1 año después.
Después de la trágica batalla entre los ángeles caídos y los que aún eran fieles creyentes y sirvientes de Dios, todo había cambiado en el mundo. Satanás, Belial y todos los demonios sobrevivientes eran totalmente libres del mandato de su creador y supremo rey para muchos humanos.
La desobediencia y rebeldía de parte de Lucifer traería consecuencias graves para él. La muerte de Marisse. La muerte de la única mortal que fue capaz de conquistar su duro, frío y oscuro corazón despiadado antes de ella si quiera nacer. Lo que él no se imaginaba era que Marisse le haría cambiar drásticamente su manera de ser y de pensar. Satanás ya no era tan malo, tan diablo al menos que se atrevieran a lastimar a su amada mujer. La mayoría de personas creyentes con fervor culpan al diablo de las desgracias que a diario se viven en el mundo, más sin embargo, son ellos mismos los que las provocan con sus actos llenos de maldad y corrupción. Ahora, en la actualidad, si, las personas tienen razón... Satanás es el único culpable del sufrimiento. Desde la trágica muerte de su esposa, ha hecho todo lo físicamente posible para recuperarla, incluso, intentó volver al paraíso, pero por obvias razones, no pudo. Era extraño... El alma de Marisse le pertenecía a él desde un principio, desde que fue concebida y en el infierno no hay rastro de ella, mucho menos en el mundo.
Satanás supo hace algunos días por boca de Miguel Ángel que Dios había perdonado los pecados de ella y por tal razón, su alma fue salvada, pero destruida para siempre y que ella jamás volvería a reencarnar. Satanás no tomó muy bien esa noticia... Tampoco Belial... Se podría decir que la tercera guerra mundial se había desatado, con la diferencia de que no eran países ni continentes peleando una ideología racista u otras cosas; era Satanás contra todo el mundo descargando su furia y odio hacia Dios. Lo primero que destruyó fueron las iglesias de Jerusalén. Decapitó a cuanta gente pudo, incluyendo niños, niñas y ancianos. Era el verdadero demonio despiadado, sin alma y corazón. Así siguió por todos los países del planeta, hasta que se cansó. Dios no hacía nada para detenerlo... Y él ya no podía más. En ningún lado estaba Marisse. En ninguna iglesia, en ningún país, en ninguna casa... Marisse ya no estaba más que en su mente y corazón.
Satanás, completamente destrozado le pidió a Belial que lo petrificara por un largo milenio. Él ya no podía más con su vida. No podía morir por que la eternidad le había sido concedida. La única manera de no sentir dolor es estar prácticamente muerto en vida. Eso si, en sus sueños Marisse estaba a su lado, como su esposa... Como su todo. Satanás permanecía sellado con una ligera sonrisa en el rostro y todo volvió a ser tranquilo en la tierra, pues ni Belial, ni nadie quiso seguir torturando más gente inocente. Aunque lo único que deseaba Belial era asesinar con sus propias garras a Gabriel por haber matado a su adorada Marisse. Cuando lo volviese a ver, lo haría encantado. Pero quien no se salvó de su ira y la de Satanás fue Alice. A ella la torturaron día y noche hasta matarla lentamente. Dios no hizo nada para salvarla.
Mientras tanto, en el paraíso Dios observa sentado desde su trono como las personas agradecen su misericordia y piedad.
—Así debe ser —murmura sonriendo —yo soy su dios, su ser supremo, su creador y quien más los ama a pesar de sus errores.
—Señor —dice la voz de alguien que se arrodilla ante él.
Dios sonríe.
—¿Deseas algo Gabriel?
—Bueno... Señor... Usted me prometió algo que espero cumpla.
—¡Oh si! Por supuesto que si Gabriel. Ven acá pequeña y bella mortal —dice sonriendo con ternura y extendiendo un brazo.
La silueta de una mujer se acerca hasta él con lentitud. Su mirada es vacía, perdida. Ni siquiera levanta su rostro para verlo.
—Marisse —murmura Gabriel tapando su boca con las manos.
Las ganas de llorar le pueden al ver a Marisse frente a él. Por un momento, creyó que eso jamás ocurriría de nuevo, pero Dios le prometió que lo haría de nuevo y que esta vez, Satanás no interferiría en su corazón.
—Marisse Grayson —dice sujetándola de un brazo y sentandola en sus piernas —hace un año que moriste en el mundo de los mortales... Pero yo fui muy bueno y piadoso contigo. Salvé tu alma. Ahora eres un ser purificado del pecado — Marisse no responde. Sigue con su cabeza agachada y Dios prosigue —Tú no recuerdas nada de tu vida. Tu mente está en blanco y aquel amor que sentías por Lucifer, ha desaparecido por completo.
Dios sujeta la barbilla de Marisse, haciendo que ésta lo vea a los ojos.
—No recordarás nada por que es mi voluntad que no lo hagas. Marisse, le he prometido a mi fiel ángel Gabriel que estarías con nosotros para siempre. Es por eso que debo preguntarte algo. ¿Te gustaría convertirte en un ángel sagrado?
Los ojos de Marisse brillan con cierto aire de alegría al escuchar aquellas palabras.
—Si tú aceptas... Tu lugar será al lado mío. Construiré un trono para ti también y los dos cuidaremos de nuestros humanos. ¿Que dices Marisse? ¿Aceptas ser un ángel guardián?
—Ángel Guardián —repite Marisse sonriendo con dulzura —si quiero ser un ángel guardián... Quiero estar a tu lado, señor.
Dios ríe encantado. Abrazando a Marisse con fuerza, pronto le concede la vida eterna y unas preciosas alas blancas y grandes. Se acababa de convertir en un ángel bueno vestida de blanco completamente.
Gabriel, al ver a su eterno amor transformada, corre a abrazarla con fuerza, pidiéndole perdón una y otra vez por haberla lastimado. Marisse se aprieta a él, recostando su cabeza en su hombro. Una fría mirada se apodera de su rostro, acompañada de una sonrisa de lado. Marisse empuja a Gabriel de improvisto y este queda ensartado en una de las espadas de los pilares blancos.
—Ma... Marisse —jadea Gabriel antes de desmayarse.
—Duele... ¿verdad? —pregunta sonriendo.
Marisse se gira rápidamente hacia Dios, quien se ha quedado inmóvil.
—Nada de lo que hagas va a borrar mi memoria. Mucho menos vas a poder borrar el inmenso amor que siento por Satanás... Por mi Piero.
Dios se levanta de su trono y encara a Marisse.
—¿Que? ¿crees que tienes el control sobre mi? —insiste —lamento informarte que no es así. Tal parece que tus súper poderes no surten efecto en mi. Te he estado observando todo este tiempo y me he dado cuenta que el culpable del sufrimiento humano eres tú... No Piero.
—¡Chiquilla insolente! —sisea Dios alzando su voz.
Marisse ríe a carcajadas.
—Eres un ser perverso y despiadado. No hiciste nada para salvar a las personas que murieron a manos de Lucifer. Ellos clamaban tu ayuda, tu piedad, tu misericordia... Dices amarnos, pero sólo eres un charlatán y egoísta. Lo único que te importa es que la gente estúpida te siga adorando para nada, solo para alimentar tu ego. Tú no amas más a nadie que no seas tú... Ni siquiera te importó que tu propio hijo se sacrificara por nada. Vale, el resucitó pero yo no lo veo por ningún lado. Seguramente ya te des hiciste de él por que claro, aquí solo puede haber un sólo Dios y ese eres tú.
A cada palabra de Marisse, la furia de Dios crecía. ¿Como era posible que ella recordara todo si él mismo limpió su mente desde que llegaron al paraíso? Marisse había permanecido oculta de los ángeles. Lo que Dios no se imaginaba era que ella tan sólo lo estaba observando, tal como él lo hacía hace algún tiempo.
—No mereces estar en el paraíso —sisea bajando la cabeza a la altura de Marisse —no mereces estar a mi lado, tal como lo tenía planeado...
—¿Y tú crees que yo quiero estar a tu lado?
—Quería que fueras mi Diosa... Quería que estuvieras conmigo, y no con él.
Marisse parpadea incrédula tras escuchar aquellas palabras. Gabriel también ve sorprendido a su Dios. Lo que acaba de decir significa que no solo el Diablo se había enamorado de Marisse, también Dios lo había hecho.
—Estaba dispuesto a darte lo que me pidieras... Y aún lo estoy. Marisse... Te quiero para mi... Solo para mi —susurra acercándose a sus labios —yo quiero que seas mía... Por eso provoqué tu muerte a propósito. Ahora sólo falta que tú me digas que si.
—¿Puedo pedirte lo que quiera? —pregunta Marisse viéndolo a los ojos.
Dios asiente cerrándolos.
—Quiero ver a Piero... A mi amado Satanás. Quiero estar con él, con el amor de mi vida. Es el único que quiero en mi vida. A ti te odio, te detesto y te aborrezco. Me das asco.
La piel de Dios se eriza al escuchar aquellas amargas palabras de la boca de Marisse.
—Quiero aclararte —prosigue ella —que estoy enamorada del Diablo, no de Dios... Quédate con el amor de tus estúpidos ángeles y seres humanos.
—¡YO TE DESTIERRO DEL PARAÍSO! —grita Dios enfurecido golpeando a Marisse con fuerza.
Ella sale disparada con rumbo a la tierra en forma de rayo. Ella ni siquiera sentía dolor, más bien alegría y libertad.
Cuando Marisse abre sus ojos, su cuerpo está a punto de impactar contra la tierra.
—¡Mierda! —jadea cubriendo su cabeza y cerrándolos de nuevo.
Al no sentir dolor, los abre lentamente y se encuentra recostada sobre unos fuertes brazos varoniles.
—¡Marisse!
—¡Belial! —solloza ella abrazando al precioso ángel caído que la sostenía.
Belial también solloza y llora como un niño. Nunca creyó que la volvería a ver, pero cuando dios la desterró, el estruendo causado se escuchó hasta el infierno y la presencia de Marisse había vuelto. No dudó en ascender a la tierra a buscarla y atraparla justo en el momento que ella caía.
Belial busca desesperadamente los labios de Marisse y la besa con intensidad. Su cuerpo se estremece al sentir una energía extraña proveniente de ella.
—Marisse... Eres un ángel caído ahora —murmura acariciándole la mejilla con delicadeza.
Marisse asiente sonriendo.
—Ahora soy una de ustedes y soy eterna. ¿Donde está Piero?
El rostro de Belial se descompone. Sin decir palabra, levanta a Marisse en sus brazos y la lleva hasta el infierno. Llegan hasta la habitación del Diablo en donde él descansa plácidamente dentro de un ataúd.
Belial le explica a Marisse que ha sido sellado por un milenio y que solo ella puede despertarlo.
—Piero —solloza Marisse sacándolo del ataúd —estoy aquí Piero... Despierta mi amor... Despierta...
Satanás sigue sin despertar, ni si quiera mueve un dedo.
Marisse lo abraza con fuerza y llora.
—Lamento haberte dejado tanto tiempo... Pero aquí estoy... Escapé de las manos de Dios tan sólo para estar contigo por que te amo, por que tú eres mi amor, el amor de mi vida y mi esposo... Por favor, por favor... Te suplico que despiertes y me beses por que te juro que me estoy muriendo sin ti.
Marisse besa delicadamente los labios resecos y fríos de Lucifer. Beso tras beso. El calor vuelve nuevamente al cuerpo de Piero. Al abrir sus ojos marrones con lentitud, lo primero que ven son los ojos verdosos y llorosos de su amada Marisse.
—¿Ma... Marisse? —murmura incrédulo, sin saber si tan sólo es su sueño.
—Piero —solloza Marisse abrazándolo con fuerza.
Al sentir los brazos de ella rodeando su cuerpo con fuerza, supo que no era un sueño, que era real y que su mujer estaba con él, como debía ser desde siempre.
Satanás abraza y besa a Marisse con pasión, entre lágrimas de alegría.
Todo por lo que lloró y luchó regresó y esta vez, para siempre.
Ahora Marisse era la reina de la oscuridad, de las tinieblas, pero lo más importante, era la reina y dueña del corazón del Diablo.
No había mejor forma de celebrar su luna de miel que hacer el amor salvajemente. Una y otra vez. Claro... Belial se unió a esa celebración y los dos ángeles hacían vibrar, jadear, gemir y gritar de placer a Marisse. Ese era su destino. Amar al Diablo y estar con él por toda la eternidad.Fin.
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~Enamorada del Diablo~®©
Romance- Y si, tal vez él es malo... Pero cuando sonríe solamente puedo ver todo lo bueno que hay en él - respondió ella bajando la cabeza. Estaba consciente que se había enamorado de un ángel maligno y que tarde o temprano lo suyo podría terminar y él...