Capítulo 16

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 —¿Me estás diciendo que no tuviste sexo con él?

—Así es.

Ruedo los ojos y suspiro. No sólo tuve que venir de urgencia a la floristería para cumplir con un pedido de última hora para uno de mis más fieles clientes, en domingo. Ahora tengo que soportar a la intensa y pesada de mi hermana menor, y sus mil y una preguntas sobre mi cita de anoche con Pablo.

Y eso que para Jenny, Pablo no es santo de su devoción.

Pero... pero, es la tercera cita. Se supone que a la tercera cita dejas que te sobre el frijol y pruebe los dulces.

—En serio Jenny, tus analogías me perturban demasiado.

Y a mí me el hecho de que: ¡No estás teniendo sexo con el vecino! ¡Ni con nadie! —grita y me encojo en el teléfono. El chico frente a mí esperando por el ramo de flores, estrecha sus ojos hacía mí y me mira con cautela. ¿habrá escuchado a Jenny? Probablemente sí— En serio hemanita. El tipo planea una cita romántica, con velas y toda esa mierda. Te lleva a un restaurante fino, te abre la puerta del auto, sostiene tu mano y esas absurdas cosas cursis por las que morimos las mujeres; te lleva a casa, te obsequia una enorme caja de chocolates y un horrible oso de peluche por haberte incomodado... —Toma aire y continua—: luego te besa hasta la inconsciencia en la puerta de tu casa, haciendo que tus braguitas de niña buena se humedezcan ¡Y no te acuestas con él!

—Jenny —advierto.

Debiste haber saltado a sus huesos, incluso yo, que vivo aterrada de él, y no puedo creer que no le hincaras el diente a eso. A mí me hubiera comprado con el beso en el auto.

Le entrego el pedido al chico y le sonrío en disculpa. Por su cara compungida estoy más que segura que escuchó todo lo que Jenny ha dicho. No ayuda que mi hermana pequeña esté gritando por el teléfono. Sólo espero que esté dentro de su casa ya, y no en la calle frente a su puerta.

Agito mi mano y me despido del chico y camino dentro del taller, tratando de entender lo que sigue gritando Jenny.

—... ¿Acaso no te das cuenta que eso requiere uso? ¡Mantenimiento!, cambio de aceite o yo qué sé. Además, ni creas que el pobre hombre va a quedarse esperando por tus dulces toda la vida. Aunque es bastante aterrador, hay mujeres, como tú, que le van con lo pervertido y aterrador. —No puedo evitar reírme por sus palabras—. Estoy hablando en serio. ¿Sabias que hay muchos asesinos en la cárcel que reciben cartas de amor de miles de admiradoras que desean una follada suya?

—Pablo no es un asesino —gruño, perdiendo mi sonrisa.

No, no lo es, pero tiene la pinta y eso ya es mucho.

—Jenny, simplemente déjalo sí. Pablo y yo estamos marchando lento.

Puaj...resopla—, a paso de tortuga, será.

—Como sea, estamos tomándonos el tiempo para conocernos y disfrutar del otro.

Me dejo caer sobre mi taburete y con mi mano libre, juego con los pétalos de flores que quedaron esparcidos en mi mesa de trabajo.

Pura mierda, ¿vas a decirme que no has fantaseado con recorrer cada minúsculo espacio de su po...

—¡Jennifer Cruz! Es suficiente. No vuelvo a contarte absolutamente nada de mi vida privada, para evitar tanta lata de tu parte.

Sólo estoy preocupada.

—Pues no debes estarlo. Pablo y yo sabemos lo que hacemos. —Escucho murmurar un "si claro", gruño y resopla.

Desde Mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora