Parte 23

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Sabía que se habían ido de aquella casita y que se habían puesto en movimiento a raíz de su visita. El hecho de que Samu les hubiera encontrado con tanta naturalidad cuando medio mundo les estaba buscando fue porque, sencillamente, sabía dónde buscar. Samu sabía que no tardarían en moverse fundamentalmente porque Paloma había conseguido orientarles en una dirección concreta, así que de manera inexorable acabarían encontrándose de nuevo. Saberse manipulado no significaba que no agradeciera en cierto modo esa manipulación. En realidad seguía siendo un soldado. Él obedecía órdenes. Era bueno en ello. Aquel mes a la "cabeza" de la Hermandad de centro le había vuelto medio loco y que de pronto alguien sencillamente le señalara un camino, le había hecho perder diez contracturas y respirar hondo por primera vez en semanas. Y lo había hecho de manera tan sutil que había conseguido que Andrés también se empezara a mover. Dios, les echaba de menos. A los dos.

Samu abrió la puerta de lo que ahora era el bureau principal de Madrid.

Después de los últimos pseudo fracasos, decidió no arriesgar y sacó todo de los bureaus oficiales y lo movió todo a diferentes agujeros que los Asesinos de Madrid tenían por toda la ciudad. Tenía a la gente en permanente movimiento y a los que podía mantener en stand by, les dejaba así. Mientras más invisibles fueran, mejor protegidos estaban.

Las SIM habían hecho mucho daño, mucho más de lo que habían pensado. Había descubierto identidades, alianzas, apoyos. Fueron a por todos con todo lo que tenían. Presiones laborales, fiscales, policiales. Los templarios tenían tentáculos por todas partes y podía utilizar el poder de la "ley" para presionar de manera insoportable a los miembros más públicos de la hermandad como sanitarios, abogados, comerciantes... fueron retirando su apoyo a los Asesinos de manera masiva. Mientras, sus acciones seguían siendo constantes y efectistas, pero cada vez tenían menos recursos y en realidad estaban más expuestos.

Samu decidió que tenían que desaparecer y centró las reuniones, cada vez más esporádicas, en un lugar, el antiguo Palacio de Sueca, más conocido como El Ministerio del Tiempo a raíz de la serie de televisión, pero que seguía siendo un edificio abandonado en una situación privilegiada, con varias entradas invisibles al no iniciado y con la ventaja de estar cerca de varios escondites asesinos tradicionales en Latina y Lavapiés.

Así que cuando cerró la puerta tras él, en realidad, entraba en un sótano pequeño, húmedo, maloliente. Subió las pocas escaleras que le llevaban a la corrala interior y, esquivando los puntales que mantenían la estructura en pie, subió con cuidado las escaleras a la primera planta donde tenían una pequeña habitación acondicionada con electricidad y trampas contra diferentes tipos de inquilinos no humanos. Samu soltó la mochila en la mesa y conectó la electricidad. Buscó el tétering del móvil de la que encendía el ordenador y entonces el teléfono sonó. Hugo. Samu respiró hondo y descolgó.

-Hola tío.

-¿Sabes dónde están?

-¿Quiénes?- preguntó el pelirrojo, aunque por el tono sabía de quiénes estaba hablando. La pregunta terminó de cabrear a Hugo al otro lado.

-No te hagas el tonto conmigo, Samu.- dijo con rabia muy mal contenida el otro.- Se están moviendo. Lo sé. Y si se mueven el resto del universo se mueve con ellos. Y eso es...

-¿Malo?

-Les están buscando, Samu. Desesperadamente. Lo veo a cada minuto y no podemos protegerles.

-Hugo, estás hablando de Paloma y de Andrés. Si hay dos personas en este planeta que sepan protegerse de los templarios, son ellos.

-¿Seguro? ¿Incluso de lo que no saben o de lo que no se esperan?

Assasin's Creed - ResurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora