Parte 15

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Ante todo, sin muertes. Lo había querido dejar cristalino a todos los que participaban en la operación. Los seguratas de Prosegur de la planta baja no tenían la culpa de que la empresa que los había contratado fuera la que era. Esa gente al final tenía que alimentar a su familia, así que, cero bajas si podían evitarlas.

Andrés repasó en su mente los guardias que debían esperarse a esa noche en el edificio. El hecho de que los templarios se supieran vigilados hacía de la configuración de su seguridad algo merecedor de un premio del Pentágono. No se podía ostentar una sede en uno de los edificios más altos de la ciudad (y del país) sin poner una seguridad a la altura.

El equipo al final era pequeño, los siete de Vallecas, Hugo y Andrés. Tres de los vallecanos, Vasile, Juan y Adrián se quedarían en la calle esperando con los coches para salir de allí echando pestes. Óscar, Samir, Amiya y Sara entrarían con ellos en el edificio.

En sus relojes daban ya la 1 de la mañana. Atacarían a las 1:30, el horario del bocadillo del turno de guardias que había entrado a las 10 de la noche. Por supuesto no es que se quedara súbitamente sin vigilancia, pero sólo dejaban apostados a los guardias de la puerta mientras el resto se metía en su cuartito a comer.

Todo fuera que hubieran cambiado la hora y todo su plan se fuera a la mierda...

Andrés alejó la idea de su cabeza y observó el movimiento de la calle, con bastante tráfico aun a aquellas horas. Estaba apoyado en uno de los coches aparcados al otro lado de la Castellana, en frente de los bloques de los arcos, mirando fijamente la mole que se levantaba 249 metros sobre él, la que llamaban la Torre de Cristal. Le hacía gracia. Abstergo, cómo no, había elegido la torre más alta de España para plantar su sede. Eran tan obvios que daban hasta un poco de pena. Oyó unos pasos tras él.

-Están preparados.- le dijo Juan. Andrés miró su reloj y asintió calándose la capucha.

-A mi señal.- dijo. Juan murmuró un asentimiento y desapareció.

Andrés avanzó hasta el borde de la carretera y con cuidado de no ser atropellado, cruzó hasta la acera sabiendo que las cámaras que rodeaban el edificio ya podían verle. Suspiró para darse valor mientras deseaba con todas sus fuerzas que el truco de Hugo hubiera funcionado y avanzó. Se acercaba paso a paso a la puerta y no pasaba nada. Llegó a la puerta de cristal cerrada y levantó una mano durante un segundo dando la señal establecida.

El interior estaba en penumbra. Sólo la luz que venía de la recepción iluminaba el amplio hall. Andrés sabía que detrás de la recepción, ocultos tras el alto mostrador, había dos hombres. Se acercó a la puerta hasta poner una mano sobre el cristal. De día, esa puerta se abría sólo con acercarse uno a ella, pero ahora podía ver los cierres de seguridad. Se quitó la capucha y se rajó con la hoja oculta la ropa a la altura del estómago. Se hizo incluso una ligera herida y entonces se echó sangre de cerdo en el roto y en la piel para simular una herida de arma blanca.

Empezó a golpear la puerta y a gritar por ayuda. Tardaron un momento, pero al final los guardias salieron de su escondite, perplejos. Se acercaron a la puerta sin abrirla, pero cuando vieron a un tipo sangrando y que se tambaleaba, abrieron para ayudarle. Craso error.

De la nada aparecieron Juan, Samir y Vasile que, inmovilizando a los dos guardias les taparon la boca para que no gritaran mientras les dejaban silenciosamente inconscientes. Vasile y Juan arrastraron los dos cuerpos hacia dentro y cerraron las puertas de nuevo. Sentaron a los guardias en sus sillas y en silencio se dirigieron a la garita donde sabían que habrían al menos otros cuatro tíos comiendo un bocata. Al acercarse empezaron a oír sus voces. Andrés miró su reloj y mirando a los tres asesinos que le acompañaban hizo una sucinta señal hacia la puerta. Andrés marchó directamente a la sala de control del edificio mientras oía los ruidos amortiguados de sus compañeros neutralizando a los guardias desprevenidos.

Assasin's Creed - ResurrecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora