Capítulo 6

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     — ¡Te ves monísima! — chilla Alice saltando de un lado a otro con un vestido negro en una mano y uno azul en la otra.
     — ¿No me veo tan zorra? — pregunta Marisse haciendo un puchero en el espejo.
     Alice comienza a reír como una verdadera loca y niega.
     — No se que te resulta tan gracioso, Alice — gruñe Marisse cruzándose de brazos.
     Alice, que se estaba revolcando en el suelo y sujetando su estómago, se pone de pie y chilla:
     — Tú eres la graciosa... Marisse, tal parece que no te has dado cuenta lo hermosa que eres. Te ves encantadora y no, no te ves taaan zorra... Sólo te ves, provocativa.
     Marisse se pone de pie y se ve completamente en el espejo.
     Como era de  esperarse, cuando le contó a su mejor amiga que saldría con alguien esta noche, ella no tardó ni cinco minutos en llegar a su casa con media docena de vestidos en la mano. El que le había obligado a ponerse a Marisse es de color rojo pasión. Demasiado corto y extravagante para Marisse... Pero extrañamente, le gusta cómo aquel pequeño vestido se ajusta perfectamente a sus exageradas y más que notorias curvas. Sexy, así se siente... Quiere sentirse sexy, quiere verse sexy para Piero...
     — Bueno, me veo algo zorrona... Pero una zorra muy sexy, ¿verdad?
     — ¡Siiiii! — chilla Alice aplaudiendo y saltando.
     Alice se empeña en arreglar el cabello lacio de Marisse y lo deja con unas pequeñas ondas en las puntas. ¿Maquillaje? Sólo diré que Marisse se convirtió en la muñeca Barbie de su loca amiga Alice y la dejó despampanante.
     — Estoy muy orgullosa de ti, Merie... — solloza de pronto Alice abrazando a una confundida Marisse — No puedo creer que al fin vayas a tener una cita real con un hombre que no sea el odioso y molesto Gianluca... ¡Oh dios mío! Crecen tan rápido...
     — Estuviste fumando marihuana con Jake, ¿verdad? — pregunta Marisse abrazando a su amiga.
     Ella ríe y niega.
     — No... No he visto a Jake hoy, lo veré más noche en la cama... por cierto, ¿a que hora pasa tu galán?
     Marisse ve su reloj alucinada. Piero llega en...
     — Ou... Están tocando el timbre... Debe ser él. ¿cómo se llama? — pregunta Alice caminando hacia la puerta.
     — Piero. Y por favor Alice... No vayas a abrir tu bocota y decir cosas indebidas.
     — ¡Jamás he hecho tal cosa, me ofendes! — jadea Alice abriendo la puerta y dejando ver a un guapísimo y perfumado Piero con un ramo de rosas rojas en la mano.
     Alice y Marisse abren sus bocas al máximo ante aquella imponente y sexy figura masculina. Piero se ha vestido de negro completamente (siempre se viste así, de hecho pero hoy se ve más caliente). Saco negro, camiseta negra sin corbata, pantalón negro y zapatillas negras.
     — Umm... ¿Será que puedo pasar? — pregunta Piero incómodo.
     — Cla... Claro — tartamudea la rubia.
     Piero le sonríe haciendo que ella casi se desmaye y cuando entra, ve a Marisse detenidamente de pies a cabeza. Sabía que era una mujer sexy debajo de esa ropa de trabajo... Pero verla así, con ese corto vestido rojo (su color favorito, por cierto) sólo hizo que Lucifer sintiera las ganas irrefrenables de llevarla a la cama, arrancarle la ropa y por fin hacerle el amor... Cada vez la desea más... No es que nunca la haya visto desnuda, lo ha hecho muchas veces en las que ella nunca se ha dado cuenta de su presencia. Piero siempre la está observando y cuando está a punto de ser descubierto, se escabulle rápidamente.
     — Estás realmente preciosa, Marisse... Me tienes a tus pies — murmura Piero hincándose y tomando la mano de Marisse para besarla con ternura.
     Alice pega un chillido en ese instante, haciendo que Piero se ponga de pie.
     — ¡Gracias! ¡Es mi obra de arte!
     — ¡Alice! — la reprende Marisse.
     Piero ve detenidamente a la rubia. Hay algo en ella que no le gusta... Algo malo...
     — Por cierto — dice de repente Marisse — ella es mi loca mejor amiga, Alice. Alice, él es Piero, mi cita y mi... Jefe...
     — ¡Mucho gusto! — chilla Alice abrazando a Piero.
     En ese instante, Piero siente aquella mala energía brotar del cuerpo de la rubia, y separándose de ella, dice:
     — Un gusto... Por cierto, ¿a que se dedican tus padres?
     Marisse y Alice ven alucinadas a aquel apuesto hombre. La primera va a reprenderlo, pero Alice se adelanta y responde:
     — Mi mamá es doctora, y mi papá también, pero también es pastor en una iglesia.
     Los colores se escapan de la cara de Piero. Lo sabía... Problemas a la vista.
     — Lo se, lo se... Mi papá es todo un caso... Si por él fuera, yo sería una monja.
     — Tú has siempre lo que a ti te guste hacer, no lo que los demás quieran. Por cierto, Marisse. Es hora de irnos — dice Piero entregándole el ramo de rosas.
     Alice se las quita de las manos y corre a ponerlas en un jarrón. Se despiden de ella con un "¡Adiós!" y se van. Un mercedes benz los espera en la entrada el edificio para llevarlos a su destino.
     Piero rodea los hombros de Marisse con un brazo y la apega a su pecho. Marisse aspira aquel cautivante y excitante aroma masculino que emana del ejercitado y escultural cuerpo de Piero. Se estremece cuando él besa su frente, sus mejillas, su nariz... Y cuando baja la mirada a sus labios, Piero murmura:
     — Si supieras todo lo que me haces sentir...
     — Tengo una leve idea — susurra Marisse besando a Piero en los labios, sintiendo como su vientre se contrae en ese instante.
     Piero aprieta un botón y rápidamente un vidrio oscuro se interpone entre ellos y el chofer.
     Piero sujeta a Marisse por la cintura con ambas manos, se recuesta mejor en el asiento y ella se coloca a horcajadas en él sin parar de besarlo. Siente como todo en su interior se humedece al sentir un potente bulto empujar en su entrepierna. Jadean. Piero recorre su cuello con los labios, y apretando el trasero de Marisse la acomoda para que ella sienta su ansiedad empujar en con más intensidad en su centro de placer. Ella comienza a mover sus caderas de un lado a otro haciendo que Piero sude, gima y mueva sus caderas al mismo ritmo.
     Ahora la que empieza a sudar y a jadear es Marisse. Le clava las uñas en los hombros y se hecha hacia atrás, dejando que Piero bese y mordisquee sus pechos por encima del vestido. De pronto, el auto se detiene y el chofer anuncia por la bocina que han llegado a su destino. Piero maldice y Marisse se quita de sus piernas lo más rápido que puede.
     — Per... Perdón, no se que me ha pasado Piero... Te juro que yo no soy así y nunca había hecho algo como esto — murmura Marisse tapando su cara roja de la vergüenza y excitación. — Debes pensar que soy una facilona...
     Piero niega, sonríe y la besa en los labios.
     — Jamás pensaría algo como eso... Lo único que pienso de ti es que eres la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida... Y no te preocupes. Me gusta que seas atrevida conmigo... Eso significa que me dejarás conocerte mejor.
     Marisse asiente aún apenada, pero la pena le cambia a jadeo cuando Piero mete una mano debajo de su vestido y toca su hendidura mojada por encima de la braga.
     — Piero... ¿Que haces? — jadea abriendo sus piernas para darle accesibilidad a sus dedos juguetones.
     Piero sonríe con picardía y musita:
     — Me encanta saber que yo he provocado esto... Ahora tienes que sentir lo que tú me has provocado.
     Sacando la mano del vestido de Marisse, se la lleva hasta su nariz, olisquea con profundidad aquel aroma delirante y sus ojos cambian a ese gris extraño. Ella ni siquiera lo nota, pues Piero toma su mano antes de que reaccione y la mete bajo su pantalón.
     La cara de Marisse se pone roja cuando aprieta una más que enorme y caliente erección.
     — Piero...
     — Marisse... Me vuelves loco...
     — Piero, aquí no... Vas muy rápido...
     Lucifer pega su frente contra la de la mujer que lo tiene loco, besa sus labios y la abraza.
     Segundos después, se recomponen y caminan de la mano al restaurante en donde las mujeres ven a Piero descaradamente. Él no les presta atención. Sólo tiene ojos para alguien...
     Charlan con tranquilidad mientras comen y Marisse le cuenta absolutamente toda su vida. De cómo sus padres murieron, su comida favorita, su color favorito, su cantante favorito y su edad. Claro, pero todo eso Piero lo sabe, ya que la ha observado desde que nació.
     Piero, al percatarse que Marisse no le oculta nada de su vida y le confiesa que se está enamorando de él, toma su mano, la besa y dice:
     — Marisse... Tengo que ser sincero contigo... Te amo con todo mi ser... Lo que siento por ti va más allá de mis fuerzas y es por eso que te tengo que confesar algo...
     — ¿Que cosa?
     — Marisse... Yo no soy un humano, soy un ángel caído... Marisse, yo soy el Diablo.

~Enamorada del Diablo~®©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora