Parte 3

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Paloma dejó el vaso de caña vacío ya de café con leche en el platito y pidió la cuenta. Terminó de un bocado la tostada con tomate y giró el taburete para marcharse, pero a mitad del giro se topó con Andrés, que se sentó a su lado con expresión crispada. "Ha hablado con su padre y no ha ido bien", pensó.

-¿Y bien?- preguntó tratando de buscar su mirada.

-Pues supongo que bien en lo tocante a la misión.- dijo con voz baja y tensa.- Pero sigue siendo un gilipollas.

-Bueno, mientras nos comportemos como profesionales, me importa bastante poco lo que sea.- Andrés asintió. Ella sonrió y le dio un ligero empujón.- Hey, anímate. Has hecho bien. Estoy orgullosa.

Andrés sonrió y la miró un momento.

-Si no te hacen Mentora en la próxima reunión de la Hermandad pondré una queja formal.

Paloma enrojeció y le pegó con la mano abierta en el hombro, aunque sin fuerza.

-No seas idiota. Ya bastante tengo con lo que tengo como para ahora echarme el sambenito de Yoda.

El joven se rio a carcajada batiente ante la ocurrencia. Paloma le correspondió con una medio sonrisa y saltó del taburete mientras miraba la hora en su móvil.

-Justo a tiempo.- comentó al ver las notificaciones.- Vamos.

Al parecer ya había empezado la tormenta, aunque estaba aún en las primeras fases. Ellos mientras tenían a un sitio al que ir. Caminaban con paso firme y rápido por la calle San Marcos hacia la calle Barquillo. Frente a ellos había un edificio en obras. Andrés cogió el teléfono e hizo una llamada.

-Neutralizad las cámaras del número 6 al 22. Subiremos por el 14.- y colgó.

-¿Y los obreros?- preguntó Paloma.

Andrés le guiñó un ojo, pícaro y le enseñó un trocito de cuerda que sacó del bolsillo. Después con una simple app de su móvil hizo que un dron diminuto echara a volar en todo lo alto del andamio haciendo caer la lona que lo protegía con gran estruendo y susto para todos los obreros. La inmensa tela arrastró un par de barras de metal que al chocar contra los coches de debajo generó aún más caos. El dron desapareció en los tejados del otro lado de la calle.

Con naturalidad se acercaron a los andamios y empezaron a trepar sin apenas haber reducido la velocidad de su paso.

-Llevas el EMP encima, ¿verdad?- preguntó Paloma mientras se impulsaba hacia arriba por la estructura metálica.

-Claro que sí.- dijo él adelantándose con extraordinaria agilidad. Paloma le seguía a duras penas.- Vale jefa, ahora empieza lo realmente divertido.

Llegaron al techo y miraron a su alrededor. A unos diez metros estaba el tejado del Palacio de Buenavista, también conocido como el Cuartel General del Ejército de Tierra. Más adelante podían ver la estatua de la Cibeles y parte de la rotonda, aunque no había coches, ya que habían cortado la vía por una manifestación antiausteridad que había convocada para dentro de apenas media hora.

-¿Jefa? -preguntó ella al llegar.

-Es un modo de hablar, mujer...

-Mmm... no... Me gusta.

Vio cómo el hombre trataba de ocultar una risa mientras abría la mochila y se colocaba la hoja oculta en el brazo derecho, ocultándola con la sudadera. Paloma abrió los ojos por la sorpresa. Hacía mucho tiempo que nadie la usaba. Andrés lo notó.

-Es un momento especial.- se justificó.- ¿Y tú qué?

Paloma sacó un táser y lo que parecía una pistola de juguete de aire comprimido que disparaba agujas diminutas con un sedante muy fuerte. Lo sentía mucho, pero prefería luchar a distancia y, con un poco de suerte, ni siquiera necesitaría sacarlas.

Assasin's Creed - ResurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora