11. ¿Por Qué Me Cuidas?

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¿Por Qué Me Cuidas?

Te amo para amarte y no para ser amado...

puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz.

1.

"No estaba atado, pero aun así no le era posible apartar aquel cuerpo de él, aquellas manos recorriéndo, hurgando, tocando cada rincón de su intimidad... movió sus destrezas deseando apartarle, pero no podía...

Estaba oscuro, tanto que no era capaz de ver a su atacante, sólo podía sentirlo, sin lograr apartarlo, y eso lo frustraba.

— ¡¡No!! —colocó sus manos hechas nudo en el pecho de aquel hombre, tratando de empujarle, entonces sintió como sujetaba sus piernas y levantaba sus caderas, cerró los ojos y apretó los dientes, lo sintió invadirlo, pero esta vez no pudo evitar lloriquear levemente.

Su agresor gimió de placer al introducirse por completo de un sólo golpe —. ¡Joder! Eres tan estrecho —. El vaivén era lento y doloroso —. ¡Tan jodidamente estrecho! — bufó en un jadeo.

Fue entonces que Zoro sintió su interior desgarrarse —.¡¡Basta!! — chilló con desesperación en medio del dolor y el bamboleo profundo. Aquella voz le parecía familiar, pero no era capaz de identificarla. De pronto las profundas penetraciones comenzaron a enviarle oleadas de placer a su cuerpo que comenzaban a levantárselo — ¡¡No quiero!! ¡¡No me gusta!!

Lentamente una mano se hizo de su miembro, masajeándolo al ritmo de las estocadas.

— Siéntelo... mmm... sé que lo deseas."

2.

Abrió los ojos de golpe y se incorporó respirando dificultosamente. Estaba apretando las sabanas y parpadeó un par de veces tratando de calmarse. La voz que oyó al final había sido la de Sanji, esas oalabras se las había dicho mientras lo hacía con él. « ¡Maldición! » Renegó al tiempo que se pasaba una mano por el rostro. Frunció el ceño al tonar las vendas que cubrían sus brazos y gran parte de su cuerpo, levantó la vista al frente... ya no estaba donde lo tenían prisionero. Paseó la vista por el lugar. Pudo ver sus espadas sobre una mesa. « Es cierto. » Recordó. « Él me las dio. » Se giró lentamente a su derecha y se topó con la última persona que esperaba ver en esas circunstancias.

— Taka no me Mihawk... — dijo incrédulo. Trató de levantarse en busca de sus katanas, pero sintió unos fuertes dolores, en los brazos, pecho, cuello y en... « Es verdad...» Se ruborizo de vergüenza, recordando la causa de aquel dolor en su trasero.

— No debes levantarte — le dijo el mayor, con calma por la reacción que le vio. Tenía rato dudoso de si debía despertarlo o no, se había estado retorciendo en la cama angustiado por más tiempo de lo que le hubiera gustado ver. Seguramente lo habría despertado una pesadilla.

— ¿Por qué estoy aquí? — inquirió el joven, apretando la sabana que lo cubría, sin atreverse a levantar la vista.

Mihawk se levantó y se dirigió a una pequeña mesa en el centro de la habitación, sirvió agua en un vaso y tomó una píldora de un pequeño frasco. El cual volvió a colocar en su sitio —. Tomate esto — le extendió el agua y la medicina.

— ¡No necesito esas porquerías! — Estalló, tirando todo de las manos del mayor. No podía evitar recordar que había sido un medicamento extraño lo que le había impedido defenderse, aunque por la brusquedad del movimiento sintió un latigazo de dolor en el hombro — ¡Kgh! — se lo masajeó sin poder esconder la mueca de dolor de su rostro.

AmarTeDuele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora