16. Entrega.

928 73 31
                                    


Entrega.

¿Cómo te puedo pagar todo lo que haces por mí,

todo lo feliz que soy, todo este inmenso amor?

Solamente con mi vida, pues ten mi vida, te la doy;

pero no me dejes nunca, nunca, nunca.

Te lo pido, por favor.

"Te lo pido por favor", Juan Gabriel (fragmento).

1.

Había deseado aquella reacción y aquella respuesta, y había sentido un inmenso alivio y una profunda calidez en su interior cuando lo escuchó decir aquellas palabras. Siempre le dejaba la última palabra, siempre le permitía tomar la decisión final. Esa era una de las cosas que le fascinaba de estar con él, y por primera vez se descubrió preguntándose si cada vez que pensaba en no morir para volver a verle habría tenido aquel doble sentido que descubrió en ese momento, ¿la admiración habría sido sólo admiración?, ¿realmente lo hacía sólo porque se lo prometió?

Sonrió cuando sintió que el peso de su más grande y respetado rival descansaba sobre él, ahora ya no importaba el pasado, por lejano o cercano que fuera, lo único que importaba era ese momento, ese instante que por primera vez estaba siendo su entera decisión entregarse a alguien.

Mihawk se dejó arrastrar por el muchacho sin oponer la más mínima de resistencia, aquella inesperada reacción había sido por demás embriagadora, y a diferencia de la última vez que el joven intento hacer aquello, no había ninguna voz de alarma en su cabeza repitiéndole que algo andaba mal. Apoyó las manos a ambos lados de la cabeza del peliverde para no aplastarle totalmente y se separó con una maravillosa suavidad, aunque le costó algo de trabajo debido a que los hambrientos labios de Roronoa seguían su boca con ímpetu tratando de que no se rompiera el contacto.

— ¿Seguro que quieres esto? — le preguntó con voz jadeante, no podía ocultar la excitación que le estaba provocando, y no quería hacerlo.

Zoro dejó de proporcionar fuerza en el agarre con que le tenía del cuello, haciendo aquella caricia más suave e íntima, lo miró a los ojos y sonrió, para luego decir con claridad:

—Sí. Estoy seguro.

Mihawk se quedó quieto por un unos segundos y después, con un murmullo incoherente, pero que Zoro sabía perfectamente lo que decía, le abrazo con todas sus fuerzas.

— Lo siento, cariño. ¿Te he hecho daño? — le preguntó al escuchar una pequeña queja.

— Si... No... No importa: quiero que me abraces.

Él lo hizo y luego se separó para mirarlo a la cara. Lo que vio en él, lo que sentía y todo lo que le provocaba fue suficiente para que se borrara todo atisbo de duda de su mente.

Lentamente, como un hombre que sabe saborear de los placeres, con elegancia y lentitud comenzó a desabrochar botón a botón la camisa que cubría los trabajados pectorales del muchacho, procurando hacerlo con suavidad para no lastimarle, aún estaba débil por las heridas que había sufrido, aunque seguramente si se lo sugería, iba a negarlo. Zoro lo detuvo incorporándose ligeramente y apoyándose en sus codos para comenzar a pelearse con los botones de la camisa del mayor. Juraquille sonrió y le ayudó quitándose la ropa él mismo. Zoro observó su perfecto abdomen por algunos segundos, preguntándose como un espadachín podía tener tan pocas cicatrices: sin duda él era el mejor.

AmarTeDuele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora