—Vale. Entonces el cliente, que resulta ser tu vecino, ya te conoce y sabe lo rara y extraña que eres.
—¡Simón! —Mi empleado, a quien estoy considerando nombrar ex empleado, se encoje de hombros y sonríe.
—Es la verdad.
—Lo siento mucho, sólo trataba de alejar el estrés del día.
Pablo ni siquiera se inmuta, sigue observándome atentamente. Sus ojos vagan rápidamente por mi cuerpo y me siento sonrojar.
Este hombre me ha visto desnuda.
Mi pobre corazoncito se acelera y temo sufrir un colapso en este momento. Aunque eso no me impide apreciar lo bien que se ve en esos malditos trajes. El hombre es impresionante, aterrador pero bueno, quedémonos con perfectamente impresionante y aterrador.
—¿Tienes las flores?
¿Qué este hombre sólo sabe gruñir al hablar?
—¿Flores? —pregunto. Su ceja, sólo la derecha, se curva. Es realmente aterrador, y sexy, pero aterrador primero. Recuerdo entonces que ayer en la tarde preguntó por mis...—. ¿Te refieres a las alstroemerias? —No responde, asiente muy sutilmente con la cabeza. Este hombre realmente es un robot—. Sí. Para sembrar o para un ramo.
—Ramo —brama. Simón lo mira un poco confundido pero regresa al frente de la tienda y me deja sola con Pablo.
Sola con mi sexy y aterrador vecino.
—Tengo blancas, lilas, rojas, naranjas...
—Quiero las mismas de tu jardín.
—Vale, amarillas serán.
Tomo las flores, un poco de ruscus y monte casino para armar el ramo. Acomodo las flores y uso el cordón más suave y de color amarillo, papel blanco para envolver. Tomo mis tijeras y armo el ramo bajo la atenta mirada de Pablo. No dice una sola palabra y yo procuro no mirarle. El rojo en mis mejillas no se va. Ya es suficiente remordimiento que me haya visto desnuda, revolcándome en el suelo con mi hermana y luego bailando con un oso de peluche.
Son demasiadas vergüenzas y metidas de pata para una semana.
—S-si van a dejarlas en un ja-jarrón con agua, sería bueno que aplicaran un poquito de cloro en la misma, o un poco de azúcar; de esta manera se co-conservaran más.
Maldita tartamudez.
—Bien.
Tomando una profunda respiración, le hago una seña para que me siga. Si él no va a hablar conmigo, yo tampoco con él. Voy hasta el mostrador y le entrego una de mis tarjetas para marcar. Me mira y luego al lapicero y papel, por primera vez lo veo confundido.
—Puede escribir la nota o dedicatoria. ¿Quiere acompañar el ramo con algún otro detalle?
—¿Uh? —Ladeo mi cabeza cuando sus mejillas se tornan un poco rojas. ¿Está sonrojado? No me observa, concentra toda su atención en el papel.
—¿Señor Pablo? —Eso sí llama su atención. Levanta sus ojos del papel y para mi sorpresa, no me ve con dureza. Es extraño, y me sorprendo aún más, cuando su labio se curva levemente.
—Sabes mi nombre —Esta vez gruñe menos al hablar y ya es más humano y menos bestia para mí.
—Hmm sí. T-tu hermana nos presentó —digo y sus mejillas se tornan más rojas todavía.
Por todos los astros del universos y todas las gardenias del mundo. ¡Mi aterrador y sexy vecino está sonrojado!
—Tienes razón. Yo eh... —Se encoje, tensamente, de hombros fingiendo despreocupación—. No sé qué agregarle al ramo. ¿Qué recomiendas?
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Desde Mi Ventana
Romanzi rosa / ChickLit¿Cómo encontré el amor? ¿Me creerían si les digo que lo encontré mirando el mundo una tarde desde mi ventana? ¿No lo creen? Está bien. Déjenme entonces contarles cómo, de la manera más simple y poco romántica, me topé con el hombre que se conv...