3) Pasado

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10 Años Atrás: El Despertar de la Magia.

Emireth llegó a su casa, un poco cansada de haber caminado mucho. Al entrar, escuchó como sus padres discutían en el comedor. Ignoró eso subiendo directo a su recámara. Se sentó en su cama, saco su libreta de Geometría y empezó a hacer su tarea.

Empezó a temblar y busco a tientas sus pastillas para calmar sus ansiedades. Al tomársela, dejó salir el aire que estaba conteniendo.

— ¿Hija? —escuchó Emireth que su padre la llamaba al otro lado de la puerta.

— Aquí estoy papá –contestó Emireth —. Pasa —el padre entró, fijando sus hermosos ojos en su hija.

— Hija, todo va a estar bien —se apresuró a decir su padre.

Emireth se abalanza hacia él y lo abraza con todas sus fuerzas.

— Odio que discutan, padre —dice Emireth conteniendo las lágrimas.

— Lo sé, pero vas a ver que todo va a mejorar.

Emireth no le creía, pero de igual manera asintió.

°°°

Pasaron varias semanas desde lo sucedido con sus padres, pero Emireth al volver a casa, escuchaba las discusiones de sus padres que se volvían más y más fuertes. Continuaban discutiendo y por un momento pensó en irse con su hermano que se encontraba en un colegio de superdotados. A veces quería entrar al comedor y enfrentarlos, también decirles todo lo que sentía al escucharlos gritar. Aunque era muy cobarde, así que decidía irse a su recámara directamente y encerrarse allí, en esa soledad y oscuridad que embargaban su recámara.

Emireth también empezó a bajar sus notas y cada vez, llegaba más tarde a sus clases. Sus padres se la pasaban discutiendo, así que no le prestaban atención a su hija.

Ella empezó a sentir un vacío profundo dentro de su ser, algo le faltaba para volver a sonreír o llorar. Algo le faltaba para sentir cualquier emoción o sentimiento.

Paso un mes y todo sigue igual. Emireth cada día iba mal en sus estudios y sus padres no se hablaban. Ese día no quería ir al colegio, pero era lo único que la despistaba de esa amarga casa.

Hizo su rutina diaria y se fue al colegio, no comió porque su madre se encontraba cocinando. Se encaminó hacia el colegio. Le gustaba caminar, y eso era lo único que le gustaba, porque todo lo demás le daba igual.

Después de ver todas sus clases, empezó a dirigirse a su casa. Sonreía mientras caminaba, pero se detuvo bruscamente a mitad del camino al ver como su padre besaba y manoseaba a una mujer muy joven y de cabello claro. Se acercó un poco más para verificar que estaba viendo bien y un dolor dañino empezó a abordar dentro de ella. Rabia empezó a llenar todo su ser y se dio la vuelta para irse, pero se inmovilizó al escuchar su nombre.

— ¿Emireth? —preguntó de nuevo su padre.

— Sigue besando a esa perra, ya no te molesto más —dijo en broma Emireth, dándose de cuenta que por esto habían discutido sus padres tantas veces.

— ¡Respeta! —gritó su padre molesto. Emireth esbozo una sonrisa —. Date la vuelta, Emireth. Yo te he enseñado a que cuando una persona habla, no debes darle la espalda —Emireth se ríe sin emoción alguna.

— No quiero volver a verte, Nixon. Olvida que tienes una hija como yo estoy olvidando que tengo un padre —con eso dicho, huye de allí, riéndose a carcajadas para desaparecer la amarga emoción de ira que invadía cada parte de su cuerpo.

Llegó a su casa casi sin oxígeno. Estaba sudada y agitada. Abrió la puerta y escuchó un llanto que provenía del salón. Cerró la puerta tras de sí y se encaminó hacia este.

Al abrir la puerta, su madre se encontraba en el mueble verde frente al escritorio, llorando desconsoladamente. Se acercó a ella, dejando su mochila de un lado. Empezó a temblar y con cada paso se ponía más nerviosa. Abrazó a su madre, que se acurrucó más en sus brazos.

Emireth sabía que su madre se encontraba así porque ya sabía sobre la relación que tenía su padre con otra mujer.

Una amante —pensó Emireth apretando los puños.

Ira, rencor, dolor, odio y muerte empezaron a embargar su mente mientras acariciaba el cabello de su madre.

Muerte. Odio —retumbaba en su mente repetidas veces.

Las palabras más hermosas —pensaba Emireth mientras todas esas emociones la empezaban a controlar desde lo más profundo de su ser.

Te odio padre. Te odio con cada fibra de mí ser, con cada latido de mi corazón, te odio con cada respiración y parpadeo. Quiero verte sufrir como lo estamos haciendo nosotras dos —Emireth no paraba de pensar sobre todas las emociones que inundaban todo su ser.

"Deseo que dejes de respirar y que tu muerte sea realmente lenta, quiero que tu sangre se derrame en el suelo como lluvia, que cada hueso de tu sistema se haga añicos y que solo queden pedazos alrededor de tu cuerpo. Y tu amante que se empiece a incendiar con fuego desde adentro hasta afuera. Que todo su cuerpo se queme y que solo queden residuos de polvo en el suelo" —se imaginaba Emireth, aunque supiera que no iba a pasar nada de eso.

Desde ahí, su vida completa cambió.

Después de enterarse de lo sucedido con su padre, ella no lloró. Solo se sintió afligida y desorientada.

La muerte de su padre fue muy dolorosa y empezó a sospechar que era la culpable de la muerte de su padre. Nadie se explicaba cómo había muerto él, ni la mujer que se encontraba con él. Después de meses de haber enterrado a su padre, Emireth empezó a darse cuenta que había sido la causante de la muerte de esas dos personas, y empezó a temerse a ella misma y también a sufrir maltrato físico de su madre.

Emireth ya sabía que todo iba a ser diferente, pero no se imaginaba cuánto.

Killing You In My MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora