—Dilo, sácalo todo fuera de tu sistema —murmuro .Estoy cansada de estar aquí sentada y que Pablo me fulmine con la mirada.
Hace más de una hora que regresamos a casa. Mis padres estaban lívidos al principio, pero después de comprobar que estoy bien, me abrazaron y apapapacharon. Jenny me gritó, insultó, sacudió y lloró. Edith y Claudia lloraron y no se despegaron de las niñas.
Axel me envío una mirada de muerte, ha de ser por el ojo morado, pero luego de que le enviara una sonrisa inocente y me encogiera de hombros, me abrazó —a pesar del gruñido de Pablo— y agradeció a Dios porque yo estuviera bien y su vida ya no estuviera en peligro.
Después de asegurarse de instalar a las niñas, llamar a la policía y notificar que todo fue "una falsa alarma" y que yo estaba "perfectamente bien"; discutir con el detective Otalora, contarles a todos sobre mis hazañas y lo que le dijo el señor Montana sobre mi desempeño como mamá leona; me arrastró hasta su habitación y me ha estado fulminando con la mirada desde hace unos quince minutos.
Se ha paseado varias veces de un lugar a otro y me tiene, más que nerviosa, molesta y ansiosa. Necesito que diga algo o que lo gruña al menos así discutiremos, pero no, él sólo me mira y mira y mira...
Argggg... es desesperante.
—¿No vas a decirme nada?
Sigue mirándome... ¿Tengo algún moco en la cara o qué?
—Pablo. —Suspiro y me levanto de la cama—. Mira, sé que estás molesto... no, iracundo, por lo que hice; pero tenía que hacer algo. Ella se llevó a mis niñas, no me iba a quedar con los brazos cruzados mientras ella les hacia quién sabe qué. No, yo tenía que salir y buscar a esa hija de su madre y traer a las niñas aquí, con nosotros, y si para ello tenía que ir y enfrentarme al mismo diablo o venderle mi alma, ovario, riñon, lo que sea; pues lo haría. —Tomo aire y continúo con mi diatriba—: Las niñas son muy importantes para mí y no me iba a quedar aquí esperando como una buena mujer, comiéndome las uñas y rezando a cualquier dios para que estén a salvo.
>>Fue por mi culpa que se las llevaron, Alexia me lo dijo —Cuando veo que su rostro se frunce un poco en confusíon, aclaro—: ella fue quien envío los mensajes de texto. Me dijo que fueron por mí para concentrar tu atención en mi vida y así las niñas serian un blanco más fácil. Fue mi culpa, Pablo.
Mis ojos se humedecen y mi pecho se oprime por la culpa y el pesar.
—Las niñas tuvieron que estár más de doce horas con esa horrible mujer, aguantando hambre y los gritos de esa enferma. Estuvieron encerradas en una habitación de baño, asustadas y temerosas; todo por mi culpa. —Sigue observándome furioso y eso hace que yo también me enoje—. Si quieres regañarme y decirme que no debí hacerlo, que fue una locura, una sandez... si vas a gritarme... pues hazlo, pero que sepas que no me arrepiento de nada, ni siquiera de dispararle por accidente a ese anciano ni de golpear a Carlos —Hago una mueca cuando gruñe, pero sigo hablando—, porque lo haría una y mil veces, por las niñas, por mi familia, por ti... haría esa y otras mil locuras más. Y no me importa si son peligrosas o no, sólo ten muy presente que yo no me quedaré permitiendo que otros hagan algo, yo iré y los buscaré dónde y cómo sea.
Silencio, sólo su oscura y furiosa mirada, eso lo hace todo, exploto.
—¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda Pablo! —grito—. Métete tu jodido humor por donde te quepa, no voy a disculparme por algo de lo que no me arrepiento. Me largo de aquí.
Pataleo hasta la puerta, maldiciendo entre dientes a Pablo y sus jodidos humores de mierda, pero al intentar abrir la puerta, tiene llave.
El imbécil nos ha encerrado.
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Desde Mi Ventana
Chick-Lit¿Cómo encontré el amor? ¿Me creerían si les digo que lo encontré mirando el mundo una tarde desde mi ventana? ¿No lo creen? Está bien. Déjenme entonces contarles cómo, de la manera más simple y poco romántica, me topé con el hombre que se conv...