Capítulo 11

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—Deja de pensarlo tanto, harás que tu cerebro explote.

—Dios —me quejo y dejo caer mi cabeza sobre el mostrador—. Ya sé a dónde puedo invitarlo, pero no tengo idea de cómo hacerlo.

—Sólo dile que salga contigo —propone Simón. Le doy una mirada de muerte.

—No es tan fácil.

—Claro que lo es. Sólo vas, tocas a su puerta y le dices "Pablo, el sábado vamos a salir, estate listo". Algo así como lo que él hizo contigo.

—Eso es poco original. ¿No me veré como una necesitada?

—Necesitada estás, pero no, no lo creo.

—Eres un idiota Simón —ríe Yami cuando ve mi rostro contrariado—. Estás empeorándolo.

—¿Por qué se complican tanto? Sólo díselo y ya. Dudo que te diga que no.

—Me preocupa lo que piense de mí.

—Él sabe que tú lo espiabas —dice Simón, elevando una de sus cejas hacía mí—, creo que desde hace mucho tenemos una idea de lo que piensa de ti, ya que es obvio que le gustas.

—Tienes razón, voy a decirle. —Levanto mi rostro del mostrador y les envío una mirada determinada.

—Esa es nuestra chica —Aplaude Yami—, ahora, ¿a dónde lo llevarás?

—Será una sorpresa —murmuro con una sonrisa.

A Pablo le encantará.

¿A dónde carajos se fue mi determinación?

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¿A dónde carajos se fue mi determinación?

Esto es realmente tonto. Sólo lo llamaré y le pediré que salga conmigo.

Correo de voz.

Mierda.

Entonces, es hora de ir a su casa. Sé que está ahí, su auto está parqueado fuera. Tomo una respiración profunda y camino con toda la determinación del mundo hasta la casa de Pablo. Casi me hago en mis pantys cuando escucho que alguien abre la puerta.

Tengo los ojos cerrados. Menuda valiente la que soy.

—¡Suchy!

—¡Sami! —respondo y abrazo a la pequeña niña encantadora—. ¿Están todos en casa? —Asiente y me toma de la mano para llevarme dentro—. ¿Te dejan abrir la puerta sin ver? —Se detiene y me da una mirada de ciervo—. No debes hacerlo de nuevo, ¿vale? —Vuelve a asentir, me dejo caer al nivel de sus ojos y le sonrío tranquilizadoramente—. Siempre espera a que un adulto verifique quien llama a la puerta, hay muchas personas que no deberían entrar a tu casa, cariño. Debemos mantenerlas fuera ¿comprendes?

—Sí, señora.

—Vale. —Me enderezo y froto su cabecita—. ¿Tu papá está?

—Sí, estoy aquí —responde Pablo desde el pasillo. Sami se tensa de nuevo sabiendo que su padre acaba de escuchar y ver todo.

Desde Mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora