de un rato.

—Bien, me voy a mi lugar. —Señalo con mi pulgar hacia atrás y aprieto mis labios—. Como te dije, solo vine a saludarte... —me río cuando me doy cuenta que no nos presentamos formalmente —. Soy Merody, por cierto.

—Ya lo sabía —dice y coloca los ojos en blanco—. Soy Leandro.

—Yo también ya lo sabía —digo y me contengo de sacarle la lengua en plan infantil. En cambio, me doy la vuelta y camino hacia mi mesa con un extraño sentimiento en mi corazón. 

Aún no me atrevería a ponerle un nombre, pero si un grado de intensidad, que es mucha.

Mas tarde ese día, me encuentro en mi casilla un objeto que no es mío.

Un libro.

No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora