CAPÍTULO 23

173 10 0
                                    

A la mañana siguiente, _______ mordisqueaba una rebanada de pan untada en jalea con la mirada fija en los pastos. La tormenta había cesado y un tímido sol se dejaba ver entre las nubes. Se sentó a la mesa y tomó un sorbo de café. La jornada se presentaba larga y dura. Y estaba muy cansada. En la cama, había llorado hasta caer rendida.

Oyó la puerta y supuso que era él. Alzó la cabeza con la espalda bien erguida, ya nunca se doblegaría ante nadie. Pero al verlo entrar tuvo que desviar la mirada con un nudo en la garganta, porque sus expresivos ojos castaños habían perdido el brillo.

Ni la miró cuando se adentró por el pasillo. Con la ropa todavía húmeda y briznas de heno por todas partes, parecía un perro apaleado. La noche en el establo seguramente no había sido la más cómoda de su vida.

________ tuvo que contener las lágrimas. Lágrimas de ira, porque estaba loca de celos. Y de compasión, porque no quedaba vestigio en él del hombre decidido y fuerte a quien amaba. Por primera vez, habían dormido separados. La cama le había parecido grande y vacía sin Nick a su lado.

Lo oyó mover la cama del cuarto de cuentas. Era extraño, la caja donde guardaba el dinero para pagar los jornales cuando no lo tenía en el banco no solía sacarla más que en fechas de pago.

Nick volvió a la cocina con el torso desnudo y la camisa en la mano. Olía mal, iba despeinado y sin afeitar. Sus ojos lucían unas profundas ojeras cuando la miró y sin decir palabra depositó unos cuantos billetes sobre la mesa. Sobre éstos, apiló diez relucientes dólares de plata. Antes de depositar la última moneda, leyó con una mueca plena de tristeza el lema que enmarcaba el águila [1]. Cuando se había perdido la confianza en las personas, qué poco sentido tenía confiar en Dios.

—Aquí tienes tu libertad —dijo acariciando con el índice la efigie del anverso—. Hay más que suficiente para alquilar un coche y para un billete de tren. En la herrería encontrarás quien te lleve de vuelta a Kiowa.

_______ giró la cabeza y se cruzó de brazos.

—Una vez allí —continuó Nick—, puedes tomar un tren hacia Denver, o en dirección a Kansas, si lo prefieres. En cualquier sitio saldrás adelante; eres una mujer de recursos y no te costará emprender una nueva vida sin necesidad de depender de nadie.

________ volvió la cabeza y le sostuvo la mirada. Nick sintió una punzada en la boca del estómago; sus ojos hinchados y enrojecidos delataban que durante la noche había pasado horas llorando.

—Mi libertad la elijo yo —alegó muy serena—. Y no pienso ir a ninguna parte. Si crees que te voy a dejar el camino libre para estar con ella, te equivocas.

_______ respiró hondo y volvió la vista hacia la ventana. Nick le tomó la barbilla con suavidad, pero ella lo apartó de un manotazo.

—Vete —insistió él—. No debes renunciar a tus sueños encadenándote a estas tierras. Aquí no encontrarás lo que buscas.

—Lo has destrozado todo —le reprochó mirándolo con dureza—. El futuro, mis ilusiones… Solo fue el estúpido sueño de una ilusa ignorante. ¡Qué fácil te será a ti en cambio rehacer tu vida!

—Una vez me dijiste: «No se deje engañar por lo que ve» —afirmó en tono grave—. Ahora te lo digo yo a ti. No te dejes engañar por lo que te muestran tus ojos, mira con el corazón.

Dama de TrébolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora