Capítulo 4: Héroe

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Merody 


Cuando papá llegó, sus ojos brillaron de satisfacción al ver a su cuarteto de hijos juntos en un mismo lugar. A pesar de que Ángela continuaba sintiendo cierto malestar por la posición de mala voluntad que habían adoptado los gemelos, disimuló muy bien y me hizo prometerle que no le diría nada a papá sobre el episodio pasado. Sin embargo, luego de la cena —donde David y Darián se mostraron un poco distantes— hablé con mi padre para, de manera sutil, hacerle una sugerencia que estaba segura iba a calmar los ánimos de los mellizos.

—Papá. —Llamé, antes de adentrarme al despacho luego de recibir su autorización.

Mateo Bracamonte era un hombre con castaño cabello liso y ojos muy oscuros, casi negros, rodeados por líneas de expresión muy marcadas; exitoso en su trabajo como arquitecto y que a sus cuarenta y dos años de edad, se conservaba bastante bien.

—Pasa, Mer —Mi padre se levanta de su silla forrada de cuero y me extiende los brazos. Yo me acurruco en ellos, como lo he hecho desde muy niña —. Es muy bueno que mi princesa haya venido verme un rato.

—Papá —digo ladeando la cabeza—. Vivimos bajo el mismo techo.

—Lo sé —dice, acomodándose en su lugar mientras yo hago lo propio—, pero no es lo mismo ¿sabes? A veces no es suficiente vivir en un mismo lugar para compartir con alguien.

—Sí, entiendo lo que quisiste decir —aclaro mi garganta suavemente—. Y a eso he venido. Quiero hacerte una propuesta.

—¿Ah, si? —Él entrelaza los dedos y apoya las manos sobre su escritorio, prestándome toda su atención—. Adelante, cuéntame.

—He notado que Darián y David están un poco... tensos —Empiezo, balanceándome lentamente en la silla—. Y pues, estaba pensando que este fin de semana podríamos cambiar el cronograma familiar y hacer otro tipo de actividades. 

Mi padre se muestra en acuerdo conmigo y sigo. 

—Así que: ¿Qué te parecería llevarlos a un campo de fútbol? Solo ustedes tres —Me apresuro a aclarar—. Tal vez hayan cosas que los gemelos quieran contarte y se detienen por el hecho de que estamos Ángela, Ángel y yo cerca.

—¿Ellos te pidieran que hicieras esto? —Me pregunta y no sé descifrar su expresión, pero no parece estar molesto.

—¡No! —exclamo—. Esta es una idea que surgió hoy de mi mente y quise exponértela. Nada más. —Le digo un tanto nerviosa. No quisiera que los clones se enojaran conmigo si se llegasen a enterar que estoy interviniendo en esto.

—Está bien —Logra decir luego de un rato—. Me parece una excelente idea.

Suspiro de alivio y sonrío.

—Seguro que Ángela también estará de acuerdo con este plan.

—Claro que sí, ella es una buena mujer. —Mi sonrisa se ensancha cuando observó la de mi padre al hablar de su mujer. 

Pero, hay algo más que debo decirle. 

—Y por otra parte —Trato de tener todo el tacto posible al informar lo siguiente—. Quería notificarte que saldré mañana. Tengo que realizar un proyecto de la universidad.

—No hay problema —dice, juntando unos cuantos folios—. Sabes que todo lo relativo a la universidad puedes hacerlo con total libertad.

—Mi compañero es Nacho. —suelto la parte incómoda de manera rápida.

—¿Nacho? —repite incrédulo—. ¿El niñato con el que saliste tiempo atrás?

—Ese mismo —afirmo y mordisqueo mi labio bajo la fija mirada de mi papá—, pero puedes estar tranquilo, nuestra relación «sentimental» está extinguida totalmente.

—¿Segura?

—Segurísima. —respondo de manera rotunda. Él suelta un suspiro.

—Espero que eso sea cierto —Abro la boca indignada por su falta de confianza, pero las siguientes palabras que pronuncia me mantienen callada—. Ése tipo te hizo un daño tremendo, y si lo volviera a hacer, no volvería a resultar ileso de la situación. 

Habla con una gran seriedad y hace que me convierta en un nudo de emociones.

—Gracias, papá. —Le expreso sinceramente, mis ojos cristalizándose. Si volviera a nacer, me encantaría que me tocara de padre este mismo hombre, el que se ha preocupado por mí desde que llegué a este mundo, el mismo que me complace y me aconseja y el que, además, me ha guiado a lo largo del camino sin imponerme nada,  y al que amo con todo mi corazón. 

Él me invita a rodear el escritorio y darle un nuevo abrazo muy fuerte.

—Eres mi héroe —susurro con voz ahogada—. Siempre lo serás. 

No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora