Capítulo 19: El chico de mis sueños

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Merody

—Estás loca. —Me dice Leandro, esbozando una enorme sonrisa.

Yo también le sonrío al espejo y ladeo mi cabeza en varios ángulos para admirar mi cabello luciendo veinte centímetros más corto. La estilita que me hizo mi nuevo corte bob lloró cuando le dije que deseaba tenerlo lo más corto posible, porque deseaba donarlo a una organización donde con él elaborarían una peluca que darían gratuitamente a un paciente con cáncer. Esa paciente sería la adorable Aleana.

—Pues soy una loca feliz —le digo, girándome hacia él para besar su mejilla y rodear su cuello con mis brazos—. ¿Estás listo para irnos?

—Creo que sí —responde inseguro—. ¿A dónde iremos?

—A la playa —contesto entusiasta—. Tengo en el maletero de mi coche una enorme sombrilla para protegernos del sol, bikinis y una cesta repleta de sándwiches. Aparte de las ganas de pasar una excelente tarde contigo.

Froto mi nariz con la suya agradeciendo en silencio que él esté en la etapa del ciclo de tratamiento donde puede descansar de la quimio.

—Me parece un plan más que perfecto si lo combinamos con helado de uva —dice con una sonrisa que me derrite el alma—. Eso se llama tener iniciativa.

Me río y cojo mi bolso playero para después salir de mi habitación rumbo a la playa.

(...)

Playa Perla es una de mis lugares favoritos desde mi niñez. Mi padre me trajo aquí por primera vez cuando yo tenía diez años y desde ese momento le pedí que me trajera cada vez que pudiera, por lo que mi padre terminó construyendo una casa aquí.

La playa está ubicada a unos cuarenta y cinco minutos de la ciudad y está rodeada de muchísimas palmeras, además de tener agua de color muy claro. Leandro y yo nos instalamos en un buen lugar para admirar el paisaje. No hay muchas personas y sí poco oleada, a pesar de ser las ultimas horas de la tarde.

—Mi yo de doce años se dijo que si alguna vez se casaba, quería que la ceremonia fuera aquí. —digo de pronto.

Leandro se gira hacia mí luciendo un notable asombro fingido.

—¿Me trajiste aquí para pedirme que me case contigo? —inquiere, divertido.

—¡No! Claro que no —respondo con vergüenza—. Solo fue un simple comentario.

—De haber sido así, yo no hubiese tenido problema. —repone.

Abro los ojos sorprendida, pero él se empieza a carcajear.

—¿De qué te estás riendo? —gruño.

—Tuve que haber tomado mi cámara y capturar el gesto que hiciste en cuento dije eso, así podrías estarte riendo conmigo ahora.

Cruzo mis brazos enojada mientras él se continúa riendo a mi costa.

—Venga, no te enojes conmigo, Mer. —dice cuando nota que me levanto y empiezo a desprenderme de la ropa.

—No estoy molesta, sólo me iré a dar un chapuzón. —digo mientras me aplico bloqueador solar en los brazos con, quizá, demasiada fuerza.

—Voy contigo. —dice poniéndose de pie también.

—No, voy sola.

—¿No era que no estabas molesta? —me recuerda con una sonrisilla.

—No me gusta que se burlen de mí, Leandro. —suelto, mirando la arena blanquecina. Mis uñas de los pies pintadas con esmalte rojo resaltan en ella.

—Y no lo estaba haciendo, Merody —dice, resaltando mi nombre—. Es sólo que pensé que eras del tipo de chica que dice: «tengo diecinueve años, sólo pienso en graduarme y tener un trabajo. El matrimonio para después», por lo que tu comentario me sorprendió. Es todo.

Me mantengo en silencio durante un minuto, porque me siento insegura de decir lo que se me viene a la cabeza en ese instante.

—Y lo soy —digo finalmente—, pero tú eres el tipo de chico que me imaginé para casarme, y el que te hayas no-burlado de mí, me incomodó un poco.

Él también guarda silencio y sólo me mira durante unos minutos.

—¿El chico de tus sueños es un paciente con cáncer? —pregunta y lo miro a los ojos, totalmente incrédula—. Porque eso es lo que soy, Merody.

—No puedo creer que me estés diciendo eso —le digo poniendo mis brazos en jarras—. Tú no eres exclusivamente el chico con cáncer; eres Leandro: el muchacho que toma magnificas fotos, el mismo que me escuchó hablar del sueño que tuve a las tres de la mañana, el de los bonitos ojos mieles y el que hace hermosos regalos. Ese eres tú, el chico de mis sueños.

En un parpadeo, tengo mis labios pegados a los de Leandro, mientras éste me da un beso memorable.

—Si no fuera un tipo duro, me pondría a llorar —dice y siento que es sincero, porque sus ojos están cristalizados—. Eres una chica increíble, Mer. Te mereces a alguien mejor que yo.

—Oh, por favor —me río—. No vuelvas a decir nunca más esa frase, la odio. Es tan cliché.

Leandro también ríe conmigo, antes de abrazarme por la cintura.

—Demonios, Merody Esmeralda —dice mientras nos mecemos suavemente sobre la arena—. Me gustas mucho, cásate conmigo.

Sonrío como una completa enamorada al escucharlo.

—Algún día lo haré —le prometo—. Y Ángela me ayudará a organizarlo todo.

—Espero que no te tardes demasiado —dice en un susurro—. No quisiera perder la oportunidad de mirarte vestida de blanco, como si fueras un ángel.

Ahogándome en la profundidad de sus ojos, pienso en lo doloroso que sería perderle. En cualquier otro momento toda esta escena me parecería demasiado empalagosa, pero yo realmente siento que amo a este chico, y me gustaría tanto que estuviera completamente sano para poder amarlo... toda la vida.


No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora