— Marisse... Yo no soy un humano, soy un ángel caído... Marisse, yo soy el Diablo.
Marisse se queda observando a Piero detenidamente. Parpadea una y otra vez sin apartar sus ojos de los suyos. Siente como su sangre se calienta del enojo y levantándose, sisea:
— ¡Idiota! ¡Es la peor estupidez que me han dicho en todo mi vida!
— ¿Que? — jadea Piero poniéndose de pie e intentando tomar su mano, pero ella le da una bofetada ruidosa que hace que todos los volteen a ver.
— Si tanto te aburriste de mi, hubieras inventado algo más creíble. Admito que tuviste mucha imaginación pero... Con un "ya no me interesas" hubiera bastado — sisea Marisse y se va hecha una furia.
Piero se queda parado con la boca abierta hasta el suelo y viendo como Marisse se marcha.
¿Creyó que le estaba mintiendo?
Dejando un reguero de billetes, Piero sale corriendo detrás de la mujer que ama, pero al salir, no la encuentra por ningún lado. Ni a ella, ni a su chofer. Le marca al teléfono unas cuatro veces, a pesar de que le ha marcado de diferentes números (es satanás, puede hacerlo) pero ella no contesta.
— ¡MALDICIÓN! — grita Piero tirando su teléfono al suelo.
Al bajar su mirada, se encuentra con el bolso de Marisse tirado no muy lejos.
Algo debió pasarle... Marisse iba muy enojada, pero ella no tiraría su bolso. Es una mujer después de todo.
Piero cierra sus ojos por un segundo y ubica inmediatamente a Marisse a bordo de un auto negro con vidrios polarizados. Un tipo vestido de negro conduce y otros dos van sujetando y tocando a Marisse. Ella llora y grita cuando un imbécil la golpea en la cara.
Piero abre sus ojos y corre lo más lejos que puede del restaurante a un oscuro callejón en donde extiende sus enormes alas negras y vuela. Sus ojos se han vuelto grises con la parte blanca, negra. De su cuerpo empieza a salir humo. Está furioso...
No tarda ni dos minutos en alcanzar al auto negro que se había desviado por una calle solitaria. La sombra de satanás aparece encima del auto y sin pensarlo, se deja caer sobre él, haciendo que éste vaya a chocar contra un poste. Piero se levanta del suelo con su cara aún transformada, abre la puerta del piloto y con una mano, saca al hombre por la cabeza. El sujeto está algo inconsciente, pero al ver a Piero comienza a gritar aterrado pidiendo ayuda. Los otros dos hombres que le acompañaban, al escuchar los gritos desesperados de su amigo, salen del auto con Marisse sujetada del cabello.
— ¡¿QUE DEMONIOS ERES TÚ?! — grita uno apuntándole con una pistola.
Piero ríe y responde con su ronca voz:
— Ya lo dijiste, soy un demonio...
— ¡AYUDENME POR FAVOR! — suplica el tipo al que Piero tenía sujetado por la cabeza.
Lucifer ríe de nuevo, y levantandolo del cuello, sisea:
— Te metiste con la mujer equivocada... Te metiste con la mujer que Satanás ama...
— ¡NO ME HAGAS DAÑO! ¡POR FAVOR! ¡TEN PIEDAD DE MI! ¡TE LO PIDO POR DIOS!
— No, no, no, no — dice Lucifer divertido — yo no soy dios... No tengo piedad... Saludame a Samael — dice y le arranca la cabeza sin dudarlo.
Marisse grita, los otros dos hombres también gritan aterrados. Empujan a Marisse y corren despavoridos huyendo de Satanás, quien extiende nuevamente sus alas negras y logra alcanzarlos. Ellos gritan y se ponen de rodillas ante él, suplicando su perdón.
— Ouu... No saben cuánto amo que supliquen mi piedad, que se arrodillen ante mi... Normalmente, no soy tan diablo como parezco... Pero ustedes osaron a tocar a mi mujer... La golpearon, intentaron secuestrarla y quizá violarla para luego, prostituirla... Eso no se los perdonaré nunca...
— ¡Sólo seguíamos órdenes! ¡No nos mate, por favor!
— ¡MIENTEN! — Grita tomando su forma de demonio — Mienten... No pueden mentirle al rey del engaño... Puedo saber lo que piensan... También me le dan mis saludos a mi sirviente Samael y le dicen que pronto bajaré.
Un último grito de los hombres es lo único que se escucha antes de que Satanás les arrancara el corazón. Sus garras quedan manchadas de sangre. Satanás sonríe satisfecho, pero su sonrisa se borra cuando voltea a ver a una Marisse hincada y con su cuerpo temblando.
Lucifer vuelve a su forma humana, se acerca a ella e intenta abrazarla, pero ella retrocede asustada.
— Marisse...
— No eres humano... — solloza ella — no lo eres... Eres un demonio...
— Marisse, soy Lucifer... No me tengas miedo, yo jamás te lastimaría a ti...
— ¡ASESINO! ¡ERES UN MALDITO ASESINO! — grita ella tapando su boca y llorando.
Piero intenta acariciar su cara, pero ella vuelve a gritar asustada.
— Marisse, no te quiero lastimar... Yo, yo los maté por ti... Ellos querían hacerte daño... Y no lo voy a permitir... Estoy dispuesto a matar por ti, con tal de protegerte, Marisse... Te amo tanto...
— ¡NO ME TOQUES! — grita antes de caer desmayada en los brazos de Piero.
Piero no pensó que algo así podría pasar y tampoco quería que Marisse presenciara algo tan grotesco como eso para que pudiera creerle que él en verdad es Lucifer. No está arrepentido de haber acabado con la vida de tres hombres. Ellos querían lastimar a la mujer que ama... Es claro que Satanás está dispuesto a todo por ella.
Piero abraza a Marisse con fuerza y se la lleva volando hasta su departamento.
Al llegar, la coloca con delicadeza en la cama y la arropa después de quitarle sus tacones.
— Te amo... Te amo y no quiero que me tengas miedo... Yo nunca te haría daño, pero tienes que entender que mataré a quien se atreva a tocarte un mechón de tu hermoso cabello... Yo moriría por ti si es necesario, Marisse... No tienes idea de todo lo que estoy dispuesto a hacer con tal de protegerte... No me importa matar a media población humana, no me importa en lo absoluto... Por ti, soy capaz de subir al cielo y arrancarle la cabeza a dios...
— ¿Marisse? — pregunta una voz aproximándose al cuarto.
Antes de que Satanás pueda marcharse, la puerta se abre y el grito de Alice retumba en todo el cuarto.
Piero desaparece en el momento en que ella enciende la luz. Alice voltea a ver a todos lados intentado encontrar aquella espeluznante bestia que vio cuando abrió, pero no hay nada por ningún lado a excepción de Marisse dormida en su cama.
...
Al día siguiente, cuando Marisse despierta, lo primero que hace es sollozar y tapar su boca aterrada. Recuerda perfectamente lo que vio ayer por la noche... Vio como el hombre del que se estaba enamorando se transformaba en un demonio. Un horrible demonio... Sus ojos, sus bonitos ojos marrones dejaron de existir y en su lugar aparecieron unos grises con negro ensangrentados. La cara de Piero era pálida... Marisse no pudo notar nada más que eso y unas enormes y negras alas. Piero no le mentía... Él era en realidad Lucifer...
Marisse se recuesta otra vez en la cama y comienza a llorar. Estaba enamorada del Diablo.
En ese instante, el timbre del departamento suena y una angustiada y aterrada Alice va a abrir la puerta. Suspira aliviada al ver que es Gianluca.
— Al fin vienes...
— ¿Que sucede Alice? Sonabas muy preocupada por teléfono — murmura Gianluca entrando en el departamento.
— Gian — susurra la rubia tocando su pecho — se que no me vas a creer y creerás que estoy loca... Pero... Anoche, mientras veía una película y esperaba a que volviera Marisse, escuché un extraño aleteo en su cuarto. Al principio creí que era un pájaro... Pero el aleteo era demasiado fuerte y corrí a ver que era. Cuando abrí la puerta mis ojos vieron algo espantoso... Era... Era un demonio muy grande con unas enormes alas negras... Por la oscuridad no pude ver bien su cara... Y cuando encendí la luz, ya no había nada más que Marisse en su cama... Pero te juro Gianluca que se lo que vi.
— Te creo — afirma Gianluca abrazando a Alice, quien llora y tiembla como un perrito — ¿cómo está Marisse?
— Ella está bien... Pero toda la noche se la pasó temblando y sudando mientras dormía... Algo debió pasarle, Gian... Algo muy malo...
— Tranquila, Alice. Nada va a pasarle mientras un arcangel esté cuidándola. Iré a verla — dice Gianluca apretando un hombro de Alice.
Ella asiente, pero cuando Gianluca va a caminar, la puerta se abre y entra un Piero furioso.
— Tú no te vas a acercar a MI mujer... Gabrielito...
— ¿Y quien me lo va a impedir? ¿tú? — pregunta retadoramente Gianluca encarando a Lucifer — Alice. No dejes entrar a este tipo... Él lastimó a Marisse...
— ¿FUISTE TÚ? — grita Alice parándose frente a Piero — ¡Aléjate de Marisse! ¡No dejaré que la toques!
— ¡Silencio! — gruñe Piero haciendo que la rubia caiga desmayada en los brazos de Gianluca.
— Si hay alguien quien tiene el único derecho de decirme que me aleje de ella, esa es mi Marisse... Ya sabes de lo que soy capaz, Gabriel. No te metas en mi camino por que no dudaré ni un minuto en matarte — sisea Satanás y se va corriendo a la habitación de Marisse.
Al entrar, Marisse abraza una almohada y grita:
— ¡Largo de mi vida!
— ¡No! Marisse... Yo te amo...
— Largo de mi vida Piero... Te odio... Te odio... ¡TE ODIO!
Satanás siente como algo en su interior se rompe en mil pedazos, como su cuerpo cae a un agujero sin fondo al escuchar aquellas dolorosas palabras salir de la boca de la única mujer que ha amado y que amará por siempre.
Con sus ojos llenos de lágrimas, Piero baja su mirada y murmura:
— Haré todo lo que tú quieras... Y a pesar que me odies... Yo nunca dejaré de amarte... Nunca... Siempre te cuidaré, no importa que no me quieras en tu vida... Lamento haberte lastimado... Te amo, mi Marisse... Recuerda siempre que satanás se enamoró de ti y que por ti está dispuesto a morir... A... Adiós...
Marisse ve cómo Piero comienza a desaparecer hundiéndose en el suelo sin verla a los ojos. Siente que su corazón se rompe y se va con él.
— ¡Piero! — grita y se arroja al suelo, pero es demasiado tarde. Piero ya ha desaparecido por completo.
— Piero... No... No... No te vayas... Yo te amo... Piero...
Marisse se queda llorando como una niña aferrándose a su cuerpo. Acaba de echar de su vida al primer hombre que ha amado sinceramente... No era un humano, si no un ángel caído... Aún así, lo ama.
ESTÁS LEYENDO
~Enamorada del Diablo~®©
Romance- Y si, tal vez él es malo... Pero cuando sonríe solamente puedo ver todo lo bueno que hay en él - respondió ella bajando la cabeza. Estaba consciente que se había enamorado de un ángel maligno y que tarde o temprano lo suyo podría terminar y él...