Capítulo 34

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Le pago al señor Octavio una enorme cantidad de dinero. Se niega a recibirlo y entonces me niego a bajarme del taxi. Tomé más de dos horas de su tiempo, así que debo pagarle por dejar de trabajar y lidiar con mi berrinche.

A pesar de sus palabras, aún sigo confundida, además de cansada y drenada emocionalmente. Es por eso que tardo en reconocer la pequeña multitud agolpada fuera de mi casa. Todos se han vuelto hacia el taxi y me miran de pies a cabeza como si comprobaran que estoy bien. Incluso mis padres están aquí. Apenas y los veo vuelvo a llorar y corro hacia ellos sintiéndome como una niña asustada y perdida.

Mi madre me arropa en sus brazos y olvidándome del resto del mundo, la dejo llevarme dentro, hasta mi habitación y me acurruco con ella en mi cama para seguir llorando. Siento a mi papá acomodarse al otro lado y a Jenny en mis pies. Lloro hasta quedarme dormida, escuchando las dulces palabras de mi mamá y las promesas de mi papá.

 Lloro hasta quedarme dormida, escuchando las dulces palabras de mi mamá y las promesas de mi papá

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Despierto de mi horrible sueño, agitada y asustada.

Abro mis ojos y asimilo mi iluminada habitación. Miro a mi lado y veo las sabanas arrugadas. Alguien se quedó toda la noche a mi lado, y por el olor del perfume masculino, sé que fue Pablo. Tengo un vago recuerdo de sentirlo escurrirse a mi lado en la noche, una vez que papá, Jenny y mamá salieron. Dijo algo a mi oído que no recuerdo y luego lo sentí abrazándome. Comienzo a sentirme como una mierda por como lo traté ayer.

No es su culpa que la madre de sus hijas sea una lunática. Y su familia unos enfermos.

Suspiro y retiro mis sabanas. Voy al baño y trato de ocuparme de mí y mis horrorosos ojos hinchados. Nadie me preguntó donde estaba anoche, ni tiempo les di, pero al menos todos estuvieron aquí cuando regresé. Incluso Pablo, después de como lo traté. Me cambio y cepillo mis dientes antes de caminar a la sala de mi casa. Mis padres están preparando el desayuno y Jenny los observa desde la mesa del comedor. Axel y Breiner están sentados en el sofá, leyendo el periódico. Pablo no está a la vista.

—¿Cómo amaneciste hoy? —pregunta mi madre cuando tomo asiento en la mesa.

—De lado —respondo y Jenny bufa.

Se acerca a mí y murmura mientras lleva una tostada a su boca. —Bueno, al menos estás de humor para hacer bromas.

—¿Qué más puedo hacer? Si me pongo a pensar en todo lo que está mal volveré a llorar... no quiero deshidratarme.

—Ah cariño —Mi madre deja de revolver los huevos y se acerca para abrazarme—, lamento mucho todo esto. No podemos evitar que las personas malas respiren. Pero gracias a Dios que no te ha pasado nada a ti.

—Por ahora —susurra Jenny, ganándose una reprimenda de mi padre.

Mi hermana se disculpa, papá termina el desayuno nos convida a comer. Breiner y Axel se sientan con nosotros, y una risa se me escapa al ver a los grandotes apeñuscados en mi pequeño comedor. Ambos me sonríen y empezamos a comer.

Desde Mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora