"Lord Belial"
—¡Vaaaya! —jadea Marisse silbando sorprendida.
Lucifer sonríe enternecido al ver la mirada curiosa de su amada mujer.
Tomando sus suaves y pequeñas manos, la atrae hasta su cuerpo, la abraza y pregunta:
—¿Que sucede mi amor?
—¿Estás seguro que esto es el infierno? —pregunta ella sin poder cerrar la boca.
Piero sonríe, la besa apasionadamente, dejando que sus lenguas jugueteen entre ellas y asiente.
—Si Marisse. ¿Pues que te esperabas?
—No lo se—cuchichea —creí... Creí que había lava, fuego y gente loca gritando, llorando y lamentándose por todos los pecados que cometió... Gente suplicando el perdón de dios... ¡Que se yo!
Piero suelta una ruidosa carcajada y ve detenidamente el lugar como Marisse.
Para ser el infierno, no había ninguna clase de ruido. El suelo es de una clase muy extraña de piedra negra y lisa. Diversos pilares que parecen no tener fin con extrañas figuras al rededor de ellos. Un enorme trono preside en la estancia. Un trono reluciente de color rojo y negro. Al lado de él, una especie de tridente color plata. Varias estatuas de diferentes animales; gárgolas, serpientes y... ¿perros?
Marisse voltea a ver a Piero con su entrecejo fruncido. Su cara de confusión debe ser realmente graciosa, pues Piero vuelve a reír descontroladamente y antes de que ella pregunte algo, alza sus manos y dice:
—No me veas así. Me gustan mucho los perros.
—Tú si que eres raro— se mofa Marisse.
Camina con curiosidad por toda la estancia hasta llegar a una gigantesca puerta de metal color cobre.
—Este es mi dormitorio... ¿Quieres entrar?
La piel a Marisse se le pone de gallina al sentir el cálido aliento de Piero chocar en su nuca.
Asiente sin titubear.
Satanás abre su puerta cuidadosamente y cuando van a entrar, un grito los interrumpe.
—¡Mi señor! ¡Está usted aquí!
Lucifer sonríe. Su sonrisa es escalofriante.
Escuchar aquella voz lo hace enojar.
Dándose la vuelta, camina hasta donde está Samael arrodillado. Su mirada sigue de la misma manera; escalofriante.
—Samael... Mi buen y siempre fiel sirviente, Samael. Ponte de pié. Quiero que conozcas a mi mujer, Marisse.
Samael arruga su cara al escuchar aquel nombre. Creyó que ella estaba muerta.
Poniéndose de pié, Samael clava sus rojizos ojos en los de Marisse. Ella se estremece un poco asustada. Aquella si que era una mirada aterradora.
—Mucho gusto, Marisse. Soy...
—¡Eh, eh, eh! —interrumpe Satanás alzando un dedo— no seas igualado... Ella es mi mujer, por lo tanto, la reina de éste infierno y te exijo que la respetes, Samael. Arrodíllate frente a ella.
—Lo siento mucho, Señor —murmura Samael bajando la cabeza y arrodillándose ante Marisse— mucho gusto, señora mía...
—Piero... Esto no es necesario —dice Marisse un tanto incómoda.
Satanás sonríe. Toma una daga de plata y la clava en la espalda de Samael, quien grita dolorido.
—¡Piero!
—¡Maldito infeliz! ¡Te dije que cuidaras de Marisse mientras yo estaba petrificado!
—Se... Señor...
—¡¿TE LO DIJE O NO TE LO DIJE?! —grita Lucifer hundiendo cada vez más la daga.
Samael jadea.
—Si... Si...
—¿Y que demonios pasó?, ¿Porqué no hiciste lo que te pedí, Samael?
Lucifer saca la daga del cuerpo de Samael ante la mirada asustada de Marisse. Ella no está acostumbrada a ver ese tipo de cosas.
Samael se levanta del suelo con dificultad y sangrando un poco, pero aún así, contesta:
—Le ruego que me disculpe, mi señor... Solamente creí que hacía lo correcto por usted...
—¿Lo correcto para mi? —pregunta riendo con ironía —¿Tú piensas que dejar morir a la mujer que amo en brazos de dos asquerosos abusadores es lo correcto para mi? ¡No Samael! ¡No! Te juro que es la última que te paso... Si no te mato aquí mismo es por Marisse... Sólo por ella. ¡Largo!
Samel se va corriendo antes de ser agredido una vez más por satanás. Él en verdad estaba enojado por que él había desobedecido sus órdenes.
—Piero —murmura Marisse sujetando un brazo de Lucifer— ¿A que te referías con estar petrificado?
Aquella pregunta toma por sorpresa a Satanás. No sabe si decirle a Marisse lo ocurrido después de que ella lo rechazó, pero sabe que Marisse es Marisse y seguirá preguntando, así que, exhalando aire, sujeta la mano de Marisse, la guía por toda la estancia y empieza a relatar:
—Marisse... Cuando tú me rechazaste, cuando me dijiste que me odiabas y yo regrese al infierno... Me sentía realmente mal. Un sentimiento de tristeza que jamás había experimentado alguna vez... Nunca había llorado tanto por una mujer. Yo deseaba con todo mi ser que tú me amaras, que tú estuvieras conmigo... Pero me dijiste esas horribles palabras... Quería olvidarte... Quería olvidar tu amor a toda costa. Tanto así que le pedí a mis sirvientes que me encerraran en las profundidades del infierno para ser torturado todos los días y así fue... Estuvieron clavando estacas y dagas con agua bendita en mi cuerpo muchos días, mientras permanecía encadenado de pies y manos. Pero... Nada... No podía dejar de pensar en ti, en tu manera tan linda de sonreír... En el día que me conociste... Tu recuerdo no se iba, mi amor por ti seguía ahí, en mi corazón, intacto... Fue entonces que comprendí que hiciera lo que hiciera, nunca podría dejar de amarte... Es por eso que le pedí a Samael que me clavara una daga en el corazón. Eso no iba a matarme, pero si me mantendría petrificado durante cien años. Así lo quería... Quería despertar después de cien años... Hasta que tú estuvieras muerta y no te pudiera ver más...
—Yo... Yo lo siento tanto, Piero— murmura Marisse rompiendo en llanto.
Aquella confesión le había hecho entender lo idiota que fue en ese entonces con el amor de su vida. Lo alejó... Lo alejó a sabiendas que ella también lo amaba con locura.
—Marisse... —susurra Lucifer abrazando a su chica.
—Perdóname... Perdóname Piero, por favor... Te suplico que me perdones —implora arrodillándose ante Satanás —todo lo que te pasó fue mi culpa... Perdóname...
—¡Marisse! ¡No! No hagas esto. Tú no, tú no Marisse— sisea Lucifer levantando a Marisse del suelo —no voy a permitir que tú te humilles ante mi... No es correcto... Marisse, gracias a ti, yo desperté de mi sueño cuando me encontraba petrificado...
—¿A mi?
—Si. A ti mi amor... Escuché tus gritos desesperados. Gritabas mi nombre, pedías mi auxilio y en ese momento, lo único que me dio fuerzas para escapar de mi propio infierno, fuiste tú... Solamente tú... No me hubiera perdonado el no haber hecho nada por ti... Pudiste haber muerto y yo de idiota decidí no luchar por ti...
—¡Oh Piero! Jamás, jamás me vuelvas a dejar... Nunca me dejes Piero...
—Nunca lo haré... Nunca...
Lucifer y Marisse se quedan abrazados mucho tiempo. Él le acaricia la espalda con delicadeza y luego la besa desesperadamente.
Samael se encuentra escondido en un rincón observando como su líder le dice aquellas palabras a una mortal. Comprende que Satanás está enamorado de una mujer y que esa mujer también lo ama. De ahora en adelante, protegerá con su vida a la mujer que el Diablo ama.
Después de abrazarse y besarse, Satanás toma la mano de Marisse y la conduce hasta una especie de calabozo. Va a mostrarle algo a su mujer. Algo con lo que le garantiza que confía en ella ciegamente.
Abriendo la puerta vieja, el grito de Marisse retumba por todo el infierno. Se abraza a Piero y temblando como un perrito, pregunta:
—¡¿Que demonios es eso?!
—Tranquila Marisse —ríe Satanás —esto que ves aquí... Son la mitad de mis poderes sellados.
Marisse abre sus ojos como platos. Se separa de Piero y jadea:
—¿Cómo dices?
—Marisse... Quiero que sepas que confío en ti. Es por eso que te traje hasta aquí. Lo que ves ahí —señala un demonio petrificado— es mi más grande demonio. Él demonio más peligroso y despiadado, después de mi, quien está sellado con la mitad de mis poderes. Él es Lord Belial cómo le gusta que lo llamen. Y justo ahora, lo despertaré. La verdadera batalla va a comenzar.
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~Enamorada del Diablo~®©
Romansa- Y si, tal vez él es malo... Pero cuando sonríe solamente puedo ver todo lo bueno que hay en él - respondió ella bajando la cabeza. Estaba consciente que se había enamorado de un ángel maligno y que tarde o temprano lo suyo podría terminar y él...