Capítulo 17: Alma rota

1.5K 119 2
                                    

Merody

El cielo parecía estar cayéndose a pedazos aquel horroso lunes de Enero, y probablemente mi alma también lo estaba haciendo.

A través del ventanal podía ver de manera ausente el sorpresivo aguacero que estaba cayendo sobre la ciudad. Era tan potente, que la sala de emergencias del hospital estaba recibiendo a personas que se habían accidentado en las carreteras resbaladizas. Por más frío que se escuchara, eso a mí me tenía sin cuidado. Lo que acapara toda mi atención ahora es el estado de Leandro, al que le están realizando varios estudios en estos momentos para determinar la etapa de crecimiento del tumor. Su madre está fuera de la sala acompañándolo, a pesar de que él se encuentra sedado. Yo, por mi parte, me he quedado en la sala de espera sufriendo un fuerte dolor en mi pecho, y sin poder creer que la vida me haya puesto semejante situación ante los ojos.

Mi novio —el chico de los ojos mieles que tanto me encantan—, sufre de cáncer cerebral.

Tomo un sorbo del té de manzanilla que me facilitó una buena enfermera, después de verme pasar por un severo ataque de pánico y desecho lo que queda en el vasito de plástico en la papelera a mi izquierda. Mi teléfono suena y limpio mis lágrimas antes de contestar.

—Hola, Ángela. —digo como un robot. Estoy entumecida.

Cariño, que bueno que me contestas —susurra aliviada—. Está lloviendo muchísimo y ni siquiera me había dado cuenta de que habías salido. ¿Te encuentras con Leandro?¿Están bien?

Sonrío sin emoción alguna ante su pregunta.

—No estoy para nada bien. —contesto con sinceridad.

Eso ya lo percibo. Te oyes muy rara, ¿Qué pasa? —pregunta y me doy cuenta de cuánto me conoce esta mujer. Pensaba que no tendría el valor suficiente para hablar de este tema por al menos un buen tiempo, pero me descubro unas inmensas ganas de desahogarme con ella.

—Estamos en el hospital. Leandro está enfermo. —digo escueta.

¿Otra vez? ¿No estaba enfermo en Nochebuena? —pregunta inocentemente. Miro de nuevo al ventanal y suspiro entrecortadamente.

—Tiene cáncer cerebral —completo.

Del otro lado de la línea se escucha un jadeo y el posterior agite propio de cuando una persona se está movilizando. De manera ahogada se puede oír un montón de frases y después la voz ronca de mi padre me llega.

Mi niña. ¿Es en serio lo que le dices a Ángela? —pregunta él.

Me enfurezco de momento.

—¿Cómo crees que yo podría jugar con algo así? ¡Por supuesto que es verdad! —grito sin importarme la advertencia que me lanza una enfermera en la recepción—. Siento que me estoy muriendo, papá.

Sollozo fuertemente y escucho como mi padre me susurra disculpas y palabras de aliento.

¿Quieres que vaya para allá? —ofrece con voz suave.

—Por favor. —ruego con lágrimas corriendo por mis mejillas otra vez.

De acuerdo, estoy saliendo de casa en éste momento. —dice.

Cuelgo la llamada y me levanto, empezando a dar vueltas por toda la sala. Minutos después, Carlota —con gesto cansado y una gran taza de café en la mano— se acerca.

—¿Cómo está? —me apresuro a preguntar cuando estamos frente a frente.

—Está dormido —contesta removiendo su café con una pequeña pajilla—. Ya le realizaron los estudios y esperamos hasta mañana por los resultados.

No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora