Cap 1.

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El corazón latiendo con fuerza. La mente fría y en blanco. El pulso firme.

Así debía ser y así era.

Aunque me costó horrores entender mi vida, entender la situación en la que me encontraba, ahora era seguro, listo, sabía moverme con agilidad, pensar en todo. Mis oídos se habían agudizado para estas situaciones. Mi vista, siempre en el mismo punto. Tenemos que ser rápidos y silenciosos. El mínimo error mandaría todo a la mierda, aparte de mandarnos a prisión. Y si ya pensábamos en lo peor, tal vez muertos. Todos. Nosotros y La Colmena.

- Cross. Listo.

- Bien. ¡¡Vamonos!!

Esa noche nos tocaba robar en uno de los grandes almacenes de la ciudad. Comida, ropa, lo necesario para la higiene, etc. Así era nuestro día a día. Así era nuestra vida.

La Colmena. Una nave abandona a las afueras de la ciudad de la que El Cabeza se hizo para poder vivir, o por lo menos sobrevivir. Nosotros, los abandonados, exiliados, pobres, huérfanos, vagabundos... éramos muchos, bastantes familias y gente sin ella que acabamos allí, o bien por nuestro propio pie o bien porque alguien de dentro nos encontraba y nos prestaban su ayuda. Nosotros formábamos La Colmena, nuestra comunidad.

Sin casa, sin comida, sin dinero, sin ropas, sin trabajo... nadie allí tenia nada. Ancianos en sus últimos días, bebés recién nacidos que no tenían nada que llevarse a la boca, mujeres y hombres maltratados que viven con el miedo en el cuerpo de que sus parejas terminaran con sus vidas, niños que no alcanzaban los quince años sin padres o simplemente abandonados por hijos de puta que no sabían qué hacer con ellos.

Así salimos adelante. Robando por donde podemos. Trapicheando con drogas y armas y por eso, nos habíamos ganado fama y enemigos en la ciudad. Perseguidos por la policía, por mafias a las que les jodemos el negocio de la droga. Teníamos al mundo en contra pero no importaba. Nos teníamos a nosotros, protegiéndonos unos a otros. Dándonos un hogar, un apoyo. Éramos una gran familia.

El Cabeza, el jefe, un hombre del que nadie sabía mucho. Era reservado, en realidad nadie sabia por que estaba aquí, por que hacia esto por todos nosotros. Nadie le preguntó nunca, y en realidad, a nadie le importaba el por qué. Solo importaba que él era el jefe, el que nos había ayudado, el que nos había dado un lugar, una oportunidad de seguir en esta mierda de vida y con eso se había ganado el respeto de todos. Un hombre alto, fuerte, entrando en los cincuenta. No sabría decir si casado, con familia o no. Nadie sabia si tenia una vida fuera de aquí.

Él me había sacado de la calle.

Yo, Bill Kaulitz, Cross para los de La Colmena. Nadie sabía mi nombre real a excepción de dos personas. Una era el jefe y la otra, la única persona que se había ganado mi confianza, Georg. ¿Por qué? Sencillo. Me buscaban para matarme. Era una manera de que nadie llegara a mi por mi nombre. Tuve que cambiar de aspecto. Yo era un niño dulce, familiar, cariñoso. Tenía el pelo largo y rubio. Pero cuando entre aquí, El Cabeza me hizo cambiar de imagen, como pasaba con la mayoría de los recién llegados. Ahora soy moreno, tengo el pelo corto y nada queda de aquel inocente niño. La gente me tiene respeto, algunos me temen y soy el que más sabe de aquí, después de el Cabeza, por supuesto. Soy su mano derecha. Cuando él no está, el que manda soy yo. Y aunque no me gusta hacerlo, debo fingir para que esto no se vuelva un caos.

Más de quince años perteneciendo a La Colmena. Llegué con doce y ahora tengo veintisiete.

Esta es mi vida y me la juego por ellos.

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