Capítulo 2

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     — Me encantan los días lluviosos — murmura Marisse viendo la lluvia caer por su ventana. Le encantaba el olor que aquella provocaba al chocar contra la tierra.
     Marisse sonríe con amplitud. Extrañamente hoy parece ser un buen día. Ayer hizo todas sus tareas después de llegar de su trabajo. Ella quiere ser una abogada profesional en un futuro no muy lejano. Sus papás murieron hace dos años y desde entonces se las ha ingeniado para salir adelante por si misma. Claro, con la ayuda de la buena herencia que le dejaron sus padres. Lo suficiente para poder vivir bien durante algunos años. Marisse vendió la casa que fue parte de la herencia, lo hizo para poder comprar su propio departamento amueblado. Es grande, pero muy acogedor. Marisse Grayson tiene 18 años de edad y actualmente trabaja en un buffett de abogados como secretaria. No es la gran cosa, pero es su primer empleo y aprende mucho de la profesión. Su mejor amigo Gianluca también trabaja ahí, sólo que como un practicante. Su padre es uno de los socios. Gracias a él, Marisse pudo encontrar ese empleo.
     Gianluca está enamorado de ella, pero ella no... Si lo quiere, le resulta muy atractivo pero no lo puede ver como otra cosa que no sea su amigo. A Gianluca le revienta al no ser correspondido, pero para su suerte, a Marisse no le interesa nadie.
     Después de tomar una buena ducha, se cambia a su ropa de trabajo; Falda corta, tacones, blusa blanca y chaqueta.
     Al bajar a la cocina para tomar su desayuno, alguien ya ha servido dos platos con pancakes. Marisse pone los ojos en blanco.
     — ¡Hola loca! — saluda la voz de su mejor amiga Alice.
     Había olvidado que se había quedado a dormir en una de las habitaciones libres.
     — ¡Hola tú! ¿que no tenías que estar ya en tu casa?
     — Si, pero hablé con papá y le dije que iba a desayunar contigo y me dijo que estaba bien. Ya sabes, cuando estoy contigo me da permiso de todo... Con lo santurrona y bien portada que eres — dice Alice ladeando una mano — Enserio, Mari, deberías de salir con alguien y tener tu primer revolcón.
     — Ya te dije que no quiero — contesta Marisse aburrida.
     Su amiga Alice le dice eso todos, TODOS los días y a ella ya le da igual sus reproches.
     — ¿Que tal Gianluca? Está que se muere y babea por ti y tú no le haces caso al pobrecito... Dale una oportunidad, Mari.
     — ¿Otra vez te obligó a que hablaras conmigo, verdad? — pregunta Marisse ante el puchero de su rubia amiga.
     Alice suelta una ruidosa carcajada y asiente.
     — Bien, me atrapaste... Pero en verdad deberías de darte una oportunidad con alguien... No me gusta que estés sola siempre.
     — ¡Joder! Que lo haré cuando alguien de verdad me guste, Alice — chilla Marisse levantándose de la mesa sin haber probado bocado — y ya me voy, ya se me hizo tarde. Dejas la llave en su lugar. Nos vemos.
     Marisse se despide de su amiga, toma su bolso y se va corriendo para ir a tomar un taxi. Lastimosamente su moto está en reparación en el taller por algunas fallas técnicas que ha presentado los días atrás, así que prefirió no matarse.
     Marisse llega a su trabajo con diez minutos de retraso. Seguramente hoy si la despide su jefe... Ella es la secretaria del socio mayoritario. El señor Gilbert. Es un viejo amargado, rabo verde que no pierde la oportunidad de acosarla.
     — ¿Ya supiste que el señor Gilbert vendió todas sus acciones? — pregunta Andrea. Una de las tantas secretarias.
     Marisse se sorprende. Ella no sabía nada.
     — No, no sabía... ¿Y a quien se las vendió?
     — No lo se. Lo único que se es que es un millonario demasiado sexy. Ah si, dejó dicho que cuando llegaras pasaras a su despacho inmediatamente.
     — ¿Hace cuanto llegó?
     — Hace veinte minutos, será mejor que te apures, Grayson.
     — ¡Me lleva el diablo! — chilla Marisse y se va corriendo hasta su escritorio.
     Arroja su bolso a un cajón del escritorio, se recompone la falda, el cabello y toca dos veces la puerta del enorme despacho.
     — Adelante, Marisse... — responde una voz varonil.
     A Marisse se le pone la piel de gallina. ¿como demonios supo que era ella? Bueno... Es obvio que la estaba esperando... Marisse con la lengua de afuera por la carrera que se pegó hace unos minutos, entra lentamente. Ve hacia el escritorio en donde una enorme silla negra está de espaldas y alguien con traje sentada en él.
     — Bue... Buenos días señor. Me dijeron que quería verme. ¿En que le puedo servir? — pregunta observando el despacho. Está arreglado de manera diferente... Hay muchas estatuas negras.
     — Llegas diez minutos tarde — murmura aquella voz que a Marisse le resulta escalofriante.
     — Si... Lo siento señor... Es que había mucho tráfico — murmura bajando la cabeza.
     — O te quedaste dormida — dice aquella voz.
     Marisse se pone roja. Si se quedó dormida, pero había mucho tráfico... A buena hora se arruinó su motocicleta.
     — Debería despedirte por eso. Me gusta la puntualidad.
     El misterioso nuevo jefe se pone de pie y se para frente a Marisse, quien sigue con su cabeza agachada.
     — ¿Debería despedirte? — susurra aquel hombre en el oído de Marisse.
     Se estremece por su cercanía.
     — Le prometo que es la última vez, señor... No volverá a pasar.
     — Júralo.
     — Se lo juro.
     —  ¿Por quien me lo juras? — insiste su sensual voz.
     Marisse arruga su entrecejo, pero no levanta la mirada y mordiendo su labio inferior, contesta:
     — Por dios, se lo juro por dios...
     — No me lo jures por él. Nunca lo hagas.
     — ¿Es usted ateo? — pregunta Marisse al fin levantando su mirada.
     Se encuentra con unos enormes ojos marrones viéndola fijamente a los ojos. Ella se queda pasmada al verlo. Su rostro es perfecto...
      — Algo así — susurra su voz.
      Marisse asiente. No dice nada, no hace nada más que verlo. Su mirada parece haberla hechizado.
     El desconocido nuevo jefe también se queda perdido en los enormes y brillantes ojos de ella. Nunca pensó verlos de cerca... Nunca pensó tenerla frente a frente... Ahora le encantaba más, ahora deseaba más a aquella mortal. La quería hacer suya...
     — Eres muy callada — susurra haciendo que Marisse reaccione de su transe.
     Su cara se pone del rojo más intenso del mundo al darse cuenta que estaba viendo a su nuevo jefe como una total y completa idiota.
     Recomponiendose su falda corta, tartamudea:
     — Lo, lo siento se... Señor... Es que... Yo...
     Marisse no encuentra ninguna excusa en su cabeza. No sabe que inventar. Apuesta a que él se dio cuenta lo que le acaba de provocar... Un calor irrefrenable.
     — No te preocupes. Con el tiempo te irás acostumbrado a mi presencia. Soy tu nuevo jefe... Piero, Piero Barone.
     La lluvia que se había calmado hace unos minutos, se intensifica nuevamente acompañada de un estruendo.
     El destino de Marisse acaba de ser sellado.

~Enamorada del Diablo~®©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora