Capítulo 28

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—Deberías usar siempre ese método de persuasión —murmura Jenny con sarcasmo—. Resultó ser muy efectivo.

—¿Tu crees? —Me rio de su expresión cuando se vuelve para mirarme. Levanta una ceja y me rio más fuerte. Jenny gruñe y me lanza un cojín, que golpea mi rostro y por poco me hace quemar con la plancha de cabello—. ¡Oye! Cuidado, casi haces que me tatúe un lugar en la cara con esta cosa caliente.

—Lo siento —dice un poco preocupada. Viene hasta mí y me ayuda con el último mechón que estoy alisando—. De todas formas, me alegro que haya accedido a ir a la fiesta. ¿Ya compraron el regalo?

—Sí, lo escogió Sami. Es una muñeca preciosa.

—Bueno, sigue usando tu cuerpo para hacer feliz a las niñas. Eres como la prostituta de los pequeños.

Gimo y golpeo su mano. —Eres una idiota.

—Lo sé. Ahora, te ves muy linda. Pareces toda una mami decente. —Se burla Jenny.

—Ignorando lo de "mami", yo siempre he sido decente. —Aplico un poco de brillo de labios y le doy un retoque a mis pestañas.

—Sí, claro. Tan decente que te follaste al papá de las niñas en su oficina, en pleno horario laboral —dice sarcásticamente.

Mis mejillas se colorean al recordar la pasada tarde, pero eso no me impide enviarle una mirada severa a mi hermana.

—Será mejor que te calles, sino quieres que queme tu cara con la alisadora.

—Bien. Ya, no más de tus aventuras sexuales y lo indecente que puedes ser. Vamos, que el súper semental te espera.

—Ni se te ocurra decir eso delante de él —gruño, señalándola con mi dedo al verla salir de mi cuarto.

—¡No prometo nada! —grita, y la sigo rápidamente.

Llego a la sala y veo a Pablo y a las niñas sentados, esperando por mí. Les sonrío y las pequeñas corren para abrazarme.

—¿Te gusta mi vestido? —pregunta suavemente, Sami. Tanto Pablo como yo nos sorprendemos, le sonrío y luego deposito un beso en la mejilla de la pequeña.

—Sí princesa, te ves hermosa.

—¿Y yo?

—Tú también, son dos hermosas princesas hoy.

Sonríen agradecidas y me toman de la mano. Sus vestidos son preciosos, los escogimos ayer mientras comprábamos el regalo. El se Samanta es de color rosa pálido con unas flores bordadas y el de Marcela es azul cielo, tiene un hermoso cinturón y una mariposa de un azul más oscuro en un lateral de la falda.

Pablo se acerca y me da un suave beso en la boca.

—Tú también te vez preciosa.

Me sonrojo, llevo un vestido hasta las rodillas, amplio y sencillo, estampado con flores y hojas de varios colores. Se ajusta sólo en mi pecho, sobre el escote de corazón.

—Gracias, tú igual —susurro sobre sus labios. Pablo está vestido con unos jean negros y una camisa polo verde. Las niñas sueltan unas risitas a mi lado y Jenny gruñe.

—Vamos.

Miro a Pablo y veo su resistencia para ir a la fiesta. Lo entiendo, pero procuraré que hoy sea un buen día.

 Lo entiendo, pero procuraré que hoy sea un buen día

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