31. Amor.

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 Aclaraciones:

  Ok, es definitivamente el momento de colgar esta parte. Me costo mucho trabajo llegar aquí y me disculpo con todos aquellos que esperaban un final diferente. Yo queia un final diferente, pero las cosas pasaron como se supone que tenian que pasar.

El amor, a veces puede ser doloroso, a veces puede parecer insoportable, pero la mayor parte del tiempo es lo más maravilloso que llega a conocer el ser humano.

A mí me ha encantado como quedo todo, y aunque quizás tiene escenas algo cursis me parece que todo ha salido a pedir de boca.

¿Qué les puedo decir? La verdad es que este final, aunque razonable e ilógico al mismo tiempo, es el más factible, es mejor amar que ser amado, porque cuando te aman y tú no, a la larga demasiada miel empalaga y le pierdes el gusto. Pero cuando tu amas, cuando anhelas y esperas una pizca de felicidad, aunque la hiel duela, las gotas de miel te caen en los labios son sublimes.

Amor.

En el corazón no se manda.

Él nos ordena.

1.

"— No dejes que se vaya. No es una sugerencia, es una orden."

Esas palabras daban vueltas en su cabeza una y otra vez, atormentándolo desde que vio a Zoro subir al barco.

"—Conozco a Zoro mejor que nadie. Es orgulloso y nunca lo dirá, pero él espera que no dejen que se vaya."

Se giró lentamente para verlo, quería verlo a la cara, contemplar su expresión, comprobar que lo que estaba escuchando no fuera sólo un producto de su imaginación, pero el peliverde le había dado la espalda y se disponía a irse, a cruzar la puerta y dejarlo solo. Algo dentro de él le dijo que si dejaba que Zoro cruzara aquella puerta lo perdería definitivamente, y no quería perderlo—. Zoro —aquel llamado había sonado como una súplica, y al darse cuenta se descubrió con la firme muñeca del peliverde enredada entre sus dedos. El peliverde no se movió, se quedó quieto, expectante, y él se acercó a él tanto como sintió que era prudente—. Quédate conmigo —suplicó en un suspiro.

Zoro suspiró—. Sanji —había esperado escuchar eso hace mucho tiempo—. No tienes idea de cuantas veces soñé con esto.

El rubio sonrió, pero dudo si debía acercarse a él o no, dudo si aquel momento lo ameritaba. Deseaba tanto pegarse a él, acariciarlo, besarlo—. Déjame compensarte —rogó—. Déjame enmendar todo el mal que te he hecho... —El silencio los invadió, y el cocinero finalmente se atrevió a acercarse al peliverde por la espalda, abrazándolo, pegándose a él, inhalando su aroma. «Aún huele a él.» Una punzada presiono su corazón, haciéndole doler—. Por favor —suplicó—, no te vayas.

Zoro tragó saliva y se estremeció con aquel contacto, sintiendo como se erizaba su piel—. Sabes que no te lo mereces —respondió, sintiendo como se secaba su boca. Algo dentro le dolía, quebrándose lentamente. No sabía qué era, no sabía por qué pasaba, pero dolía demasiado.

El cocinero sintió algo quebrándose en su interior, algo que lo presionaba y le quitaba el aire. Se aferró más a él, temiendo que se desvaneciera en sus brazos, que desapareciera para siempre de su vida—. Por favor —volvió a pedir, sin soltarlo, sin importarle el aroma de otro en su ropa, sin importarle más lo que sea que hubiera pasado aquellos días entre ellos—, quédate conmigo.

AmarTeDuele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora