Capítulo 12

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La cena ha estado bien, Jenny se ha comportado y ha sido muy agradable con todos. Especialmente con Claudia y Saúl, esos tres ya se hicieron mejores amigos. Las niñas disfrutan con las bromas suaves de mi hermana y yo debo cerrar mi boca de vez en cuando, por estar demasiado sorprendida.

Me cambiaron a Jenny.

Pablo sólo nos regala una de esas sonrisas que parecen no serlo. Permanece callado la mayor parte del tiempo. Pero su mano, su mano no deja de acariciar la mía, bajo la mesa. Me sonrojo un poco, cuando uno de sus dedos toca mi pierna y me sobresalto, llamando la atención de todos.

—¿Estás bien? —pregunta Marcela.

—Sí, es sólo que me mordí la lengua. —Miento. Jenny me mira y el brillo perverso en sus ojos me hace temer por mi seguridad.

—Entonces —empieza, le envío una mirada de advertencia pero se encoje de hombros—. ¿A qué lugar va a llevarte mi hermanita, Pablo?

Maldita sea, Jenny. Voy a matarte.

—Oh, será su segunda cita —agrega Claudia y mi mortificación crece.

—¿Mi papá y Susy están saliendo? —pregunta Marcela confundida.

—Sí. —Es la única respuesta de Pablo. Su mano estrecha la mía y agrega—: Aún no me ha confirmado a donde iremos, es una sorpresa.

—Jesús —susurro con el rostro acalorado.

—¿Y van a ser novios? —Vuelve a interrumpir Marcela.

Abro mi boca para responder, pero Pablo se adelanta diciendo—: Ya lo somos.

Mi hermana se atraganta con el jugo que estaba bebiendo e internamente le agradezco a los cielos por ello. Me vuelvo hacia Pablo y lo miro confundida.

—¿Lo somos?

—Así es.

—¡Síii! —chilla Sami, seguida de Marcela.

—Ya era hora, esa loca obsesión tuya por espiar a tu vecino me estaba preocupando. Pensé que tendría que hacerte un muñeco inflable con su rostro.

—¡Jenny! —grito. Toma todo de mí no arrojarle uno de los panes de la mesa.

—¿Qué? es cierto, todos en esta mesa sabemos de tus actividades de "observadora apasionada"

—Y mi hermano no se queda atrás —dice Claudia sonriendo—. Nos hacía salir exactamente a la misma hora para poder "observar con pasión" a su "observadora apasionada".

Las mejillas de Pablo se oscurecen un poco. Edith y las niñas sueltan unas risitas y yo muerdo mi mejilla para evitar reírme.

—Tenemos los peores hermanos —susurra en mí oído.

—Lo sé. A veces quiero ahogarla —susurro de vuelta.

—Aww mira —Señala mi próxima difunta hermana—, ya cuchichean como tortolitos.

—Jennifer Eloísa Cruz —bramo y mi hermana se sonroja hasta la coronilla. Ella odia su segundo nombre.

—¿Eloísa? —pregunta Saúl tratando de no reírse.

—No te atrevas a preguntar recién descubierto cuñado. Podríamos tener un accidente con el tenedor —gruñe Jenny, enviándome una mirada que promete venganza.

Gesticulo hacia ella "No me asustas" y me responde con un "deberías"

Creo que empiezo a considerarlo.

—No quiero entrar ahí —chillo y trato de alejarme con todas mis fuerzas, pero Pablo me sostiene firme y no me deja escapar

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—No quiero entrar ahí —chillo y trato de alejarme con todas mis fuerzas, pero Pablo me sostiene firme y no me deja escapar.

—Fui tu idea venir aquí.

Tuve la genial idea de venir a la feria de la ciudad. Hemos montado en casi todos los juegos de adultos, comido algodón y le gané a Pablo en el juego de dardos. Y ahora, él, que aunque no lo diga la está pasando fenomenal, quiere que entre en la casa de la muerte, o del terror, como sea que se llame da lo mismo; moriré. 

—A la feria, pero no voy a entrar a la casa del terror. ¿Y si muero?

Levanta una ceja y me mira divertido. —Es actuación, lo sabes. Vamos Susana.

—No. Hay otras atracciones, vamos a la ruda de la fortuna —propongo. Pablo me mira como si le hubiera dicho que paseáramos desnudos en el parque y nos rociáramos miel.

—Entraremos. Tú me pediste una cita...

—No te la pedí, mi hermana lo hizo por mí —interrumpo.

—Da igual —responde y se encoje de hombros. ¡Se encoje de hombros! ¿Qué le pasó al Pablo aterrador y serio? Este hombre luce más relajado y divertido—, de todas formas estoy aquí contigo, en una cita y entraremos a la casa del terror.

—Pero me da miedo.

—Yo estoy contigo.

—¿Te interpondrás entre un cuchillo y mi garganta? —pregunto haciéndolo reír.

—Lo haré —promete y me da un suave y tierno beso.

Cierro mis ojos y le rezo a todos los dioses para no morir de un ataque al corazón por el susto que voy a pasar, y, dándole una última mirada suplicante a Pablo que no es efectiva, me adentro en la oscuridad.

Invitarlo a la feria fue una mala, muy mala idea.

—Fue... horrible y hermoso a la vez.

—No lo dudo —resopla Jenny.

—Al principio estuve muerta de miedo y grité como una niña, pero Pablo me protegió.

—No puedo creer que no aprovecharan una zona muerta para follar.

—Porque no soy tan zorra como tú —gruño y le arrebato el tazón con gelatina—. Pero a él realmente le encantó.

—Lo sé.

Frunzo el ceño. —¿Cómo lo sabes? Apenas te estoy contando.

—Por el maldito beso de la muerte que casi hace que te derritas en la puerta, y por lo sexy que se escuchaba todo; creo que le encantó la cita.

Mi cara se sonrojo totalmente al recordar ese beso. Estuve cerca de decirle que entrara a mi casa y comprobáramos mi habitación.

O el sofá.

—Prométeme que en la tercera cita, si lo follarás.

—¿Cuál es tu interés en que folle? —Tomo una enorme cucharada y me la llevo a la boca.

—Bueno, me preocupo por tu frijol —dice y me arrebata el recipiente—, además, acabamos de espiar al vecino sin camisa; reconozco un buen trozo de carne cuando lo veo. El hombre es follable.

—¡Jenny! —Derramo parte de la gelatina en el suelo, cuando abro la boca.

—¿Ya te hiciste la cera?

Otra vez se calientan mis mejillas y debo mirar hacia otro lado porque...

—Totalmente lo hiciste. ¿Ves? También quieres follarte al vecino.

—Cállate.

—¿Vas a follarlo?

—No.

Tal vez, quizás, en cualquier futuro próximo. 

Desde Mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora