CAPÍTULO 41

176 8 0
                                    

A la vuelta de la cascada, Nick tuvo que ocuparse de las tareas más imprescindibles, ya que en un rancho no existían los días festivos.

Cuando acabó de revisar el estado de un tramo del vallado, volvió al pueblo. No pensaba hacerlo antes del baile, pero necesitaba comprar soga nueva y prefirió hacerlo en ese momento que dejarlo para el día siguiente.

Se encontraba atando el rollo de soga al cuerno de la silla cuando una voz le hizo girar la cabeza.

—Señor Jonas, no pensaba verlo por aquí —le saludó la viuda Keller.

—Señora —correspondió sin mucho entusiasmo tocándose el ala del sombrero.

—En realidad, su esposa no debió tomarse la molestia de acercarse hasta mi casa. Habida cuenta que usted tenía asuntos que resolver en el pueblo, podría haberse evitado un viaje.

Por el tono dedujo que aquella mujer intentaba decirle algo. Aquello le irritó porque no era hombre dado a andarse con rodeos y odiaba ese tipo de conversación.

—No es tan grande la distancia —añadió evitando darle pie a seguir.

—Pero seguro que en su casa, tratándose de un rancho, debe de estar muy ocupada. Me sorprendió bastante su visita, porque saldar la cuenta antes de la venta de ganado no es la costumbre.

Nick recibió el mensaje con toda claridad, y si la viuda Keller esperaba que mostrase sorpresa por ello, estaba muy equivocada. Él no contestó, se limitó a mirarla inexpresivo y siguió con lo que estaba haciendo.

—En fin, no hace falta que le diga que en mi casa, como el resto de rancheros y granjeros, tiene las puertas abiertas y que con toda tranquilidad puede comprar a cuenta. Así ha sido siempre y así pienso seguir llevando mi negocio. Que tenga usted un buen día, señor Jonas.

Nick la saludó con un movimiento de cabeza y montó con calma. Notó cómo toda la sangre del cuerpo corría con velocidad agolpándose en su cabeza y luego retrocedía iniciando un veloz descenso para volver a subir. Aquella mujer había cumplido con su cometido, le había informado de que su dócil esposa había saldado la cuenta en la tienda a sus espaldas. Espoleó apenas al caballo para que iniciase la marcha y se alejó despacio. Una vez se encontró lo suficiente lejos de las últimas casas, clavó espuelas con fuerza levantando un remolino de polvo.

El camino le pareció más corto que nunca. Subió la ladera tan rápido que apenas noto el desnivel y a las puertas de casa tiró de las riendas con tanta fuerza que el caballo levantó las patas. De un salto, puso los pies en el suelo y se quedó clavado tratando de mantener la calma. 

Sin perder tiempo en amarrar al animal, en dos zancadas se presentó en el porche de casa.

_______ se preparó para el chaparrón. Pensaba haberle informado durante la cena, no esperaba que se enterase tan pronto. A fin de cuentas, suponía que no iba a reaccionar con alegría, de manera que siguió con lo que estaba haciendo volviendo apenas la cabeza cuando advirtió su presencia.

—La cena no tardará nada —comentó en un tono de lo más habitual.

—Quiero que me expliques cómo has cancelado la cuenta en la tienda. —Utilizó un tono bajo y amenazador.

—Pensaba contártelo mientras cenamos, así que por favor ve a lavarte las manos y en cuanto te sientes te daré una explicación.

Dama de TrébolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora