|1| Estaré a tu lado 🐦‍🔥 Remus Lupin ✔

30. Es tiempo de dejarlos ir

Cuando Sam y Remus se mudaron a la casa que los señores Potter les habían regalado, la chica sabía que volvería casi todos los días a la casa de sus padres, porque ahí había crecido, tenía buenos recuerdos ahí, sus padres seguían ahí y a ella le gustaba verlos seguido. En realidad, Sam iba casi siempre, porque tenía miedo de encontrarse con una escena como la de la casa de Marlene. Sin embargo, ahora esa gran casa ya no tenía la misma aura de alegría y calidez; ahora Sam se sentía desganada, triste y ofuscada. Cada vez que entraba ahí, limpiaba sus lágrimas y ponía su mejor sonrisa para ir a atender sus padres, que siempre la esperaban en su cama.

Ella nunca sospechó que la viruela de dragón se les había contagiado a los señores Potter, porque se supone que hay síntomas inmediatos, pero ellos recién se mostraron mal en el matrimonio de James; y ya habían pasado meses desde su viaje a Rumania.

Antes de abrir la puerta, Sam se puso una mascarilla y guantes para evitar el contagio de la enfermedad, y cuando los vio ahí recostados, casi convalecientes, les sonrió, sus padres le devolvieron apenas el gesto; ella dejó su maletín sobre un mueble y sacó las pociones respectivas. Se sentó al lado de su padre y él le dijo que lucía cansada.

—No es nada, papá —acarició la mejilla del hombre—. Últimamente, las lunas llenas han sido difíciles para Remus.

—No me mientas, cariño —tosió un poco—. Ese cachorro loco que te regalo Remus debe sacarte canas verdes.

Quizás era un poco verdad, el cachorro era demasiado desastroso. Los tres rieron al recordar todas las cosas que el pequeño Leo, como se llamaba la mascota, se había comido un libro de la morocha. Tras eso, Sam se dispuso a servirles la poción que debían diariamente para disminuir los dolores de pecho que solían tener ambos.

No muchos minutos después se escuchó la puerta siendo abierta y dos voces conocidas que cada vez se hacían más cercanas a medida que se acercaban a la habitación del matrimonio; James y Sirius aparecieron allí con mascarillas y guantes, al igual que ella. El azabache besó la corona de su hermana y le sonrió, Sirius solo asintió con su cabeza y Sam hizo lo mismo.

Y así era cada día desde que los gemelos Potter y Sirius Black supieron que sus padres no estaban bien; pasaban día y noche juntos, cambiando siempre de turno para estar seguros de que no les diera un paro respiratorio, pero aun con vigilancia diaria y medicina de buena calidad, los señores Potter no lo soportaron más y se fueron una noche mientras ambos dormían tomados de la mano y sin haber conocido a su nieto que crecía en el vientre de Lily Potter. En la mañana, cuando James los iba a despertar se dio cuenta de lo helado que ambos estaban y tocó la yugular de ambos y ya no había ni un latido que fuera marcado; lo único que atinó a hacer fue llamar a su hermana y darle la terrible noticia.

Y otra vez los Merodeadores se encontraban vestidos de negro, frente a dos cajas de madera que contenían a los padres de los gemelos. Los sollozos se escuchaban en todo el cementerio del Valle de Godric y Remus y Lily abrazaban con fuerza a sus parejas para que no se sintieran solos y pudieran desahogar toda su tristeza en ellos.

Al igual que cuando murió Hope, Sam y James tuvieron crisis que les daba de la nada; podían estar hablando y riendo, pero de pronto se quedaban en silencio y las lágrimas aparecían tan rápido que nadie alcanzaba a hacer nada para evitarlo. Fueron días y, posteriormente, semanas difíciles para ellos, si no estaban al lado del otro, todo era llanto y tristeza. Así que, Lily y Remus se las ingeniaron para que los gemelos no se tuvieran que separar demasiadas horas; fue así como James y Sam sintieron que volvían a tener cinco años y tenían miedo de las tormentas, pero todo se detuvo, el día en que James vio la barriga de Lily, había crecido demasiado, casi a dos meses de que su hijo naciera... ¡no podía quedarse atrapado en la tristeza de la muerte de sus padres; debía avanzar!