CAPÍTULO 22

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Cuando ________ descabalgó, le temblaban las piernas. Incapaz de dejar escapar un sollozo, permitió que las lágrimas corrieran por sus mejillas por primera vez en muchos años. Se abrazó al cuello del appaloosa de Nick con los ojos cerrados. El inquieto semental ni se movió, parecía entender toda la rabia y la desdicha que encerraban aquellos gemidos en lengua lakota.

Más serena, pensó que de nada servían las lamentaciones. Acarreó un cubo de agua y surtió de heno el pesebre. El pobre animal estaba sudoroso y no tenía ninguna culpa.

Fue directa a la casa. Los nubarrones oscurecían la tarde, así que encendió el quinqué y se ató el delantal para que a la hora prevista no faltara comida dispuesta sobre la mesa. Era lo que se esperaba de ella.

Mientras enjuagaba las verduras, oyó un fuerte relincho. Y maldijo a Nick. El caballo, cualquiera que fuese, no tenía por qué pagar toda su rabia. No había necesidad de clavarle el bocado tirando de las riendas con tanta violencia.

Tal como esperaba, la puerta no tardó en abrirse con brusquedad.

—¿Quién te has creído que eres para llevarte mi caballo? ¡Contesta!

________ no se giró; tuvo que agarrarse con fuerza al borde del fregadero para evitar el temblor.

—¡Basta!

Su grito llegó con el destello de un relámpago. Durante el tiempo que tardó en llegar el trueno, una ráfaga de viento bandeó las cortinas.

—¿Qué has dicho?

El cielo tembló al mismo tiempo que _________ giraba en redondo.

—¡Basta! —gritó—. ¡He dicho basta! Se acabó, Nick Jonas. No voy a permitir que vuelvas a humillarme. Mientras me quede un soplo de aliento, juro por Dios que nadie me va a volver a pisotear.

Nick se quedó de una pieza. Nunca la había visto llorar. Pero no pensaba dar explicaciones ni mucho menos disculparse. No tenía motivos para avergonzarse de sus actos. Una rabia amarga le fue envenenando la sangre al sentirse juzgado.

—Yo te creí un hombre honesto y ni siquiera eres capaz de cumplir con el compromiso del matrimonio. —Las palabras salían de su boca a borbotones—. Me educaron para vivir con honor, para tener valor y orgullo. Sí, a mí. Y tú, que tan perfecto te crees, no sabes nada de todo eso. ¿Y te atreves a despreciarme? ¡Me das asco! No eres más que una marioneta en manos de esa buscona.

Uno a uno, los insultos fueron lacerando el amor propio de Nick dejando tras cada palabra una herida.

Fuera, la tormenta veraniega comenzó a arreciar alternando rachas de fuerte aguacero con otras menos intensas.

—Te equivocas —masculló con la mandíbula tensa—. Eres tú la que no cumples con tus obligaciones como esposa. No tienes derecho a exigirme algo que tú eres incapaz de dar.

—Es eso. Muy bien. —Se arrancó el vestido con ambas manos haciendo saltar todos los botones—. ¿Qué tengo que hacer para que no me sometas a la humillación de verte en manos de la primera mujer que se cruza en tu camino?
Sin dejar de mirarlo, se lo sacó por los pies. Y, ante la atónita mirada de Nick, desenlazó el corsé con manos temblorosas y lo lanzó a un lado. En un par de zarpazos se arrancó la enagua, la camisa y el calzón. Totalmente desnuda, sólo cubierta por medias y botas, le sostuvo la mirada con desprecio.

—Vamos, tómame. ¿No es esto lo que querías? Si éste es el precio que tengo que pagar para que dejes de deshonrarme en público, tómame ahora mismo todas las veces que quieras. ¡Hasta que me lastimes! ¡Hasta que me rompas por dentro y no sienta nada!

Nick tuvo que tragar saliva. Nunca la había visto desnuda. ¡Dios, era tan hermosa! Cerró los ojos y apretó los dientes. Maldito deseo. Pese a lo incómodo de la situación, sintió cómo se endurecía su miembro hasta que el dolor resultó insoportable. Mientras viviera, no podría olvidar la redondez de sus senos erguidos, el delicioso ombligo en el centro de su cintura estrecha, la curva de sus caderas, el vértice de rizos rubios entre sus muslos… Respiró hondo. 

Una vez y otra más, hasta que pudo mirarla de frente.

—No te ofrezcas como una ramera.

—Es así como me haces sentir —confesó ella con la voz quebrada—. Mi cuerpo es lo único que te interesa de mí. Me odias porque no he sabido darte lo único que a tus ojos tiene algún valor. El resto no vale nada, ¿verdad? Porque no poseo una sangre irlandesa tan pura como la de los Jonas.

—No es necesario que te ensañes con ellos. Todos están muertos. Vomita todo tu desprecio contra mí porque soy el único que queda vivo —murmuró con un deje amargo.

—¿Qué estás esperando?

Nick se acercó a ella y le acarició la barbilla. Bajó la mano mientras le rozaba un pecho con los nudillos, le sostuvo la mirada. Contuvo el aliento al comprobar cómo el pezón se endurecía con aquel leve roce.

—No quiero un sacrificio. —Ella giró la cara—. Si alguna vez te entregas a un hombre, hazlo cuando sientas que no hay nada en el mundo más importante que él.

_________ no pudo reaccionar hasta que oyó el portazo. Cerró las ventanas aterida de frío. Como pudo, hizo un fardo con toda su ropa, tomó el candil y fue hasta el dormitorio.

Cuando se lanzó de bruces sobre la cama, estalló todo el dolor contenido. El golpeteo irregular de la lluvia en los cristales apenas logró silenciar sus sollozos. Por primera vez en mucho tiempo, lloró sin ahogar los gemidos. Golpeó la almohada con los puños mientras su cuerpo se sacudía sin que nada fuera capaz de serenarla. Derramó mil y una lágrimas. Porque supo esa noche que el hombre capaz de causarle tanto dolor había conseguido instalarse a hurtadillas en su corazón. 

Estaba enamorada y era inútil resistirse.

A unas yardas de la casa, con los brazos a los costados bajo el aguacero, Nick recordaba su cuerpo desnudo. Tan cerca y tan inalcanzable. Durante años había vivido en soledad. Lo que necesitó de las mujeres supo cómo conseguirlo. No era fácil compartir lecho y techo con _______ deseándola tanto. Porque no codiciaba solo su cuerpo, la deseaba a ella. Se engañaba a sí mismo. Sí existía algo más que la compañía y el respeto. Un sentimiento profundo y desconocido que le arañaba en el centro del pecho cada vez que recordaba sus lágrimas. ¿Lástima? ¿Compasión, tal vez? No, no se trataba de eso.

Si duro fue el desprecio de Harriet por no poseer fortuna, mucho más doloroso era sentir que __________ lo rechazaba como hombre. No confiaba en él. Lo consideraba capaz de una traición sin siquiera otorgarle el beneficio de la duda. Un desengaño más que añadir a la larga lista de fracasos que constituía su vida adulta.

Ella llegó junto al emblema del pasado y del presente. Podía haberlo sido de su futuro juntos. Pero el shamrock sólo había servido para recordarle que el afecto nos convierte en seres vulnerables. No era más que un estigma de muerte y abandono, porque todas las personas queridas nos acaban dejando. Ella también.

Estaba solo y moriría solo. El último Jonas.

Recordó su infancia feliz y se obligó a borrar de su mente la imagen de los hijos que nunca llegaría a tener. Cayó de rodillas, pero los charcos no reflejaron su imagen. Solo vio niños corriendo escaleras arriba y abajo, sonrisas inocentes que se dibujaban en su imaginación con dolorosa nitidez. Vio pequeños que se aferraban a su cuello en busca de consuelo mientras su mano enjugaba montones de lágrimas cándidas. Y allí estaba ella. Feliz entre risas infantiles, mediadora en disputas estridentes, confidente de mil y un secretos. Ella, rodeada de pequeños traviesos de mirada clara y risueña. Con la mirada de ________.

No, no podía. De rodillas en el fango, supo que no debía consentir que _______ renunciase a sus sueños. Aunque sin ella, el resto de su vida no sería más que un inmenso vacío, solitario y sombrío como la boca de un pozo.

Dama de TrébolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora