Epílogo.

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   Ok, sobra decir que muchas cosas han cambiado, pero no sobra decir que el amor duele siempre, aunque sea un poquito. Esta historia llega a su fin y hay que cerrar lo mejor que se pueda, así que sin más les dejo la lectura.

Para Siempre.

"Ama hasta que te duela.

si te duele es buena señal."

1.

Nami estaba en la cocina, preparando crepas de huevo y algunas tostadas con ayuda de Robin, quien había lavado la cafetera y puesto la bebida a calentar. La peliroja era buena para ese tipo de desayunos, pero estaba consciente de que eso no lograría calmar a su capitán por mucho tiempo.

—¿Dónde está Sanji? —preguntó Luffy, aburrido y hambriento, mientras dejaba caer su saliva sobre la mesa. Se encontraba sentado en su sitio con la cabeza sobre la mesa. Moría de hambre. La comida de Nami olía delicioso, pero le parecía demasiado poca, quizás sólo le alcanzara para un bocado y aún faltaba que comieran los demás.

—No debe tardar —respondió la navegante mirando comenzaba a servir varios platos.

—Hizo guardia dos días seguidos —les recordó la arqueóloga mientras comenzaba a servir varias tazas de café—, seguramente debe estar muy cansado.

—Además aún no se recupera del todo de sus heridas —le recordó Chopper en esta ocasión—. ¡Preparé algunas vitaminas extras para que mejore más rápido! —levantó un brazo con entusiasmo y la morena le sonrió y acarició su cabeza con ternura.

Luffy infló los mofletes con algo de mal humor— ¿Y Zoro? —inquirió al incorporarse y observar su derredor—. ¿Ya volvió al barco?

—Déjalo ya gilipollas —le reprendió Usopp dándole un coscorrón—. Recuerda que tenía una cita.

—¿Y cuánto se supone que duran las citas?

—Lo que uno quiera —la arqueóloga le sonrió al sentarse frente a él.

—Eso no tiene sentido —renegó el capitán, haciendo un mohín.

—Pues te aguantas y te estas quieto o no comes nada —le cortó la navegante mientras comenzaba a colocar los platos en la mesa.

—Pero qué tal si a Zoro le pasó algo... —insistió el capitán. No era normal en él preocuparse así, pero luego de todo lo que habían pasado... Se incorporó un poco y estaba a punto de levantarse para ir a buscar a su amigo.

—Aquí estoy —sonrió el espadachín abriendo la puerta y entrando delante del cocinero, a quien le resultó imposible ocultar su cara de alegría.

Luffy los miró curioso y luego sonrió comprendiendo que el rubio había acatado perfectamente su orden, puesto que ambos se veían felices y hacía mucho tiempo que no veía feliz al peliverde, así que se enredó en la cintura de Zoro.

—¡No te iras! —exclamó encantado.

—¿Por qué me iría? —inquirió Zoro, sonriendo—. Aún tengo muchas promesas por cumplir.

El pelinegro sonrió más ampliamente, aunque en el fondo Zoro sabía que su capitán había captado perfectamente la situación entre el cocinero y él. Había veces que Luffy demostraba ser más listo de lo que todos pensaban, pero antes de que el espadachín dijera algo, el rubio tiró al pequeño de una patada, separándolo de esa manera de la cintura de su novio.

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