Andrés se acordaba del día que fueron a Toledo. Eran cuatro. Su padre y él iban en coche. En moto, adelantándose un par de horas, habían llegado Javi y Juanma, agentes muy familiarizados con la ciudad, para asegurarse de que no les esperaba ninguna sorpresa. Iban hablando animadamente de las sesiones con Omar, de cómo era su vida, de lo que podía hacer, de la gente que conocía. Teorizaban con la posibilidad de rastrear los linajes de los amigos de Omar, quizá conocieran a alguien y podrían completar la historia.
Andrés sonrió con tristeza al recordarlo.
A medida que se acercaban a la ciudad le impresionó la altura que conseguía el Alcázar, lo sólida que parecía la ciudad tras las murallas y sus puertas, lo impenetrable que tenía que haber parecido a cualquiera en el siglo XII. Tras aparcar y subir la escalera mecánica hasta la parte de arriba, detrás de la mole de la Diputación Provincial, bromeó sobre lo que hubieran dado los cristianos por haberse encontrado las escaleras esas el día que vinieron a tomar la ciudad.
Por el rabillo del ojo vio a Juanma. No hizo ningún amago de haberle reconocido, pero la actitud de su compañero era la de quien quiere pasar desapercibido. Algo estaba pasando, algo habían visto.
Era una mañana de principios de verano y el buen tiempo había hecho que los turistas se arremolinaran en enjambres que subían con diversos grados de agotamiento las infinitas cuestas empedradas de la ciudad. Algunos grupos de escolares revoloteaban y gritaban mientras los sufridos maestros trataban de que no se les desmandara el rebaño. La presencia policial era de normal a escasa y en principio no veía nada raro.
Siguieron camino metiéndose por callejuelas y enfrentándose a más cuestas, pasadizos entre edificios y grupos de visitantes. Ellos por su parte seguían caminando con tranquilidad, conversando como si nada y haciendo fotos con el móvil como cualquier otro turista. Eso les permitía poder mirar por todas partes sin llamar la atención. Entonces Carles propuso un café en la siguiente cafetería.
Era una cafetería pequeña, con los parroquianos habituales. El sitio era lo suficientemente pequeño como para que desde un punto vieran todo el local y a cualquiera que entrara. Carles pidió los cafés y vigilaba el lugar mientras Andrés cogía el móvil y pedía más información a sus compañeros.
"Las cámaras han cambiado de orientación", decía Javi en un mensaje.
"Comprobando enlaces.", decía otro de Juanma.
Las cámaras de CCTV de la ciudad habían sido manipuladas para registrar algo diferente a lo habitual. Normalmente la policía tenía control sobre ellas, pero apenas las usaban por lo que podían manipularse a placer en según qué sitios. Ellos también lo habían hecho alguna vez. El problema era que Toledo era una ciudad con gran presencia de la Hermandad. Normalmente ellos controlaban esas cosas y aquel cambio de situación era más que inquietante. De ahí que Juanma estuviera comprobando que sus contactos seguían allí y qué había ocurrido. Así pues, no podían acercarse al bureau de la ciudad sin estar perfectamente seguros de que no les estaban siguiendo.
No tardaron mucho en tener más información.
Las cámaras parecían seguir un recorrido. Javi le mandó un mapa de la ruta que vigilaban y le recorrio un escalofrío cuando vio que terminaba justo en el lugar donde habían encontrado aquel detalle interesante en la vida de Omar.
-Hijos de puta... ¿cómo...?- murmuró.
-Han debido encontrar a algún descendiente de alguien relacionado con Omar.
-Espero que no sea demasiado tarde.- dijo Andrés.
-Dame el móvil.
Carles empezó a escribir.
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Assasin's Creed - Resurrección
AcciónLa Hermandad de los Asesinos en España es especial. Al contrario que en otros países europeos, la Hermandad es tricéfala con líderes pseudoinependientes divididos en 3 divisiones, Levante, Centro y Sur. Tras la muerte de Desmond Miles, la muerte del...