Merody, unos cuantos años después.
Sonreír fue un reto durante mucho tiempo. No lo hice cuando me gradué de Licenciada en Comunicación Social. Tampoco cuando viajé a la playa paradisíaca a la que siempre quise ir desde niña. Y mucho menos, cuando me fui de mi país para conseguir el trabajo de mis sueños.
Durante mucho tiempo la soledad fue mi amiga y también mi enemiga. El dolor siempre fue fiel conmigo, recordándome lo bonito que fue todo y lo cruel que fue perderlo.
Enamorarse de Leandro Bustamante definitivamente fue algo inevitable. Él me dijo una vez que no me enamorara o de lo contrario sufriría, pero yo lo escuché con oídos de enamorada.
Durante casi cuatro años después de su desaparición, yo lo pensaba todos los días de mi vida.
Mi sufrimiento parecía ser un océano sin fin en el que me hundía cada vez más, hasta que alguien fue lo suficientemente valiente para zambullirse conmigo y ofrecerme un flotante. Fue la persona más inesperada la que lo hizo.
Ignacio nunca se dio por vencido conmigo, y ahora que lo pienso, tal vez él sí me quería tanto como decía hacerlo. Él estuvo conmigo durante todo el proceso en el que yo buscaba personas que me ayudaran a sanar la herida que mi amor había dejado y que me hicieran tocar con la punta de mis pies el cielo, y con los dedos de mis manos las nubes. Por supuesto, no lo logré, porque la única persona que lo había hecho, ya no estaba en este plano.
No fue fácil superarlo, pero hice mi mayor esfuerzo en tratar de seguir adelante, tal y como él me lo había pedido la última vez en aquel hospital.
El día de mí cumpleaños número veinticuatro, decidí por fin sonreír.
Lo hice de pie frente a un enorme espejo donde mi bonito traje blanco me dio una bella visión.
—Estás muy hermosa. Pareces un verdadero ángel. —dijo él a mi lado, tocando mi corona de flores.
—¿No estás molesto? —le pregunté de manera tímida.
—Nunca lo estaría —respondió con una sonrisa que me apretujó el corazón. Se veía tan real...—. Y menos sabiendo que estás tratando de ser feliz.
—Eso era lo que tú querías, ¿no? —inquiero tragando el nudo de emociones en mi garganta.
—Es lo que todavía quiero...
La visión de Leandro me sonrío una última vez, antes de darle paso a Ángela quien se alarmó al verme con los ojos vidriosos.
—Venía a ver si ya estabas lista, pero te encuentro a punto de llorar, ¿qué pasa? —Me pregunta. Detrás de ella, mi padre está de pie en la puerta de la habitación del hotel donde todos nos estamos hospedando para mi boda.
—Nada, es sólo que estoy un poco conmocionada. —Le respondo con una sonrisa, girándome hacia ellos.
—Te ves hermosa, hija —dijo mi padre, tomándome de las manos—. Espero que Ignacio sepa hacerte muy feliz, ahora que has decido casarte con él.
Yo asiento en acuerdo y mantengo mi sonrisa, porque en ese momento pienso que si el matrimonio con él no me hace del todo feliz, yo buscaré otra forma de hacerlo.
Ése sería mi nuevo proyecto de vida: buscar la felicidad en medio de un rio de dolor, levantar la cara y sonreírle a la vida, que aunque muchas veces es demasiado dura contigo, también puede ser muy bella.
FIN.
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No olvides que te amo©
Teen FictionCuando Merody Bracamonte y Leandro Bustamante se conocieron, no se imaginaban el impacto que iban a producir uno en la vida del otro. Ellos están justo en la etapa en donde todo se vive con demasiada intensidad, por lo que vivirán episodios que los...