Capítulo 29: Me alegro de haberte conocido

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«A ti, que te conocí en una etapa difícil de mi vida

A ti, que me hiciste ver un rayo de luz en un cielo de oscuridad

A ti, amor mío, que me brindaste tanta felicidad.»

Antepenúltimo.

Junio, 13

Merody

El noveno cumpleaños de Aleana iba a ser celebrado a lo grande, porque durante un tiempo —muy difícil—, se pensó que dicha celebración no se llevaría a cabo. Leandro y yo habíamos sido invitados por la madre de la niña, quien se había encariñado con nosotros durante el tiempo en el que nos encontrábamos en el hospital.

Yo había preparado un regalo muy especial para ella: un libro ilustrado de «El Principito», porque sabía cuánto le gustaba esa historia a la pequeña Aleana.

—Te ves muy hermosa, Mer.

Giro hacia la voz que me habla y sonrío, encontrándome a mi padre en el medio la sala.

—Gracias, papá. —le digo acercándome para darle un breve abrazo.

Habíamos solucionados nuestros problemas justo hace tres semanas, cuando celebramos el cumpleaños de Ángel. Hubo lágrimas de por medio y disculpas de parte y parte, pero lo más importante de todo era la aceptación por parte de mi padre en cuanto al tema de Leandro. No voy a separarme de él y mi padre tuvo que aprender a vivir con esa idea.

—Supongo que asistirás a la fiesta de cumpleaños de la niña de la que me hablaste el otro día.

—Así es —afirmo acomodando el moño rosa chillón sobre el papel morado—. Nos hicieron la invitación oficial a Leandro y a mí, y sería imperdonable que no nos presentáramos.

—¿Irás con Leandro? ¿Ya se ha sentido mejor? —Me pregunta receloso, sirviéndose una copa sobre el mini-bar de la sala.

Mi sonrisa se borra y niego lentamente con la cabeza, jugando con los bordes de mi vestido azul.

Leandro ha empeorado. Los dolores que le atacan en la cabeza y en la espina dorsal lo han mantenido prácticamente todo el mes en la cama. Ante las dificultades que Leandro había estado presentando para caminar, el médico había recomendado usar una silla de ruedas, lo que le propinó un duro golpe a Leandro y lo puso más gruñón que nunca, y yo me había visto afectada por ese humor.

—Sí, irá conmigo, pero no fue fácil convencerlo —explico—. Cada día se pone más difícil, pero hay que comprenderlo.

Mi papá deja su copa en la mesita de centro y se coloca frente a mí.

—Está bien, Mer —Mi padre cabecea y apoya sus manos sobre mis hombros—. Tú sabrás qué hacer. Te dije que respetaría tu posición, y lo estoy haciendo.

Sonrío de nuevo.

—Te lo agradezco, papá. —digo con sinceridad.

Mi padre sonríe una última vez y me desea que me divierta en la fiesta. Cruzo mi pequeño bolso por mi cuerpo mientras me despido de él, para dirigirme a la casa de Leandro.

(...)

—Estoy tan feliz de que se haya animado a salir, lleva mucho tiempo en cama. —exclama Carlota quien me ayuda a guardar en el maletero de mi auto la silla de ruedas.

Cuando está totalmente adentro, le respondo:

—Sí. No fue fácil, pero lo logramos. —digo riendo suavemente.

No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora