1) Continua

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No padre, ya no puedo regresar el tiempo. Ya no. Deja que siga con mi vida. No puedo continuar con esto. Lo siento.

Emireth se sobresaltó de la cama, estaba sudando y sus ojos estaban desorbitados. Temblaba por el sobresalto y el poder que sentía dentro de ella. Empezó a respirar agitadamente mientras solo veía la pared pintada de negro de la habitación.

Se levantó de la cama y se encaminó hacia el baño; buscó a tientas el cepillo y puso crema sobre ésta. Al verse en el espejo, notó su tez pálida y tenia ojeras bajo sus ojos.

Terminó de bañarse y se puso un vestido negro con chaleco, unas zapatillas del mismo color y recogió su cabello en una coleta con anchos en forma de moño.

Después de trabajar y recoger a su hija Dayane en el colegio, estuvo un rato con ella y luego la llevo a la casa del padre de ésta, donde vivía temporalmente.

Llegó a casa con algo de cansancio; pero al cruzar el recibidor para apagar la lámpara, encontró a Aura sentada en uno de los sillones.

— ¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Emireth alzando la voz.

— Prima, no deberías hablarle a la madre sustituta de tu hija así —dice Aura dedicándole su asquerosa sonrisa que le daban más ganas a Emireth de rompérsela en mil pedazos.

— Responde.

— Vine a saber cómo te encontrabas. Tu madre me obligo, Emireth —sonaba demasiado cínica y emocionada. Emireth se dio cuenta de que no estaba allí por eso.

— Maldita sea, Aura ¿dime que haces aquí? —exigió, apretando los nudillos de sus manos.

Aura frunció el ceño por el repentino cambio de ánimo de su prima.

— Quería que vieras mi anillo de matrimonio, Lynn me ha propuesto matrimonio, ¿lo puedes creer?

Odio empezó a sentir, ira empezó a experimentar y muerte zumbaba en sus oídos como una melodía. Emireth ya estaba empezando a experimentar algo que hace tiempo no había sentido.

— Largo de aquí —espectó Emireth fríamente.

Aura se levantó del sillón y se acercó a su prima, su mirada era cruelmente actuada, su sonrisa solo mostraba la diversión que sentía y su cuerpo moreno no dejaba de intimidar.

— Nos vemos pronto, hermanita. —eso fue lo último que Emireth le escucho decir.

“Imágenes de su rostro martillado sobre el suelo, sangre a su alrededor cubriendo todo su cuerpo, sus dedos de las manos en sus pies, sus muñecas sangrando y su muerte plenamente leve, aparecieron en mi mente como un reproductor de vídeo.”

Emireth se sintió viva dando muerte a su prima en su imaginación.

Emireth tragó el miedo que sintió al abrir sus ojos y encontrar a su prima Aura exactamente como se la había imaginado. Su cuerpo se congeló ahí mientras una magia desconocida pasaba por todo su sistema, al igual que lo había sentido cuando por accidente asesinó a su padre con apenas nueve años.

Después de salir de su trance, recogio y limpio el cuerpo de Aura, y la lanzó en un basurero al asegurarse que no tenía ni una sola huella de ella allí.

De nuevo continua mi magia —pensó Emireth entrando a su casa.

Ya no volvería a ser la misma.

°°°

Ha pasado una semana desde que el poder de Emireth había despertado y con ello, había asesinado a su prima Aura. A ésta la habían encontrado dos días después, aunque no sabían si había sido un asesinato o no. Nadie podía explicar muy bien como Aura Jenkins había muerto de esa manera.

Aura siempre había sentido unos celos enfermizos hacia su prima Emireth. Ella siempre la odio y es por eso que no le mortificaba a Emireth la muerte de ésta. Se sentía ligera por haber acabado con ella. Se sentía viva de nuevo, pero odiaba sentirse tan bien, cuando hace un par de días antes había matado a alguien.

A veces quisiera decirle a alguien sobre mi habilidad, pero no confío ni en mi misma —pensaba Emireth tristemente.

°°°

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Emireth a su madre al verla entrar por la puerta.

— Solo vine por una respuesta —respondió, sacando de su cartera un látigo.

Emireth recordó cuando su madre le daba con eso. Siempre era cuando le llevaba las notas de sus tareas, cuando sin querer se le caía algo y se partía, cuando su madre se acordaba que su marido le había sido infiel y pagaba su dolor con ella. Cuando por fin la dejaba con moretones y sollozando, se detenía. A veces, Emireth le suplicaba que no le diera con el látigo, pero su madre no le hacía caso.

— Habla.

— ¿Fuiste tú la que lo asesinaste?

Emireth frunció el ceño. No sabía a qué se refería su madre.

— ¿Puedes hablar más claro?

— A tu padre —la respuesta de su madre la hizo palidecer.

— Sí —admitió.

— Eres una desgraciada —y no vio cuando su madre se abalanzó hacia ella y le empezó a dar con el látigo.

Emireth le gritó que se detuviera, pero esta le daba más duro. Empezó a sollozar mientras le dolía el cuerpo y los lugares donde su madre le daba. Al principio ardía y después venía el dolor. La estaba quemando por dentro y sintió su cuerpo estremecerse hasta casi dormirse. Le gritaba que se detuviera, pero al parecer a su madre le gustaba como sufría su hija. Sangre empezó a brotar de los brazos, piernas y del cuello de Emireth.

— Voy a llamar a la policía para que hagan justicia —escuchó que decía su madre, y con eso le bastó a Emireth.

Oscuros pensamientos se arremolinaban en su mente y el tiempo desaceleró. Se levantó como pudo del sillón y se alejó de su madre. Se estaba volviendo desquiciada.

Su madre esta vez no iba a salirse con la suya, eso lo aseguraba Emireth, cerrando los ojos.

“Esperaba que se ahogara con su lengua asquerosa. Empecé a verlo con claridad sorprendente. Sus ojos se abrían y se tambaleaba por la sala, se puso sus largos dedos en su boca, tratando de averiguar lo que estaba mal. Ella se volvió verde, y hacia un ruido gracioso.”

Abrió los ojos y la vio tendida en el suelo, exactamente como la había visto en su mente. No quiso acercarse. Su cuerpo le dolía, se sentía agotada. Se alejó del cuerpo inerte de su madre y fue a buscar la caja de los primeros auxilios. Al encontrarlo, se empezó a vendar.

Su cabello gris como humo cayó sobre su cara, evitando que se viera por el reflejo del espejo. Carne sobresaliente estaban en sus brazos y su piel almendrada parecía pálida. Escuchó el celular sonar y contestó con dificultad.

— ¿Mami? —preguntó su pequeña hija al otro lado del celular.

— Hola, pequeña.

— Estás bien —suena aliviada al decirlo, y Emireth ahoga un gritó silencioso.

— Sí, me encuentro bien.

— Solo quería verificar que te encontraras bien, mami.

— Te quiero, pequeña. —se despide Emireth antes de colgar y volver a su difícil tarea de vendar sus heridas que se estaban volviendo moradas.

Killing You In My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora