26. El Precio De Amar, Parte II.

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El Precio De Amar, Parte II.

Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.

San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.

1.

Robin estaba tratando de detener las balas de cañón con una gran cantidad de manos, formando una red delante del barco, pero aun con eso le costaba demasiado trabajo, las cosas comenzaban a tornarse mal en el Merry.

Chopper se había tomado una Rumble Ball y estaba haciendo uso de su habilidad para encontrar el punto débil de sus enemigos para atacar en el lugar que afectara más la flota y que Usopp pudiera derrotarles con un sólo disparo, puesto que ya casi se quedaban sin balas, a pesar de que acaban de reabastecerse los ataques anteriores estaban haciéndolos quedar limpios.

Nami, por su parte, estaba haciendo uso de su Clim Attack para crear una enorme nube eléctrica encima de varios de los barcos de la marina. Tenía que darse prisa, puesto que en ese preciso momento Robin era la única que estaba protegiendo el barco, esperando y dándoles oportunidad para atacar, pero todo eso les estaba tomando mucho tiempo y la morena cada vez estaba más cansada como para seguir defendiendo el barco ella sola.

2.

Tras la falta de soldados abrió las celdas lo más rápido que pudo, tirando la puerta con una silla. Saltó los restos y observó a las aterradas personas echas ovillo en un rincón cubriendo a los críos protectoramente.

— Soy la doctora Cheasse Kasuki — anunció lo más firme que pudo y tratando de no parecer cansada —, he venido a sacarlos de aquí — varios de los hombres ahí se levantaron, entre ellos el único adulto que había sobrevivido a las torturas de Williams.

— ¿Cómo nos sacara de aquí sin que ese bastardo se entere?

Cheasse reconoció el odio en su voz, la ira y la impotencia acumulada, pero más que nada un miedo que ella misma sentía.

— Tomen a los heridos y síganme — ordenó enérgicamente. Tenía que confiar en Roronoa, él podría con ese desgraciado, y si no era así aun contaba con la llegada del señor Juraquille, pues por alguna razón estaba segura que iba a llegar por él —. Van a estar a salvo.

Esperó a que todos se levantaran para darse la vuelta y guiarlos hacia la cubierta del barco, rogando mentalmente que ningún soldado les interceptara en el camino. Si tenía suerte lograrían salir sin contratiempo, aunque aún no había pensado que hacer en cuanto estuvieran fuera.

Ya lo pensaría en el momento.

3.

El shichibukai observó su derredor, enfundando su enorme espada, clavando una mirada llena de odio en el bastardo que capitaneaba aquella nave, en su recorrido con la mirada observo la espada blanca de Zoro, camino con elegante lentitud hacia aquella arma y la levantó de manera lenta para enseguida encaminarse hacia el joven de cabello verde.

Amyas mordió su labio inferior cuando la mirada del shishibukai se posó sobre él. Sabía cómo ere aquel hombre, y sabía que si quería vivir debía salir de ahí cuanto antes, pero aquellos ojos ambarinos lo paralizaron por completo. Ya no había nada que hacer, y no había concretado su venganza contra Zeff. « Maldita seas, Mihawk. » Apretó la mandíbula, llenó de rencor. « Siempre te entrometes en mi camino. »

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