25. El Precio De Amar.

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Advertencias:

El contenido de este capítulo puede afectar la sensibilidad de algunas personas, se recomienda discreción. No recomendado para menores de diecisiete años.

CAPÍTULO 25.

El Precio De Amar.

"Vivimos en el mundo cuando amamos.

Sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida."

Albert Einstein.

1 .

Entró en la mazmorra que habían improvisado en aquel barco para él y sus placeres, aunque no había sido difícil en un barco marino con distintas áreas de celdas. Aquella en particular había sido elegida por él a causa de su cercanía con el camarote principal, por lo que deducía que era para trasladar a prisioneros verdaderamente peligrosos, en especial por los distintos artilugios de kauroseki que había encontrado en su interior. Era una habitación oscura, y esa era otra de las razones por las que le fascinaba.

La luz estaba apagada, tal y como la había dejado. Se encaminó al interior y piso algo... pegajoso. Un quejido familiar lo hizo entender de qué se trataba, no se apartó mientras encendía la luz.

En cuanto las luces iluminaron la habitación pudo contemplar, a sus pies, los despojos que quedaban de un hombre con el que se había divertido. El piso tenía rastros de sangre, que denotaban que el hombre estuvo arrastrándose hasta la puerta desde la esquina derecha de la habitación donde Williams lo había dejado atado.

Se dibujó una sonrisa sádica llena de satisfacción en la cara de Amyas mientras contemplaba su obra de hacia horas, había estado tan ocupado con la captura de los muchachos de sombrero de paja que se olvidó completamente de él. Le dio una patada en las costillas y lo giró mientras sus intestinos se esparcían en donde minutos antes estaba tirado, la sangre salía incesante, casi estaba seguro que la había perdido toda. El pobre hombre aún estaba vivo, quejándose a punto de la inconciencia, presionando la herida en su vientre por la que se habían salido sus tripas, si no le faltara el otro brazo probablemente estaría intentando volverlas a su lugar. El lamentable estado de aquel hombre y su intento por escapar divertían al sádico notablemente, así que, jalando al hombre de los cabellos lo arrastro a un rincón de la habitación, con el melodioso sonido de sus quejidos desesperados y dolientes.

Al principio, Amyas había pensado que debían limpiar aquel lugar, pero el penetrante olor a sangre y el aspecto que había quedado le parecía perfecto. Inhaló hondo para llenar sus pulmones con ese aroma que tanto le fascinaba y que le habría el apetito en varios sentidos.

Observó los instrumentos que había usado no muy complacido, pero no podía quejarse, todos sus 'utensilios' habían desaparecido junto con la fortaleza de Eris, a donde planeaba volver pronto por una ruta alterna, seguramente nadie le buscaría en el mismo lugar; era un buen plan.

Se giró a su primer oficial, quien estaba haciendo esfuerzos para que las arcadas no lo hicieran vomitar. Era tan divertido.

Se inclinó ante el herido y levanto una de sus piernas, cortándola desde la raíz con ayuda de una espada. El moribundo se retorció entre lloriqueos antes convulsionar unos segundos y morir sin más.

— Llévele esto al chef — ordenó, arrojándole la pierna recién cercenada a su oficial, quien apenas pudo contener el impulso de tirarla al suelo —. Dígale que requiero algo delicioso — se relamió de sólo pensar en la cena.

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