Esta historia está casi como para ser, más que nada, un chiste. Un gran chiste, de esos que te sacan lágrimas y un gran dolor de estómagos. Y, aunque la historia en si no es para nada tan graciosa, lo que le da el toque cómico es lo cruel que puede ser a veces la vida y lo justa que puede llegar a ser a veces. Mi parte favorita y la más graciosa es cuando las cosas que yo aseguraba que jamás pasarían, terminan por pasarme y lo peor de todo es que es por mera culpa mía y de nadie más.
Para empezar a contar una historia primero se debe conocer el principio de esta, por donde partió todo, pero si yo hiciese eso ahora, tendría que empezar a contar desde que tenía cinco años y conocí a esta persona que me saca de quicio, pero que, sin embargo, logro cavar en mi interior y quedarse allí como si fuese su propio hogar. Todo esto en contra de mi voluntad, cabe destacar.
Pero si hiciese eso la historia sería demasiado larga. Así que no lo hare. Partiré mejor por donde todo cambio, o más bien, comenzó a cambiar.
Nos graduamos.
Y nos separamos.
Luego de estar desde los cinco años pegado a él, nos separamos, tomamos diferentes caminos, muy diferentes, y nada volvió a ser como antes, para nada. Él se fue a Tokio y dos años después yo también lo hice, pero para entonces ya habíamos perdido todo contacto.
El perder el contacto sucedió de manera lenta y creo que eso fue algo doloroso porque, aunque no me guste admitirlo, lo extrañaba de vez en cuando, y el hecho de que se alejara cada vez mas era una tortura. Pero no hice nada para detenerlo. Él estaba en la gran ciudad, con amigos nuevos, estudiando, trabajando media jornada y sabía que debía haber una novia allí también. Así que lo deje, deje que tomara su camino. Yo también lo haría, en cuanto decidiese que carrera estudiar, lo cual, demore dos años en tomar.
Me decidí y luego de hablarlo un millón de veces con mis padres, rendir un sinnúmero de exámenes y llamar a un millón de números telefónicos, logre obtener una excelente beca para estudiar en Tokio. La verdad es que no era mi intensión ir allí, sabía que existía la posibilidad de encontrarme con él, así que decidí postular a todas las ciudades del país, incluso a otros países, cualquier lugar menos Tokio. ¿Cuál fue el resultado? Terminaron por llamarme e informarme que fui aceptado en la universidad de Tokio. Que gran chiste. Jajaja.
Fui allí antes de que comenzasen las clases para buscar un lugar donde me quedaría, y déjenme decirles, que Tokio es una ciudad de locos. Las cosas más raras puedes verlas ahí y todos actúan como si fuese algo normal, están todos los lugares de la ciudad siempre llenos, sin excepción, y el ritmo que lleva la gente es mucho más acelerado de lo que estoy acostumbrado. Pero no me quejo. Lo juro.
Me pase un día entero buscando direcciones y pasando de departamento en departamento. Termine por decidirme por uno que estaba en un barrio que caía dentro de mi concepto de tranquilidad, era bastante pequeño y tenía un balcón. En cuanto entre tan solo supe que allí seria el lugar donde pasaría mis próximos cuatro años y medio de carrera universitaria.
Me fui de casa un día lunes temprano por la mañana. Tenía mis maletas ya en la puerta, había un taxi afuera esperándome y di el último recorrido a toda la casa. Sabía que no volvería a ver ese lugar en tal vez unos meses o años. Todo dependería de cómo me estaría yendo en Tokio. Me despedí de mis padres, ellos se quedaron en el umbral de la puerta mirándome como me alejaba pero antes de salir oficialmente del jardín de mi casa, vi hacia la casa de al lado, mi vecino. El había hecho esto mismo hace dos años y no pude evitar preguntarme a mí mismo que podría estar haciendo él en este minuto. Un último adiós y subí al auto.
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Iridiscencia.
FanfictionDos años luego de su graduación, y haber perdido contacto por completo con su mejor amigo, Iwaizumi decide ir a estudiar a la ciudad de Tokio, en donde pasa por experiencias completamente nuevas, pero una de las mas importantes es un reencuentro ine...