¿Cómo encontré el amor?
¿Me creerían si les digo que lo encontré mirando el mundo una tarde desde mi ventana?
¿No lo creen?
Está bien. Déjenme entonces contarles cómo, de la manera más simple y poco romántica, me topé con el hombre que se conv...
Mi padre siempre me dijo que los días más importantes de la vida jamás se olvidarían. Que podría pasar mucho tiempo y aún así tu mente lograría recordar cada uno de ellos y hacerte volver a sentir todo lo que sentiste ese día.
Uno de los días que recuerdo perfectamente es cuando nació Marcela, y otro cuando lo hizo Samanta. Puedo recordar perfectamente cada minuto y cada hora. Sus pequeños y arrugados rostros, lo primero que usaron y el color del biberón del cual tomaron leche por primera vez. De ahí en adelante, son muchos los días que recuerdo de ellas. Sus primeros dientes, pasos, palabras... todo.
Recuerdo la primera vez que entré a mi oficina, como el dueño de mi propia compañía. También recuerdo el día en que fui cortado como un trozo de carne en la cara y el momento en qué sentí que perdía a mis hijas.
No recuerdo exactamente el momento en el que conocí a Alexia, a veces rememoro y no llega nada. Simplemente aparece en mis recuerdos cuando ya estaba pegada de mi mano. Eso me demuestra que realmente conocerla no fue importante o especial para mi corazón. Aunque reconozco que sin ella, no tendría a dos de las pocas personas que amo y valen mucho para mí.
No recordar la forma en la que me sentí cuando la vi por primera vez me confirma que realmente nunca amé a la madre de mis hijas. Y estoy bien con eso.
Sin embargo, si me preguntan cómo conocí a Susana... no puedo evitar sonreír, que mi corazón se acelere y que toda la sangre de mi cuerpo se concentre en mi entrepierna.
Recuerdo ese día perfectamente.
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Estaba en casa después de una complicada jornada laboral y me disponía a encerrarme en mi despacho, cuando escuché mucho ruido fuera de nuestra casa.
Era extraño, no teníamos vecinos a nuestro lado y las otras casas se encontraban a varios metros de distancia, proporcionándonos la intimidad necesaria. Así que el ruido despertó mi curiosidad.
Recuerdo encontrar a mamá y a Claudia mirando por la ventana y ríendo. Me asomé desde la otra ventana y entonces la vi.
La mujer más hermosa del mundo.
Era pequeña y eso me causó mucha curiosidad, ya que se encontraba gritando y enfrentando a un hombre mucho más grande y corpulento que ella. Su cabello estaba recogido en un alto moño en su cabeza, varios rizos se desprendían de él y caían desordenadamente. Algunos sobre su rostro por lo que resoplaba para apartarlos y eso me causaba gracia. Tenía una camisa algo grande, el cuello se deslizaba por su hombro y dejaba ver una tira de color azul, los pantalones cortos dejaban ver unas anchas caderas y un gran trasero. Ni que hablar de las piernas... que hacian que toda mi sangre viajara a cierta parte de mi cuerpo.
Gritaba y gritaba y el pobre hombre sólo podía bajar su cabeza y asentir. Los otros, de igual o mayor tamaño, la miraban hipnotizados y embobados, apenas ella se volvió hacia ellos, corrieron despaboridos para terminar con sus funciones.