Capítulo 31

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Estamos a finales de septiembre y las lluvias del próximo invierno ya se avecinan. Esta mañana, el día es igual que mi estado de ánimo, gélido. No tengo ganas de levantarme de mi cama y empezar el día.

Escucho a Jenny en la cocina, probablemente hablando con Saúl o Axel, quien ya debió llegar para relevar a Breiner, el pobre tuvo que aguantar mi mal humor toda la noche. Llamé a mis padres dos veces y me aseguraron que estaban bien. Les prometí visitarlos hoy, así a Pablo se le estalle una ulcera. Son mis padres y quiero verlos, además no es como si fuera una niña y tuviera que pedir permiso por todo.

Ruedo en mi cama y suspiro cuando las gotas de la pequeña lluvia golpean mi ventana. Será un día lento. Siempre lo son cuando llueve. Odio que llueva, esos son los días perezosos y solitarios, las personas sólo necesitan ver el cielo gris para dejar sus planes y encerrarse en casa. Pienso en lo que sucedió ayer y vuelvo a suspirar, Pablo fue un poco duro conmigo anoche, y yo que sólo quería tener una cena romántica para poder avivar el fuego entre los dos; pero con esta situación con los Montana, y con el augurio de esta lluvia, creo que el fuego no podrá ser encendido hoy.

Le escribo un mensaje a Simón, pidiéndole que se encargue de la tienda hoy y cierre temprano. Iré a casa de mis padres y me acurrucaré todo el día en las enaguas de mi mamá... y que Pablo se pare en sus pestañas si así lo quiere. Un golpe en mi puerta me hace volverme hacia ella. Gruño algo y luego el rostro cansino de mi hermana se asoma.

—Buenos días.

—Buen día —respondo, tapándome el rostro con el cobertor.

—Te traje el desayuno —dice Jenny y eso llama totalmente mi atención, me descubro y la miro.

¿Jenny cocinando?

Eso es todo un acontecimiento.

—Deja de mirarme así —gruñe, empuja la puerta y veo que trae un tazón en su otra mano. Frunzo el ceño y me siento esperando por el "desayuno", mi hermana se acerca y sentándose en la cama, me extiende el tazón—. Toma.

—Jenny —susurro y me echo a reír—. Oh por Dios, y yo aquí creyendo que de verdad habías cocinado.

—Lo intenté —protesta fulminándome con la mirada—, pero después de fracasar la primera vez decidí ir por algo seguro.

—¿Cereal y leche? —pregunto, llevándome una cucharada a la boca—. Al menos le picaste banano, eso es un bonus —murmuro y Jenny me golpea el hombro.

—Oye —protesto y sobo mi hombro.

—Al menos estoy alimentándote, desagradecida.

Miro a mi hermana y me percato al detalle de sus ojeras y sus apagados ojos. Jenny odia cocinar y el hecho de que lo haya intentado me dice que no está bien. Lo que sucedió ayer debe afectarla mucho, a cualquiera debe hacerlo. Dejo el tazón en mi mesa de noche y abrazo a mi hermana.

—Lo siento. —Jenny se acurruca en mi cuello y estrecha sus brazos fuertemente a mí alrededor.

—Estoy tan preocupada por ti.

—¿Por mí?, Jenny, fue tu apartamento el que destrozaron, no el mío.

—Pero es a ti a quien ellos quieren lastimar. Si hubieran querido hacerme algo, hubieran entrado cuando dejé mi puerta abierta y me derrumbé en mi sofá, ebria, debo decir. Pero no, esperaron a que durmiera y luego me fuera de casa.

—¿Otra vez dejaste la puerta abierta? —chillo—. ¡Jenny! Tienes que tener más cuidado.

—Lo sé, lo sé. —Froto su espalda, cuando un escalofrío la atraviesa—. Realmente estoy asustada por ti.

Desde Mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora