CAPÍTULO 8

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El lunes ______ se levantó contenta de tener seis días de trabajo por delante, porque los domingos se convertían en jornadas largas y solitarias. Durante las noches, incómoda como estaba compartiendo la cama con su esposo, contaba con tiempo para pensar. Pese a que él siempre se acostaba dándole la espalda, a ella le solía costar conciliar el sueño.

Con espíritu práctico, optó por no atormentarse con pensamientos pesarosos y mirar cara al futuro. Ya que la familia se había convertido en una idea lejana e inalcanzable, decidió centrar todos sus esfuerzos en su nuevo hogar. Y, en adelante, haría lo posible por levantar aquel rancho. Por ejemplo, se sentía orgullosa de su destreza para la repostería. Cordelia se había esmerado en enseñarla y las escasas visitas que recibían alababan las tartas de _______, por lo que ella estaba dispuesta a mostrar sus habilidades en el hotel del pueblo a la primera oportunidad.

Aquella mañana, cuando salió a ocuparse de las aves, vio venir un jinete en dirección a la casa. Se hizo sombra con la mano y al comprobar que se trataba de su esposo continuó con su tarea.

Volvía a casa cuando vio que Nick enganchaba el Surrey y se acercó. Acarició el lomo de aquel caballo con cariño. Al ver a otro caballo atado a la trasera, supuso que no volvería a verlo más.

—Este coche aquí es un estorbo —explicó él con sequedad.

—Lo sé.

Comprendía que el dinero era más necesario que un coche de paseo, pero la apenaba desprenderse de él, más por el caballo que por el vehículo.

—El caballo… ¿también? —preguntó.

—No necesito un caballo de tiro —comentó observando cómo asomaba la tristeza a los ojos de su esposa—. ¿Te encargabas tú de él?

—Un muchacho se ocupaba a diario de limpiar la cuadra y de pillarlo, pero hace años que estaba en casa. ¿Puedes llevarme al pueblo? —preguntó desechando aquellos recuerdos que la entristecían.

Nick asintió con la cabeza y continuó enganchando los arreos como si ella no estuviese presente. ________ entró en la casa y se quitó el delantal, se adecentó el peinado y se puso el corsé. Cuando salió, Nick ya la esperaba en el coche.

Recorrieron las tres millas hasta el pueblo como dos extraños. Cuando llegaron a las primeras casas, ________ se dedicó a observar todo lo que el primer día le pasó desapercibido. Indian Creek era más grande de lo que había imaginado. A su derecha vio la escuela cerca de una arboleda, y más adelante se erigía el más alto de los edificios del pueblo, la iglesia. Se elevaba del nivel de la calle por cuatro escalones, contaba con porche y un pequeño campanario. En la parte posterior, se ampliaba por medio de un gran salón con ventanales. Y tras él, una enorme explanada que se extendía hasta la arboleda de la escuela. Ambos edificios destacaban por sus paredes de madera blanca, pintadas con pulcritud. Pero la puerta y la ventana de la iglesia, así como el ojo de buey del campanario, estaban decorados con pintura roja y verde que ponían una nota de alegría entre tanta blancura.

Frente a la iglesia se levantaba la herrería, que anunciaba venta y alquiler de caballerías. Esta parte era la más ancha de la calle. Casi podía decirse que se abría a modo de plaza sin llegar a serlo. A esa hora, el pueblo se encontraba bastante concurrido, tanto de caballerías como de personas circulando arriba y abajo o paradas ante los negocios.

A las puertas de la herrería, Nick frenó el coche.

—No tardes, tengo demasiado trabajo para perder el tiempo esperándote. ¿Sabes montar? —Ella asintió—. Más vale así, montarás a mi espalda.

—Tengo que hacer un recado —murmuró sin levantar la cabeza.

________ optó por marcharse cuanto antes. No era más que un caballo viejo, pero prefería no estar presente cuando se deshicieran de él. Se acercó al animal, le rodeó el cuello con los brazos ante las miradas furtivas de Nick, incómodo ante aquella muestra de cariño. Y mientras le rascaba la testuz, le susurró unas palabras en voz baja.

Nick frunció el ceño apretando la mandíbula y la cogió por el brazo.

—¿Qué lengua es ésa? —inquirió con voz letal.

________ lo miró asustada. Los ojos fieros de Nick le dijeron que acababa de cometer un gravísimo error.

—Lakota —murmuró—. Una lengua Sioux.

—¿Dónde la has aprendido?

—Mis padres… mis padres eran lakotas —dijo temerosa.

Pero el recuerdo de sus padres hizo aflorar su orgullo. Alzó la cabeza y lo miró de frente con la barbilla temblorosa.

—Y yo también lo soy, o lo fui —añadió con tristeza.

—¿Indios? —masculló él incrédulo—. Tú no eres india, ni mestiza. —Estaba furioso y aturdido, ésa era la consecuencia de haberse unido a una desconocida—. ¿Piensas que voy a creerte? No eres más que una sucia embaucadora.

Se adentró con los puños apretados en la herrería dejándola con la palabra en la boca. ________ se dirigió al hotel a paso ligero. Ahora sí era fundamental encontrar una manera de ganarse la vida. Quizá no la dejase volver a poner los pies en sus tierras.

Rodeó el edificio. La puerta de la cocina debía de quedar en la parte trasera y, dado el propósito que la llevaba hasta allí, no consideró oportuno entrar por la puerta principal.

La recibió una mujer regordeta que insistió en que se tutearan y la llamase Alice. En aquella cocina estaban abrumados de trabajo, hecho que _______ aprovechó con sabiduría a su favor. No les costó ponerse de acuerdo y, antes de salir, ya habían apalabrado un encargo para el día siguiente.
La casualidad hizo que coincidiese allí con el doctor Holbein. Recordó entonces el brazo herido de Nick. Quizá aquella noche ella no tuviese ni un techo bajo el que refugiarse, pero no podía evitar preocuparse por el aspecto de la quemadura de su esposo.

—¿Doctor, conoce a la señora Jonas? —Alice se encargó de las presentaciones. El medico la miró con una sonrisa de sorpresa—. _______, el doctor Holbein es nuestro ángel guardián.

—Me alegro de conocerla.

—Es un placer. Si no le importa, me gustaría hacerle una consulta. Le espero fuera. Adiós, Alice —se dirigió a la mujer—. Mañana vendré en cuanto pueda.

_________ se marchó y Alice la contempló pensativa mientras el doctor le examinaba un corte en la mano al que ella se empeñaba en no dar ninguna importancia.

—Me gusta esa chica, doctor. Sabe negociar y no duda en arrimar el hombro si es necesario. Me ayudará con los postres. —El médico sonrió y una mirada pícara asomó detrás de sus lentes—. Ha venido como una bendición, ya ve cómo estamos. Me parece que será una buena esposa para ese ranchero.

—Me marcho —concluyó él guardando su reloj en el bolsillo del chaleco—. Y tú hazme caso y no mojes esa herida.

El doctor Holbein rodeo el edificio y encontró a _________ esperándole junto a la puerta principal.

—¿Qué querías comentarme? —Le pareció que ella se sorprendía—. Vamos, conozco a tu esposo desde que llevaba pañales y, si a él lo tuteo, a ti también. Eres una niña a mi lado. Dime, ¿qué te preocupa?

—Nick se quemó con una soga y creo que se le ha infectado. Le aplique un ungüento, pero no sé si será suficiente.

—Parece que tienes experiencia —dijo mirándola con curiosidad.

—Mi madre… —Se le atragantó la palabra— me enseñó.

El doctor asintió satisfecho, abrió su maletín y le entregó un tarro.

—Lávala todos los días con agua y jabón y ponle esta pomada.

—Doctor, agradezco su amabilidad, pero… no puedo aceptar. No tengo con qué pagarle… —comenzó a decir incómoda.

—Te contaré una cosa —dijo acercándose a ella conmovido por su franqueza—. Desde que murió mi querida Lorna, como a diario en el hotel, pero Alice se preocupa en exceso por mi… —continuó en tono de confidencia atusándose el bigote—. Opina que los dulces no me convienen. Vamos a hacer un trato: tú te quedas la medicina y a cambio me haces una tarta entera para mí solo, sin que ella se entere.

_________ sonrió agradecida y él le tendió el tarro como si ambos fueran cómplices de una travesura.

Dama de TrébolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora