Capítulo 5: Encuentros

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Merody. 


El sábado me levanto muy temprano para ver a los gemelos irse con papá mostrándose muy entusiasmados y optimistas. Ángela los despide deseándole que pasen un buen rato y se encarga de la limpieza de la planta de arriba de la casa, mientras que yo, me quedo en solitario desayunando en la cocina. Hoy fuese un bonito día si no tuviera que pasar la mayoría del tiempo con Nacho. Quiero decir, está bien que queramos comportarnos como dos jóvenes maduros que pueden pasar el rato y estudiar sin que la condición de ex parejas se imponga, pero de mi parte eso es algo difícil de lograr.

El teléfono vibra sobre la mesa y le echo una ojeada al nombre del remitente. Es él.

—Hola. —saludo sin mucho entusiasmo.

—¡Buenos días, Mer! exclama— Estoy llamándote para acordar el lugar de nuestra cita. —Achico los ojos ante el término que uso para nuestro encuentro—. Sé que dijiste que sería en tu casa, pero ¿aún sigue siendo así?

—No, cambié de opinión —Le digo, revolviendo los huevos de mi desayuno en el plato—. Quisiera que fuera otro lugar.

—¿La biblioteca? —propone y por su tono, sé que no le agrada demasiado la idea. Ahogo la risa.

—No, pero ¿qué tal esa cafetería adyacente a la facultad? Está muy cerca también de la biblioteca, así que en caso de necesitarlo, podemos ir para allá. —Me levanto y llevo el plato hasta el fregadero—. Debemos adelantar lo más que se pueda del proyecto.

—Me parece bien —dice y su voz vuelve a transmitir la misma emoción que al inicio—. ¿Paso por ti o nos vemos allá?

—Nos vemos allá. —respondo en automático, apoyando el teléfono entre mi hombro y oreja para poder enjuagar bien los trastes.

—No debí dejarte opción. —murmura arrepentido. 

Ésta vez no puedo evitar reírme.

—Tranquilo, Nacho. De todas maneras nos veremos.

—Ese es mi único consuelo, créeme. —susurra provocando que cierre los ojos un instante, permitiéndome que miles de flashback aparezcan en mi mente lo que no me permiten seguir con la conversación, por el simple hecho de que son demasiados dolorosos aún. 

Al notar mi silencio, corta la comunicación y doy un largo suspiro mientras dejo el celular sobre la isla de la cocina.

Ambos sabemos que esto empeora todo. Ni él ni yo debemos estar tratándonos como antiguamente lo hacíamos, porque ya las situaciones no son las mismas. Ignacio está saliendo aun con mi ex mejor amiga, y aunque durante un tiempo desee devolverle la jugada y provocarle el mismo sufrimiento que ella me causó, mis principios no me lo permitieron. Mantenía esa misma mentalidad todavía, pero el trato de Nacho hacia mí, me lo estaba dificultando todo.

(...)

Duré media hora duchándome y aún me encontraba arreglándome. El pantalón de jeans rasgado se ajustaba muy bien a mis piernas y el jersey rosa me brindaba soltura y frescura, que era justo lo que quería, puesto que el calor estaba empezando a sentirse en el ambiente. Delinee mis ojos verdes y me apliqué un poco de brillo a mis labios, alzando mi cabello rubio en una coleta alta. Cuando miré al reloj decorativo en mi habitación me di cuenta de lo tarde que se estaba haciendo, por lo que cogí el primer bolso que encontré y lancé en él todos los libros sobre periodismo de mi estantería. Me calcé unas zapatillas a juego y me despedí apresuradamente de Ángela y mi hermanito.

Cuando empujé la puerta giratoria de Esmeralda Café, me felicité por haber elegido este lugar para estudiar. La estancia era lo bastante amplia como para que, aun cuando se encontraba llena de personas, no había ningún amontonamiento ni agobio. Las paredes color beige estaban decoradas con diversos posters de fotografías familiares, tazas de café y de té.

El exquisito olor a café y algo horneado me tenía mareada, por lo que me trasladé hasta el mostrador donde una señora de unos cincuenta y tantos años y cabello rubio, me saludó con una cálida sonrisa.

—Buenas tardes, linda. ¿Que deseas ordenar? —Sacó de su delantal estampado de flores una pequeña libreta que apoyó en el mostrador y preparó un bolígrafo. Al verme un poco indecisa, decidió ayudarme—. Si quieres, puedo ofrecerte un rico pastel de calabaza que acabamos de hornear y un café moka.

—Por favor. —De solo describirlos, se me hizo agua a la boca, por lo que no dudé ni un segundo en aceptar su sugerencia. Con la promesa de que mi pedido seria llevado a la mesa donde estaría, me retiré del mostrador dándole paso a las siguientes personas.

No había muchas alternativas, por lo que terminé sentándome en una mesa lejana a la entrada. Mis prisas no habían servido de mucho, ya que mi compañero aun no había llegado. Dejé el pesado bolso en la silla de mi izquierda y saqué los apuntes, memorizando la metodología que debíamos realizar para el proyecto.

Luego de unos cuantos minutos, el camarero llegó a mi mesa junto con Ignacio, quién se disculpó por la tardanza.

—Tú también vas a tener que perdonarme, no he pedido nada para ti. —Le digo y él ríe, aprovechando la presencia del camarero para ordenar lo suyo. Una vez que nos encontramos solos, toma asiento frente a mí y se despoja de su chaqueta azul, quedándose sólo en camiseta blanca. Hinco el diente en mi postre para evitar suspirar como una tonta. O al menos, para tener un motivo para hacerlo. El pastel de calabaza estaba riquísimo.

—Y bien, ¿tienes algún tema en mente para nuestro proyecto? —pregunta Ignacio luego de comer nuestras meriendas.

—Por supuesto. —Asiento apurando mi café.

—¿De qué se trata? —pregunta entusiasta, abriendo una hoja en blanco de su libreta. 

—Me encantaría poder hablar acerca del periodismo digital —Le comunico poniéndole toda la emoción que siento para con este tema—. Estamos evolucionando rápidamente y todo se está volviendo digital, así que estoy convencida de que la investigación que podemos realizar acerca de esto, podría resultar ser muy interesante tanto para nosotros como para los jueces.

—Definitivamente sí —dice y sus ojos achocolatados se clavan en los míos, pero me encargo de evadirlos—. Sólo de escucharte hablar con tanta pasión acerca del tema, me las has contagiado.

—Entonces, ¿te parece bien mi propuesta? —Sonrío jugueteando con mi bolígrafo. 

Su intensa mirada me está poniendo nerviosa. 

—Muy bien. —enfatiza para posteriormente comenzar a tomar notas, lo que me permite suspirar de alivio al no tener sus ojos clavados en mí. 

La campanita ubicada en la puerta giratoria suena, por lo que levanto la vista y observo al nuevo cliente que ingresa a la cafetería. Su figura me es familiar por lo que lo sigo con la mirada hasta que se encuentra en el mostrador y decide girar la visera de la gorra que lleva, dejándome ver su perfil.

Sonrío cuando descubro de quién se trata. 

No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora