Cap 34.

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Sentía como si estuviera dirigiéndome directo a mi muerte. No sé por que, pero tenía la extraña sensación de que algo pasaría. Mi corazón decía algo pero no sabía el qué. Estaba nervioso, palpitando como nunca. La cabeza me dolía por el mal rato que Tom y yo habíamos pasado en esa casita. Malo, pero también bueno. Porque estoy seguro de que me ama y... ahora no sé que hacer.


No quiero perderle. No quiero morir. Mamá, por favor. Hoy más que nunca te necesito conmigo. A mi lado. Protégenos y haz que todo salga bien. Por favor.


Eran las siete, ni siquiera pasamos más de una hora allí. No podíamos porque sería seguir lamentándonos y, preferíamos ir a la comunidad y disfrutar con Sara. Darle sus regalos. Charlar con Sheila y con Georg. Y ayudar a montar todo para esta noche.

- ¿Se lo diremos a Sheila y a Georg? - me preguntó Tom bajando la música el coche.

- No. Es mejor que no sepan nada.

- ¿Quien va a controlar a Gustav?

- Yo mismo. Yo llevaré su móvil y lo llamará delante de mí.

- Bien. Bien. - dijo en apenas un susurro y mirando por el lado de su ventanilla.

Volvió a subir la música y el resto del camino no dijimos nada.

Cuando llegamos a la comunidad, todos iban de un lado a otro. Llevando palos para la hoguera, mesas, sillas, comida... Sonreí al recordar todas las Navidades pasadas aquí. En realidad era una de mis fechas favoritas. Por una vez todos olvidamos que  nuestras vidas son una mierda y disfrutamos como los niños, incluso más.

Primero fuimos a la casa de los niños. Todos estaban allí, todavía no los habían dejado salir y supongo que no lo harían hasta la hora de la cena. Junto con el Cabeza, descargamos todas las bolsas de juguetes y se las dimos. Ninguno se apropiaba de ningún juguete, todo era de todos y eso lo sabían bien. Enseguida empezaron a gritar como locos sacando todo y haciendo un caos. Abracé a Tom viéndolos tan felices y él besó mi sien devolviéndome el abrazo.

Fuimos a casa con el Cabeza para darle lo que le habíamos comprado. No era mucho pero, era un detalle. Dijo que no teníamos que haberle comprado nada, pero en su cara vimos que le hizo ilusión de alguna manera. Me pregunto si alguna vez alguien le regaló algo porque, incluso lloró y nos abrazó. O era eso o es que hoy todos estamos más sensibles de lo normal. Le dimos también lo que habíamos comprado para Mario y Johan, para que él se los diera.

Salimos de allí y fuimos a casa de Sheila. El Cabeza nos dijo que Sara estaba allí, con ella y Georg. Y así fue. Georg nos abrió la puerta y nos dejó pasar.

- ¿Como lleváis el día? ¿De dónde venís?

- Hemos ido a comer a casa de su padre y luego a por los regalos de los niños y eso. - le contesté sentándome en el sofá.

- ¿Qué te pasa? Te noto más apagado. - Tom se sentó a mi lado y Georg lo hizo en el otro. - A ambos.

- Sera el día. - intente sonreír a Tom.

- Si. Eso será... - dijo él.

- ¿Una cerveza para ir entonándonos? Hoy la pienso coger gorda. - dijo levantándose para ir a la nevera.

- ¿Dónde está Sara? - preguntó Tom.

- Están las dos en el baño. Sheila la ha bañado y ahora la está peinando. Se llevan muy bien las dos. - yo cerré los ojos por unos segundos y noté como Tom respiro fuerte por esa frase.

- Bueno y, ¿habéis hablado tú y Sheila? - me animé a preguntar por cambiar de tema.

- Si. Lo hemos hecho y ambos estamos de acuerdo en intentarlo y, bueno, si las cosas no salen como esperamos, no pasa nada.

Cross.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora