Cap 7.

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No me lo podía creer. ¿Quien en su sano juicio metería a su propio hijo aquí?

Me quede callado. No supe qué decirle y tampoco quería cagarla con mi puta boca, porque a veces me perdía y lo sabía. Era mejor callar. Callar y analizar todo.

El Cabeza confiaba en mí más de lo que yo mismo pensaba. Joder, me estaba confiando la vida de su hijo. Poniéndola en mis manos al pedirme que viniera en mi grupo cuando saliéramos de aquí. Su hijo robaría como yo. Estaría en constante peligro. Y me pide a mi que cuide de él.

¿Está loco?

¿Por que yo? ¿Por que me habla de su vida y me confiesa que el nuevo es su hijo? ¿Qué pasa con Sara? Porque ahora sospecho también de eso. El cariño que le tiene, el cuidado que le da, como la trata. Y yo. Y todo.

No se porque siento de repente que no se nada. No entiendo nada. No entiendo una mierda y la cabeza me dice que hay algo más, mucho más tras todo esto. El Cabeza nunca metería aquí a su propio hijo, no si no tiene algún fin. Algún motivo por el que deba hacerlo.

- ¿Tiene problemas fuera? - logro decir en voz baja.

- ¿Que?

- Que si tiene problemas fuera de aquí. Así como yo, así como todos.

- No. No, él... No.

- ¿Entonces? ¿Por que joderle la vida metiendole aquí? No tiene sentido cabeza. No le hagas eso a tu propio hijo.

- No puedes entenderlo. Te dije que sabrías todo a su tiempo y ya sabes demasiado, Bill. No sigas cuestionándome, por favor. Ya es duro para mi. No me hace gracia, pero debo hacerlo y sé que él terminara de entenderlo aunque al principio me odie.

- No lo sabe, ¿verdad? No sabe nada de la comunidad, de la Colmena. No sabe nada de tu vida. - podía verlo en su expresión, en sus gestos. Su hijo no sabía nada de su vida y estaba a punto de descubrirlo de la manera más cruda. Metiendolo de cabeza en nuestro mundo.

Para nadie es fácil ver esto. Ni siquiera para los que estamos desde hace años aquí. Esto no es vida. No es vida ver familias destrozadas por mucho que muestren una sonrisa cuando te ven, o saluden con un buenos días cuando ningún día es bueno. No es fácil ver niños llorar noche y día llamando a sus padres.

Esto no era fácil para nadie.

- No. No sabe nada de mi. Ni de vosotros. - se dejó caer en el sofá. Me levanté y me senté en el de enfrente, mirándolo. Nunca le había visto así, estaba conociendo una parte nueva del Cabeza. Y sabía perfectamente que era porque era yo. No lo haría con cualquiera. - Ni siquiera me reconocería si me viera por la calle. - dijo con una sonrisa amarga.

- Cabeza... - le llame en apenas un susurro. Quería saber más. Pero no me dejo.

- Bienvenido a tu nueva casa entonces, Bill. - se levantó de un salto, sonriendo, como si nada hubiera dicho de nuevo. Cerré los ojos y negué cansado de su actitud. - Ten. Aquí tienes una copia de las llaves, la otra será para el nuevo, y si no te molesta, me quedaré con otra por si hay alguna urgencia. - no pude decirle que no, no después de saber que su hijo viviría aquí. Mi intimidad se iba a la mierda definitivamente. - Ves a por Sara y hoy podéis empezar a vivir aquí.

- Cabeza... Sara...

- Gracias de nuevo, Bill. - posó su gran mano en mi hombro sin dejarme preguntarle nada. - Sé que siempre podre confiar en ti. Ahora me marcho. Debo indicarles a los demás cómo construir las casas a partir de esta. Me gustaría que se viera como una bonita urbanización.

Una bonita urbanización, dice. Se despidió de mí, dejándome con esa llave en las manos, en medio de esa casa. Mi nueva casa. Una casa de verdad, real.

Cross.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora